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Año electoral

Opinión: confusión de 13 de junio

"¿Y por qué no soy peronista? Básicamente porque el péndulo movimientista no responde al bienestar de nosotros, sino que se constituye en un momento en que el poder real le cede un espacio acotado. Se trata de un péndulo que no responde a las leyes pendulares", dice el autor


Por Daniel Fernández Lamothe

Tendría muchos motivos para simpatizar con el peronismo. Tendría más, quizás, para votarlo y de hecho lo hice en algunas oportunidades, pero nunca pude alegrarme por eso. Mi problema es que no me convence. No logro que me demuestre que puede producir un cambio real en la sociedad, de modo que lo que desaparezca sea la pobreza  y no los pobres (“Y dale con ¡La Revolución!  ¡La Revolución no se va a lograr nunca!” Me diría aquí algún peroncho amigo para cortar mi frondosa verba, intentando con bastante éxito que no lo contagie mi utopía).

Las oportunidades a las que me refiero han respondido y seguramente respondan a la reiterada opción de votar al menos malo, apremiado para que no gane el más malo. Es decir, no me pasó nada al votar a candidatos peronistas, sólo me sentí un poco contradictorio, triste y culpable.

Nuevamente, me encuentro frente a ese penoso y obligado paso de ganso electoral que me llevará a votar a mis tocayos, seguramente, como lo hice con el “compañero” Scioli, mientras insultaba dura pero silenciosamente a mi suerte que me obligaba otra vez a no poner en riesgo al pueblo argentino.

Entonces, yo tengo que evitar el riesgo en que puede caer el pueblo argentino, pero quienes eligieron un candidato fofo, los que lo dejaron solito y su alma en una de las campañas electorales más complicadas y decisivas sobre el futuro del país, los que decidieron esas cuestiones, decía, esos no son calificados como gorilas, funcionales a la derecha, ni idiotas ni ignorantes; supuestamente son los buenos de la película.

¿Y por qué no soy peronista? Básicamente porque el péndulo movimientista no responde al bienestar de nosotros, sino que se constituye en un momento en que el poder real le cede un espacio acotado. Se trata de un péndulo que no responde a las leyes pendulares.

Finalmente, estoy persuadido de que hubo dos únicos momentos en la historia del país en que el pueblo se acercó mucho a lo que se puede calificar como bienestar en construcción (1946/1952 y 2003/2013). Esos momentos no arraigaron, salvo en el valiente corazón de la militancia y en el agradecimiento de los muchos compatriotas que le sintieron el gusto a la dignidad.

La oligarquía y la burguesía naciente no iban a permitir que les quitaran sus privilegios ¿Nadie previó eso? Sabiéndose sobradamente que a nadie le gusta que le quiten las cosas que cree suyas, los poderes afectados (económicos, especialmente) se enojaron y reaccionaron en consecuencia. Golpearon las puertas de los cuarteles y después las de la Casa Rosada, no sin violencia y crueldad y hasta perversión. En ningún caso hubo defensa del gobierno ni de sus medidas, salvo heroicos casos aislados que, quizás por eso, fracasaron.

Son 74 años de ser la fuerza política más gravitante del país y el pescado sin vender. Este septuagenario se compone de alegres y emotivos momentos de patriotismo, lucha, generosidad, sacrificio, valentía; pero también de otros, tristes y dolorosos, de egoísmo, oportunismo, traición, abandono, cobardía. Podríamos decir: el hombre mismo o la gente es así. Mala excusa.

Este péndulo nos está pudriendo. Está pudriendo a lo mejor de su gente. De tanto acomodarse en el lugar del conductor no se mira el camino y los barquinazos van desgranando la carga.

La juventud maravillosa (la original y sus sucesores) pendula entre sapos propios o de otros charcos. Y nosotros, los que no nos afianzamos en ninguna rama estamos iguales. En mi caso, tal vez porque Alberto no me simpatiza; lo hemos visto abrevar sin inmutarse de fuentes muy discutibles. CFK nos abandonó a todos en marzo de 2015 (¿retirada estratégica? Sí, claro) ¿Y si repitiera? Ella se juega si es necesario. Ahora bien, ¿sus necesidades son iguales a las mías? No necesariamente, pero sería la única opción para empujar al Gato lejos de Balcarce 50.

En este ámbito confuso, apremiante, grave, altamente peligroso lo único que tengo claro es que no hay que votar a Macri ni a Perotti (aun desobedeciendo a la señora), son lo mismo. Y en este vaivén evalúo, entonces, ¿por qué no voto al FIT, si es con lo que más me identifico? Porque me espanta un tipo como el candidato provincial de paz y orden en la gobernación y por votar en su contra en ese nivel el Frente de Izquierda se queda sin mi voto. Algo similar me sucede en el plano nacional. ¡Fuera el hambre, la miseria, el país para unos pocos mafiosos disfrazados de niños “bian”!

Y vos izquierda crecé, convertite en alternativa, abandoná el sectarismo y bajate del caballo. Y así sí no votaré otra cosa. Pero mientras tanto, me arrea el péndulo.

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