Espectáculos

Oscar Feldman. De lenguajes improvisados

El saxofonista se refirió a “Oscar e familia” su nuevo trabajo donde apela a una combinación ecléctica de géneros que expande las particularidades del jazz. El disco contó con la participación de Luis Alberto Spinetta y Hermeto Pascoal.

Javier Hernández 

En el Festival Internacional de Jazz que tuvo lugar los primeros días de diciembre en Rosario participaron referentes del género a nivel mundial como la banda Mingus Dynasty, el contrabajista francés Renaud García-Fons, el trío suizo Marc Perronoud, y el saxofonista y compositor argentino radicado en Nueva York Oscar Feldman. En ese contexto, Feldman dialogó sobre su nuevo trabajo discográfico Oscar e Familia, recientemente editado en Argentina por el sello rosarino BlueArt Records.

El disco fue grabado en Estados Unidos con la participación del baterista Antonio Sánchez; el saxofonista Mark Turner; arreglos para cuerdas de Carlos Franzetti; la participación especial de Luis Alberto Spinetta, y temas compuestos por el legendario multiinstrumentista Hermeto Pascoal.

—“Oscar e Familia” es un disco que señalás como continuación de “El ángel”, tu primer trabajo; ¿cómo lo caracterizarías?

—Este disco es como una obra monumental en muchos sentidos, primero desde el punto de vista artístico pero también desde lo extramusical. El primer paso fue la idea, luego hacer que coincida todo, pero aunque fue difícil pude concretarlo en la manera en que quise y eso me puso contento. Cuando empecé tuve la idea de grabarlo con un cuarteto pero de pronto todo se convirtió en algo más ambicioso que sumó unos veinte artistas. De alguna manera es una continuación del primer álbum, que me simboliza porque presento diferentes estilos representando distintos roles.

—En tu nuevo disco combinás el jazz con otros géneros como folclore, chamamé, incluso un tema de Piazzolla. ¿Qué encontrás en la fusión?

—Es parte de lo mismo; la forma en que gusto de escuchar música es como también me gusta producirla; no quise encerrarme en un estilo particular y es por eso que siempre usé el aspecto de la improvisación que considero muy importante. Hay que tener en cuenta los lenguajes de cada música pero por experiencia pude tocar tango durante mucho tiempo y también otros estilos como fusión o latin jazz, y para mí es parte de una misma voz. Lo más importante es tocar la música que te representa.

—Dijiste que “la mayoría de los saxofonistas tienen miedo a ser diferentes”; ¿tiene que ver con esto?

—Sí, pero no sólo los de jazz sino todos los músicos en general. En Estados Unidos cada instrumento tiene un referente muy fuerte que trasciende y que parece dar la dirección hacia donde se debe ir. Las referencias son tan altas que el hecho de parecerse a ellos de alguna manera representa un gran logro. Desde el punto de vista investigativo está bien, pero en el momento de tocar se debería hacer de la manera más natural posible.

—¿Qué lugar ocupa la improvisación?

—En el disco todo lo que toco tiene algo único. En “Triunfal” de Astor Piazzolla existen elementos que no tiene ninguna otra música; el movimiento de los bajos y las figuras rítmicas que se usan en el tango no se usan en otros estilos. De pronto quiero tocar otras cosas como la chacarera “El Minotauro”, de mi amigo Guillermo Klein. El 6×8 me hace tocar de una manera diferente. Lo que me interesa es improvisar, sorprenderme a mí mismo de lo que toco y así presentarme. Hay gente que le gusta presentar una composición más cerrada y entonces su potencial se vuelca al trabajo de los arreglos; en mi caso no es así, por eso se parece mucho al formato del jazz, donde se tocan formas cortas para después improvisar sobre sus estructuras: este disco me expone bastante.

—¿Qué significa la canción que da nombre al disco?

