Sociedad

La nobel polaca

Olga Tokarczuk aborda historias que atrapan por la belleza de su prosa

“Los errantes” compuesta por historias independientes, se inicia con un relato autorreferencial donde Tokarczuk expresa la importancia que los desplazamientos ocupan en su vida y la de su familia que vivió alternando su lugar de residencia


“Los errantes” compuesta por historias independientes, se inicia con un relato autorreferencial donde Tokarczuk expresa la importancia que los desplazamientos ocupan en su vida y la de su familia que vivió alternando su lugar de residencia.

La Nobel de literatura y premio Man Booker 2018 Olga Tokarczuk aborda en “Los errantes” historias inquietantes que desde el ensayo y la ficción atrapan por la belleza de su prosa poética, la capacidad para sorprender y el talento para construir relatos con eje en los viajes y otros, donde el cuerpo humano se transforma en un territorio de exploración.

La autora polaca, nacida en 1962, obtuvo el Nobel 2018, anunciado en octubre pasado, por su “imaginación narrativa” y “el cruce de fronteras como forma de vida”, lo cual se revela en esta novela caracterizada por el nomadismo y la evasión, aspectos que atraviesan su propia existencia.

Precisamente, esta obra compuesta por historias independientes, se inicia con un relato autorreferencial donde Tokarczuk expresa la importancia que los desplazamientos ocupan en su vida y la de su familia que vivió alternando siempre su lugar de residencia.

“A todas luces yo carecía de ese gen que hace que en cuanto se detiene uno en un lugar por un tiempo más o menos largo, enseguida eche raíces….Mi energía es generada por el movimiento; el vaivén de los autobuses, el traqueteo de los trenes, el rugido de los motores de avión, el balanceo de los ferrys”, expresa en el libro.

Esa condición la lleva a narrar desde la ficción experiencias de viajes como simples desplazamientos, como destinos trágicos o como un canal de huida hacia otros territorios. Uno de esos relatos tiene como protagonista a Kunicki, quien durante unas vacaciones en una isla se verá sumido en la desesperación cuando pierde el rastro de su esposa y su hijo.

En otro inquietante relato con ecos en “Las mil y una noches” un joven sultán árabe, lejos de aferrarse al poder, quiebra los mandatos establecidos, y busca huir de su mundo de lujos y rodeado de mujeres, también forman parte de esta obra, editada por Anagrama.

El enigmático y gélido doctor Blau, taxidermista, ajeno a las pasiones, es otro de los personajes que nos acerca la autora al narrar el interés del disecador por estudiar el laboratorio de un destacado colega fallecido que lo lleva a viajar a su domicilio, donde tendrá un particular encuentro con su viuda.

El peregrinar de Ánnushka por calles, trenes y subtes de una gélida ciudad rusa es otro de los relatos con el que Tokarczuk va a fondo en el abordaje de vidas errantes.

Ánnushka lleva con mucho pesar la experiencia de ser madre de Petia, un niño con una discapacidad irreversible, lo que en un rapto de evasión, la lleva a abandonar temporariamente su casa y deambular por la ciudad donde tendrá un encuentro con una vagabunda, cuyo aspecto y dichos despiertan su curiosidad.

“La mujer sigue donde siempre y hace lo que suele: contonearse sin cesar, trazar círculos y ochos en el aire, soltar sus palabrotas; parece un hato de trapos húmedos. Ánnushka se planta frente a ella y permanece quieta hasta que la otra repara en su presencia y calla. Luego, sin mediar palabra, las dos se ponen a caminar con paso firme … como si tuvieran prisa por alcanzar un destino que, si no son lo suficientemente rápidas, se les escapará para siempre”.

Tokarczuk manifiesta su atracción por “todo lo defectuoso, imperfecto, roto”, según expresa y agrega: “Me interesan las formas amorfas, los errores en la obra de la Creación, los callejones sin salida. Aquello que por una u otra razón se ha quedado a mitad de camino en su desarrollo, o que, por el contrario, ha excedido los límites de lo previsto”.

Una declaración que resume los temas que aborda en esta novela, atravesada por lo excéntrico, defectuoso, atormentado y perturbador relacionado, en gran medida, a historias entorno al cuerpo.

Así lo expresa en un relato acerca de una visita a un museo en el que se refiere a “cuerpos que han sido truncados o quedaron a mitad de camino: son huesos o restos óseos de personas que padecieron alguna enfermedad o accidentes, fetos, u órganos en formol”.

En esta línea, la historia del anatomista flamenco Philip Verheyen -que realizó un atlas del cuerpo humano- y sufrió la amputación de su pierna, constituye un extraño y sugestivo relato que da cuenta del obsesivo vínculo que entablará el investigador con esa parte de su cuerpo, que conservará junto a él e incluso le escribirá varias cartas.

“¿Qué es lo que en realidad me espolea cuando siento dolor y hormigueo si mi pierna fue de mí separada y flota en alcohol? Nada puede incomodarla, no tiene por qué entumecerse, el dolor, pues, no tiene justificación lógica alguna y, sin embargo, existe. Ahora la estoy mirando y al mismo tiempo siento en ella, en los dedos, un calor insoportable, como si la hubiera sumergido en agua hirviendo…”, dice en una de las misivas.

En formato de carta también la autora traerá los desesperados pedidos que envió Joséphine Soliman al emperador Francisco I de Austria para recuperar el cuerpo de su padre, disecado y exhibido en la corte donde había servido.

“No pido, sino que suplico a Vuestra Majestad entregue a la familia el cuerpo de mi padre, que -despojado de todo honor y dignidad, disecado y rellenado- está expuesto a la curiosidad humana junto a animales salvajes”, decía la segunda carta.

El relato de cómo el corazón del músico polaco Frédéric Chopin llegó al país que lo vio nacer escondido en un tarro de alcohol en las enaguas de su hermana es otra de las escalofriantes historias que aborda la autora en su libro, ilustrado con bellísimos mapas que acompañan el devenir de estas historias de errancia.

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