Espectáculos

Ozzy y sus fans tuvieron una noche para aullar

El cantante británico, una de las figuras más influyentes del heavy metal, utilizó todas sus dotes de showman en su presentación porteña.

El cantante británico Ozzy Osbourne, una de las figuras más influyentes del heavy metal, utilizó todas sus dotes de showman para brindarles en el estadio de Geba una noche inolvidable a los fans del género, acompañado por una banda notable.

En una nueva visita a la Argentina, Ozzy confirmó que a pesar de sus 63 años y su espalda maltrecha, conserva en buen estado su voz y que aún tiene mucho que ofrecerle al rock, en pocas palabras que todavía puede aullarle a la Luna, como lo hacía en los 80.

Ozzy seguramente ya no es El Príncipe de las Tinieblas, apodo que supo ganarse en los 70 y 80 por su pasión por el ocultismo, sus excesos y sus locuras sobre el escenario –que van desde arrancarle la cabeza a palomas con sus dientes a morder a un murciélago– pero es un showman notable.

Ozzy mostró mucho carisma y entusiasmo, seguramente causado por la sorpresa de saber que en un país del Cono Sur tiene miles de seguidores que lo adoran, aprecian y que quieren escucharlo cantar todos sus clásicos.

A pesar de su edad, Ozzy siempre ha mantenido la cabeza y los oídos abiertos, por eso para grabar su último disco Scream decidió cambiar toda su banda; reemplazó al característico guitarrista Zakk Wylde, y al resto del grupo.

En la guitarra Ozzy eligió a un joven griego que cultivaba en sus grupos los nuevos caminos del metal, Gus G, que le podía insuflar sangre joven. Para los teclados y la ocasional segunda guitarra Ozzy eligió un apellido ilustre, lo eligió a Adam Wakeman, hijo del ex Yes Rick Wakeman, mientras que en el bajo ubicó al movedizo Blasko y en la batería al incansable Tommy Cufletos, los dos ex Rob Zombie.

Y la banda mostró un poderío y un despliegue a la altura de la figura a la que tienen que acompañar –Ozzy es un Dios del Metal– y llevó a la máxima expresión las canciones de toda su carrera.

Vestido con un largo sacón negro, una remera con el estampado de un crucifijo plateado y el pelo bien largo, Ozzy emergió sonriente y trotando del fondo del escenario mientras la banda tocaba los acordes de “Bark at the moon” del disco homónimo de 1983.

Ozzy es un fanático de las ciencias ocultas al igual que el Led Zeppelin Jimmy Page y ambos juntos a los Deep Purple son admiradores del fallecido maestro de la magia negra y el satanismo Aleister Crowley. Su loca conducta, su fijación con los crucifijos y su pasión por las ciencias ocultas, le valieron a Ozzy el apodo de Príncipe de las Tinieblas.

El clímax era enorme porque luego sonaron los acordes de “War Pigs”, otro clásico de Sabbath del disco Paranoid, momento que Ozzy aprovechó para mojar a la gente con una manguera de los bomberos.

El guitarrista confirmó su calidad al hacerse cargo del solo de Randy Rhoads en “Crazy Train” y de las partes de Wylde en “I dont want to change the world”, para que luego los 63 años de Ozzy se tomaran un descansito para reponer fuerzas.

Pocos minutos después todo el estadio gritaba a pedido del cantante que se despachó con la hermosa balada “Mama I`m coming home” escrita con su amigo Lemmy, líder de Motorhead.

Para el cierre quedó un clásico notable y quizás una de las canciones seminales del heavy metal, “Paranoid”, en el que Toni Iommi patentó un riff  imborrable y Ozzy escribió la letra en 25 minutos, allá por 1970.

El cierre fue apoteótico y la gente se fue más que satisfecha por haber visto un concierto memorable de una figura muy querida, pero además poderosamente influyente de la escena del rock duro.

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