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Vida en peligro

Océanos: urgente llamado para evitar el suicidio de la humanidad

La contaminación, especialmente con fertilizantes agrícolas y plásticos, redujo severamente y en poco tiempo el óxigeno de los ecosistemas marinos. En el corto plazo se sentirá en la pesca y en el mediano en la extinción


El oxígeno de los océanos mermará hasta un 4 por ciento debido al cambio climático, de acuerdo con el informe “La desoxigenación de los océanos: un problema de todos”, de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en ingles), presentado ayer, en el segundo Día de Acción de los Océanos de la XXV Conferencia de Naciones Unidas Sobre Cambio Climático (COP25) que comenzó a sesionar el pasado lunes 2 y cerrará las deliberaciones el viernes 13 en Madrid, España.

De acuerdo con el estudio, la pérdida de oxígeno oceánico está vinculada al calentamiento y acidificación de los océanos, lo que se deriva del aumento de dióxido de carbono (CO2), que a su vez es consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y de la llamada fertilización de los océanos.

“Para limitar la pérdida de oxígeno en los océanos, paralelamente a otros efectos dramáticos de los cambios climáticos, los dirigentes mundiales deben comprometerse a reducir inmediatamente y de forma sustancial sus emisiones”, exhortó, Grethel Aguilar, directora general en funciones de la UICN.

Un experto del programa de Ciencia y Conservación marina de la IUCN, Dan Laffoley, explicó que la mayor parte del exceso de calor retenido por la Tierra es absorbida por los océanos, lo que inhibe la difusión del oxígeno de la superficie a las profundidades; en tanto, la demanda de oxígeno crece como resultado de la proliferación de algas.

Según el informe, el promedio mundial de desoxigenación esconde cambios locales que podrían ser más severos en latitudes medias o altas. Varias simulaciones de modelos océanicos proyectan para el año 2100, en un escenario sin cambios, una disminución del stock de oxígeno de los océanos de tres a cuatro por ciento, lo que sumado al dos por ciento que decayó entre 1960 y 2010, llegaría hasta un siete por ciento de descenso.

Asimismo, la investigación identificó más de 900 zonas costeras y mares semicerrados en todo el mundo, debido al enriquecimiento excesivo de las aguas con nutrientes o materia orgánica (eutrofización), de los cuales superan 700 los que tienen problemas de hipoxia; por último, el volumen de aguas completamente agotadas de oxígeno se ha cuadruplicado.

La combinación de la hipoxia inducida por la eutrofización se puede revertir si se adoptan las medidas necesarias, detallaron los científicos, quienes advirtieron, sin embargo, que la hipoxia causada por el calentamiento del planeta es más difícil de combatir.

Un “esfuerzo drástico” de reducción de las emisiones de GEI para atenuar el índice de disminución del oxígeno de los océanos del mundo o desoxigenación, fue el llamado de la profesora del Scripps Institution of Oceanography, Lisa Levin.

Igualmente, remarcó la necesidad de reducir los vertidos procedentes de la agricultura, la industria o las aguas residuales y evitar “otras fuentes de estrés para los océanos”, como la contaminación y la sobrepesca, y abogó por potenciar la creación de áreas marinas protegidas e “incluir a los océanos en las negociaciones que se llevan a cabo en esta COP Azul”.

Por su parte, el experto en Áreas Protegidas de la IUCN John Baxter advirtió que más allá de daños como la destrucción de hábitats o los plásticos, el oxígeno disuelto es la variable ambiental de importancia ecológica para los ecosistemas marinos, que ha cambiado más drásticamente en un período tan breve a consecuencia de las actividades del hombre.

Baxter aseveró que aunque se conocen las causas, no se presta atención a consecuencias que a largo plazo este fenómeno tendrá para la salud humana, la economía y la sociedad.

Dan Laffoley sentenció que “nadie debería irse de esta COP azul sin una reacción en su cabeza de que el oxígeno es fundamental para los océanos y para la vida humana y todos los ecosistemas”, exponiendo que los políticos se están centrando en las políticas terrestres y olvidando las del mar y “sin un océano sano, no habrá un planeta sano”.