—“Oscar e familia” es un tema que me dedicó el gran compositor y multiinstrumentista brasileño Hermeto Pascoal, a quien conozco desde hace muchos años. El tema es como una celebración de nuestra amistad y una confirmación de nuestra continuidad como músicos. Los músicos cambiamos todo el tiempo y para mí fue una gran alegría que me haya escrito este tema que, de alguna manera, bendice este proyecto. Él se enteró que mi mujer estaba embarazada de mi hija Valentina y me llamó para decirme que me iba a escribir un tema. Cuando me lo ofreció no sabía qué tipo de tema me iba a escribir, pero al verlo me sorprendió porque me requirió mucha atención y trabajo para montarlo y hacerlo sonar de la manera en que él lo tocaría con su banda.

—El booklet del disco refleja desde las  fotografías muchas épocas de tu vida…

—En algunas estoy de chiquito, otras con mis sobrinos, también está mi familia, mis suegros, mis padres, de nuevo yo en una foto con mi hermana en Mar del Plata, todos esos recuerdos forman parte de mí.

—Y en la tapa también pusiste al Flaco Spinetta.

—Con Luis nos une una amistad que data de hace treinta años. Cuando estaba armando el disco lo llamé para ver si quería cantar una melodía conmigo. En principio había escrito un arreglo para saxo soprano y trompeta pero me pareció mucho más interesante tener la voz de él porque era como me lo imaginaba. Fue muy emocionante y a Luis le gustó mucho participar. No es el tipo de participación que suele hacer, así que para mí el resultado fue una gran sorpresa. Como en el caso de El ángel, cuando invité al Gato Barbieri; me gustó su participación porque tocó distinto a como lo hace con su propia música. En el caso de Spinetta ocurrió lo mismo: yo podría haber escrito un tema a su medida pero preferí no hacerlo.

—Lo que implicó un riesgo y un reto de superación mutua…

—Sí, totalmente, y él lo sintió y me dijo elogiosamente que era una de las cosas más lindas que había hecho en los últimos tiempos. En realidad no le creí porque al escuchar algunas canciones de un disco que no había sacado todavía pensé: “Está totalmente loco”, las cosas que él graba son increíbles. Cuando le mostré la partitura –yo pensaba que leía música pero no es así–, me dijo: “Oscar esto es como cruzar la cordillera en ojotas” (risas). Pero creo que fue un desafío y también por eso lo concretó.

—Comenzaste a tocar en el 79; ¿en cuánto influyó para tu estilo radicarte en Estados Unidos?

—De la misma manera en que un jugador de fútbol quiere ir a España, Inglaterra o Italia, el llegar a esos lugares y jugar en esos equipos automáticamente te afecta y tu nivel se eleva de una manera dramática y muy intensa.

—La dificultad siguiente sería continuar y lograr un crecimiento en ese terreno.

—Claro, ésa es una manera de testearse y ver cómo funciona uno en un ambiente distinto y tan competitivo como el que elegí para vivir. Dentro de la meca del jazz, Nueva York es el epicentro y de alguna manera tocar el saxo acá es como ir a tocar el bongó a Cuba. Lo importante es sentirse afectado por todo esto, dar lo mejor de uno, y de esa manera mejorar la propia performance. Estar en este lugar fue un antes y un después. Cuando llegué a Boston era un músico formado pero me di cuenta que tenía que empezar de nuevo como estudiante y llenar esos baches de conocimiento que tenía.

—En esa vuelta a lo académico ¿iniciaste una nueva experiencia?

—Claro y el hecho de estar en Berklee fue muy revelador para mí, no sólo por los profesores que me enseñaron sino por la influencia de mis propios colegas. Creo que a partir de esa experiencia todo cambió, hasta mi sonido, que es lo más difícil de cambiar para un músico. Me empapé de lo que se respiraba. El nivel de los músicos de jazz en Estados Unidos es altísimo, por lo que muchos de los estudiantes no tenían mayor diferencia con los otros músicos profesionales.

—¿Quienes fueron esos referentes?

—Todos. Puedo nombrar gente por ahí no tan conocida, pero lo que tiene Boston es una gran tradición pedagógica muy relacionada con Berklee. Todo eso me marcó y las influencias que recibí fueron netamente de la gente con quien trabajé: Paquito D’Rivera, Alex Acuña, o el gran Bebo Valdez, con el que hice una extensa gira por España. Todos ellos vienen de un lugar muy firme y claro, con gran personalidad, que en muchos casos fueron un contagio para lo personal.

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