País

Volvió la marea

Otra histórica jornada por el aborto legal: verde paisaje del Congreso

Por octava vez se presentó en la legislatura nacional el proyecto de ley para la interrupción voluntaria del embarazo. La marea verde se volvió a hacer presente en la vigilia, al igual que el año pasado, cuando el debate pasó por Diputados y Senadores e ilusionó con convertirse en ley


Foto Jose Nicolini / Especial para El Ciudadano desde Buenos Aires

28 de mayo, martes y verde. Por octava vez desde 2007 se presentó en el Congreso el proyecto de ley para la Interrupción Voluntaria del Embarazo y la plaza se inundó de pañuelos. Cuando el reloj dio las 17.30, las manos se elevaron y el reclamo fue el mismo que el que hace años viene sosteniendo la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito: Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.

La presentación fue en el anexo C del Congreso, un lugar que, por capacidad, no podía contener ni una mínima parte de las miles de personas que ya desde el mediodía circulaban por la plaza de los dos Congresos. Las actividades, una agenda variada de charlas, talleres y shows musicales, estaban previstas desde las 15.30, pero horas antes ya se iba sintiendo la cuarta ola.

Si algo trae la cantidad, es la diversidad. El Congreso se transformó en escenario de justamente eso: lo diverso unido en un solo reclamo. Las postales se repitieron en distintas ciudades del país y recordaba a las del 14 de junio y el 8 de agosto del año pasado, cuando el proyecto, en esencia similar al que se presentó hoy, alcanzó estado parlamentario y dio la ilusión de convertirse en ley.

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“La pelea para que nos dejen decidir sobre nuestros cuerpos no empezó ni terminó con una votación en un Senado que nos comparó con perros”, dice Ludmila con una leyenda en su vientre que indica que ese hijo que lleva adentro es fruto de una maternidad deseada, y que así deberían ser todas.

“Será ley”, el augurio que más se oía, más se leía. Ese y el de la necesidad de la efectiva aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral como puntapié inicial de cualquier debate serio sobre salud pública.

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Uno, dos, tres bombos. Un par de redoblantes. Una que arenga con un megáfono. Otro par se tiran al piso e improvisan pasos de break dance. Están en el medio de una ronda de agitadoras profesionales: más de cien; probablemente más de doscientas. Las de los tambores marcan el ritmo, la del megáfono tira consignas (las propone, las impone, no se sabe). Las de la ronda arrancan las letras y se sacuden. “¡Abajo!”, grita una, y todas se agachan hasta el piso para enderezarse de a poco, a medida que lo que cantan cobra fuerza, brotando desde el fondo.

Son todas estudiantes de colegios secundarios de 14, 15, 16 años. Además de la juventud en las caras y las toneladas de glitter que las sobrevuela, las delata la pila de mochilas que se transformó en el epicentro de la ronda. Se saben todos los hits feministas, y de muchos se atribuyen la autoría. Pero ¿cómo saberlo? Si los mismos se escuchan también en otros grupos, seguramente más modestos. Pero esta ronda, esta megarronda de Rivadavia y Montevideo, rompe el suelo. Las que se van sumando llegan solas, de a grupitos de dos o tres, y ni siquiera piensan antes de arrancar. Se suman al juego. El cancionero lo tienen incorporado. “A ver a ver/quién dirige la batuta/les estudiantes/o el senado hijo de yuta”. “Nos tienen miedo porque no tenemos miedo”.

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Dicen que se juntaron un rato antes en sus escuelas y que de ahí fueron para el Congreso, pero no tienen ganas de que nadie les pregunte nada. Fueron ahí a eso que están haciendo entre todas. Lo que reclaman es eso que gritan con ritmo y que tienen pintado en la piel y estampado en remeras: Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que las dejen ser niñas, adolescentes, y nos las obliguen a ser madres.

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En la puerta del Congreso un rectángulo delimitado con cinta blanca y un par de conos de colores arman una cancha de fútbol femenino y feminista. Tres contra tres. Gol y el contrincante cambia. No hay más reglas que esa. Desde un lateral, Betty García ataja con los pies las pelotas que amagan con salirse de la cancha y perderse en la marea verde. Arenga a las que juegan, se ríe cuando le dicen algo y saluda a todas y cada una de las que se acercan a darle un beso. Betty es famosa, una prócer. De esos próceres a los que la historia no les dio un reconocimiento hasta mucho tiempo después de cumplida su hazaña por la patria: en 1971 integró el seleccionado argentino de fútbol femenino que disputó y ganó en México un partido contra Inglaterra. “Muchos años antes que Maradona y la mano de Dios”, aclaran dos o tres de sus “Noritas” cuando salen de la cancha y la escuchan contar su vida.

Las Noritas le deben su nombre a Nora Cortiñas, madre de plaza de Mayo, línea fundadora. Son un equipo de fútbol que entrena en Caballito y que la tiene a Betty como directora técnica. “Es la primera vez que vengo a una así”, dice. Se refiere a una movilización feminista. “Vine a acompañar a mis chicas, que organizaban este torneo. Ellas quieren que salga la ley del aborto, y yo las apoyo”. Betty está llegando a los 80 años y esta semana recibió una distinción en la embajada de Francia, país que desde el próximo 7 de junio será sede de la Copa Mundial Femenina de Fútbol. “Las ocho que quedamos de la selección del 71 vamos a viajar a ver el partido de Argentina e Inglaterra. El mismo que jugamos nosotras. Es un premio”, cuenta.

Ciudades teñidas de verde y de derechos

Tamara Haber es una Norita. “Es un equipo de futbol feminista que se armó hace un año. Abrazamos al fútbol también como un espacio de disputa de poder, de ruptura de estereotipos de género, un espacio para tirar al patriarcado a pelotazos, como siempre decimos”. Algo de eso hay también en el nombre del mini torneo improvisado en la puerta del Congreso: “Patiamo al patriarcado”.

“Hay una camiseta que nos ponemos todas, que es la del aborto legal, y nos encuentra acá en la calle, como parte de la disputa. Diputamos el espacio público pero el fútbol es también un bien cultural que reproduce masculinidades, violencias. No por eso lo queremos descartar, al contrario, somos parte de eso y queremos que sea diferente. No queremos un fútbol hegemónico, comercial, necesitamos que se considere una función social del deporte. Queremos recuperar el futbol, el fútbol popular, de base, que construye igualdad, que construye lazos, y hacerlo diferente, desde una perspectiva feminista del deporte, que no es otra cosa que una perspectiva feminista de la vida”, teoriza Tamara recién salida de la cancha, agitada.

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El pañuelazo termina. El o los pañuelazos, porque la marea es tan grande que es imposible que el movimiento sea uno solo. Se mueve en oleadas. Es la hora de los discursos, pero la pantalla ubicada frente al escenario de Rivadavia y Callao sólo permite a una parte del cardumen verde seguir lo que pasa dentro del Congreso. El resto circula, canta, baila, sigue resplandeciendo de glitter. Porque pese a lo largo y duro de la exigencia que ayer se hizo escuchar, de nuevo, frente al Congreso, pese a la negativa de las instituciones de la democracia de prestar sus oídos a lo que la sociedad pide a gritos, el reclamo por el aborto legal sigue siendo un encuentro, una fiesta.

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