 

Rompiendo todo

“Las especies más vulnerables, las que necesitan más energía para moverse como el tiburón, el pez espada o el atún están en peligro. Por el contrario, las que requieren menos oxígeno, como las medusas, van a proliferar”, coinciden biólogos marinos.  Precisamente, en España, donde se lleva adelanta la COP 25, un mes y medio atrás aparecieron miles de peces muertos por falta de oxígeno en el mar Menor, sobre las costas de Murcia, en el Mediterráneo. Investigadores atribuyeron el fenómeno a las lluvias torrenciales que se descargaron en la región y a agrotóxicos arrastrados por las precipitaciones.

La organización ambientalista Greenpeace, por su parte, publicó un informe que coincide con la COP Azul en el que advirtió: “La vida de entre 100 y 300 millones de personas podría verse amenazada si la crisis de los océanos continúa a este ritmo”.

“Los impactos más visibles del cambio climático comienzan y terminan en el mar: la subida del nivel del mar por el deshielo de los glaciares o las olas de calor marinas están provocando cambios en los ecosistemas costeros, un círculo vicioso que está causando profundas alteraciones”, sostuvo la responsable de la Campaña de Océanos de la ONG, Pilar Marcos. “El cambio climático y la reducción de la biodiversidad marina no pueden abordarse por separado; sin embargo, aún no existen planes multilaterales ni instituciones globales con el poder necesario para gestionar conjuntamente estas crisis gemelas”, remarcó.

Greenpeace marcó que ya dos tercios de los ecosistemas marinos están afectados por la acción humana. “Las extensiones de praderas marinas han ido menguando a un ritmo de más de un 10% por década entre 1970 y 2000, mientras que la presencia de corales vivos en los arrecifes se ha reducido casi a la mitad en los últimos 150 años, con un drástico declive registrado los últimos 20 años. Además del cambio climático, la sobrepesca y las prácticas pesqueras ilegales son otra de las principales causas de la destrucción de la vida marina: en 2015, el 33% de las poblaciones de peces ya estaba siendo sobreexplotado hasta niveles insostenibles y un 60% había alcanzado su límite de explotación.

Greenpeace insta a la acción coordinada de los gobiernos, aprovechando algunos momentos clave que van a tener lugar durante 2020 y que constituyen una “ventana de oportunidad única” para abordar el colapso climático, la pérdida de biodiversidad y la protección de los océanos a escala mundial. En concreto, la organización ecologista pide a los gobiernos más ambición con sus objetivos nacionales para que sus emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan a la mitad en 2030 en la cumbre climática en España y en la del año que viene en Reino Unido, la aprobación de un Tratado Global de los Océanos en la ONU para finales de 2020 y el compromiso de proteger el 30% de los océanos a través de una red de santuarios marinos, también en la cumbre del Convenio sobre la Diversidad Biológica en China en octubre del año que viene.

 

Esta red ayudaría a los ecosistemas marinos a ser más resilientes y resistir mejor los cambios rápidos, así como a mitigar la crisis climática al salvaguardar la capacidad de los océanos de almacenar carbono. El informe señala que los ecosistemas oceánicos se encuentran en la primera línea de los impactos climáticos y recomienda a los gobiernos las áreas prioritarias para ser protegidas: los dos polos del Ártico y la Antártida; algunas zonas críticas para ballenas, arrecifes de coral, manglares y praderas marinas; el mar de los Sargazos; la zona mesopelágica y el océano profundo que, según el informe, debe permanecer fuera de los límites de la emergente industria minera de fondos marinos.

Este informe ve la luz al mismo tiempo también que los gobiernos mediterráneos se reúnen en Nápoles para la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención del Mediterráneo de Barcelona, donde Greenpeace ha puesto en marcha una estación costera para monitorear el aumento de las temperaturas en el mar Mediterráneo, un punto crítico para los impactos climáticos. Un Tratado Global de los Océanos de la ONU incrementaría la capacidad de acción de los gobiernos mediterráneos para proteger la vida silvestre oceánica de los impactos acumulativos de las actividades extractivas y el colapso climático.

 

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