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Oleg Murayenko: “el femicida kazajo” que fue liberado por error de las autoridades

Masacró a seis mujeres en Petropavl entre marzo y noviembre de 2000, dos años después del error penitenciario


Por: Gastón Marote/ NA

Oleg Murayenko, fue un asesino serial kazajo que arrancó con su ola de crímenes al matar a un preso y luego tras ser liberado por error se convirtió en el más despiadado de los femicidas de ese país.

En ese sentido, masacró a seis mujeres en Petropavl entre marzo y noviembre de 2000, dos años después del error penitenciario. 

Nacido en 1973 en Petropavl, era popular entre las chicas y mujeres de la ciudad, que lo describían como un hombre alto y atractivo, al tiempo que lo compararon con el actor francés Alain Delon.

Murayenko fue procesado por primera vez a los 17 años y cuando cumplió 25 ya tenía en su haber tres condenas por robo y hurto.

Mientras llegaba al final su última condena en una colonia penitenciaria en Novoukrainka, distrito de Aiyrtau , se unió a una banda carcelaria llamada “Consejo de la Ley y el Orden”. 

En la noche del 19 de noviembre de 1998, ya casi 20, este múltiple homicida, junto con otros miembros, atacó a un grupo de reclusos que se habían negado a unirse a su banda y mataron a golpes a uno de ellos.

En tanto, otros tres sujetos terminaron con costillas fracturadas, tibias y huesos y órganos internos dañados.

Por este hecho se inició una investigación, pero tras una mala investigación no hubo acusados y Murayenko ya había sido liberado de prisión el 20 de mayo de 1999.

El femicida regresó a Petropavl y tiempo después comenzó una ola de asesinatos.

El 13 de marzo de 2000, alrededor de las 2:00, este criminal se encontró con una mujer que regresaba a su casa después de haber ido al café “El Maestro y Margarita” con algunos amigos y la mató.

En ese aspecto, la estranguló con su propio pañuelo y cuando dejó de hacerlo, ella cayó al suelo, luego le puso el pie en el cuello para asegurarse de que estaba muerta.

Después de matarla, Murayenko le robó el abrigo de piel de oveja y le arrancó una pequeña correa.

Sin embargo, la Policía  no pudo recuperar ninguna evidencia utilizable que indicara quién era el criminal, más allá de una pequeña huella digital parcial dejada en el bolso de la mujer.

Un mes más tarde, en otro barrio de la ciudad, se produjo otro asesinato: al no poder contactar con sus familiares tras volver a casa borracha de una fiesta, el cuerpo de la segunda víctima fue encontrado en su cama, evidentemente estrangulado con una correa de cuero. 

El crimen fue de la misma manera, pero los investigadores continuaron con sus fallas y no hallaron a nadie.

En su última confesión, Murayenko afirmó haber encontrado a la mujer cerca de un dispensario y se ofreció a acompañarla a su casa, mientras ella, en su estado de ebriedad, accedió a invitarlo a tomar un té. 

Meses después, el kazajo volvió a atacar, en esta ocasión estranguló a una prostituta cerca de su casa.

Por este crimen, el taxista que la había dejado fue considerado sospechoso por un tiempo, pero más tarde proporcionó una coartada creíble.

Semanas después, en las afueras de Petropavl, otra prostituta fue asesinada, esta vez con un cuchillo o un hacha. De acuerdo al relato de testigos, la mujer había sido vista bebiendo en varios kioscos la noche anterior a su muerte, pero ninguno la había visto acompañada ni seguida por nadie.

Los rumores de que un maníaco atacaba a mujeres comenzaron a extenderse por la ciudad, lo que generó preocupación entre las autoridades locales.

En noviembre, en el microdistrito Cheryomushki de Petropavl, Murayenko entró en una tienda de comestibles local y cerró la puerta con llave. 

Luego, saltó sobre el mostrador y estranguló al cajero, al tiempo que después de cometer el crimen se sentó dentro durante algún tiempo, bebiendo coñac y comiendo dulces.

Al día siguiente, en el centro de la ciudad, irrumpió en otra tienda situada frente a la comisaría y mató a otro cajero, que se disponía a ir a hacer unas tareas domésticas.

Ambos incidentes ocurrieron en intervalos cortos, pero lo suficiente para que Murayenko pasara desapercibido. 

Sin embargo, días después de esos homicidios, un oficial de policía retirado, Talgat Tugunbayev, caminabao por las calles cuando notó que dos mujeres ebrias y un hombre entraban en  un  albergue local. 

Por instinto, avisó al jefe del departamento de policía, Nurgali Urazalinov, y le pidió que enviara un escuadrón para controlarlos, por las dudas.

Los detectives finalmente encontraron al trío teniendo relaciones sexuales en una de las habitaciones, cuando uno de los agentes notó que una de las chicas llevaba exactamente el mismo abrigo de piel de oveja que una de las víctimas del asesinato. 

Los tres fueron llevados al departamento de policía, donde la niña explicó que el abrigo se lo había regalado un amigo, Oleg Murayenko, quien fue arrestado ràpidamente.

Durante el proceso penal, dio versiones contradictorias sobre cómo llegó a estar en posesión del abrigo de piel, afirmando primero que era de su sobrino y luego de su tío, quien supuestamente lo había recibido, junto con algunos cubiertos, de un pariente de una mujer fallecida.

En tanto, Igor Semyonov y Olga Potorocha, jefes del departamento forense, compararon la huella digital parcial encontrada en el bolso de la primera víctima y descubrieron que coincidía exactamente con las de Murayenko.

El criminal fue confrontado con esta información y finalmente admitió los crímenes, pero lo hizo explicando en detalle cómo y dónde mató a sus víctimas.

Cuando fue llevado a juicio, Murayenko se retractó de su confesión, admitiendo responsabilidad únicamente por el segundo asesinato.

Sin embargo, los fiscales pudieron presentar sus pruebas con precisión y, después de un largo juicio, fue declarado culpable y condenado a muerte. 

En 2002, fue ejecutado, sólo un año antes de que se introdujera la moratoria sobre la pena de muerte en ese país, convirtiéndose en el último preso conocido ejecutado en la región del norte de Kazajstán.

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