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Nueva señal contra los socios comerciales

Por: Florencia Lendoiro

Los empresarios aseguran haber sentido la presión del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, como nunca antes.
Los empresarios aseguran haber sentido la presión del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, como nunca antes.

El anuncio no fue oficial, pero los importadores ya saben cabalmente que la orden del gobierno es dejar de comprar alimentos al exterior, al menos los que pueden adquirirse en el mercado interno. La media trajo intensas repercusiones locales de supermercadistas pero también internacionales, de los países que venden a la Argentina históricamente esos productos y que tomaron la noticia con sorpresa e indignación. Una nueva señal en contra de avanzar hacia una mayor integración comercial con el mundo.

La semana pasada, los empresarios aseguraban haber sentido la presión del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, como nunca antes. No sólo entendieron que no era aconsejable pensar en realizar en el corto plazo una compra a otro país, sino que dudaron de la concreción de una importación que eventualmente estuviera en proceso.

Las versiones dentro del gobierno son múltiples alrededor de este tema. Algunos altos funcionarios aseguran que es un disparate lanzado como globo de ensayo para evaluar cómo actúan los empresarios. Otros aseguran que para los supermercadistas es mejor no tomarlo a la ligera, ya que esta semana el propio Moreno los reuniría para detallarles los alcances de la medida. El argumento es que la balanza comercial se ha visto notablemente perjudicada en el último año y, aunque no serían los alimentos justamente los productos “sensibles” que achican el superávit, en el intercambio con el mundo tienen un peso importante en el comercio.

En la práctica, el sector privado también entiende como una medida razonable mejorar el control del Estado en materia de importaciones. Lo lógico, dicen los empresarios, es que se complemente la producción interna con las importaciones, pero sin dañarse una a la otra. Está claro que los países que importan a la Argentina son también, en gran medida, destino de sus exportaciones. Por eso, tampoco es aconsejable un cierre sin argumentos y análisis profundos.

Desde los principales socios comerciales argentinos no tardó en llegar un mensaje de preocupación. En el Congreso, una reunión entre la comisión de Relaciones exteriores y embajadores europeos que estaba pactada desde hacía meses se encontró con la noticia del freno a las importaciones. Los diplomáticos no dejaron igualmente pasar el tema. Comentaban que no se entiende por qué, en momentos en los que el Mercosur avanza en las relaciones con la Unión Europea, se comienza a hablar de restricciones comerciales. Y advirtió que ese bloque podría tomar medidas de reciprocidad con las importaciones argentinas. Llegar a una situación como ésa sería mucho más perjudicial para la Argentina que para Europa. El viejo continente encontraría rápidamente países que suplantarían a la Argentina en las ventas, sobre todo cuando la crisis restringió muchos mercados. En cambio, la Argentina perdería un mercado de cerca de 15 mil millones de dólares al año. Y en el sector de los alimentos la diferencia es tan grande que por cada dólar que el país utiliza en compras a Europa, le vende por 22 dólares.

Desde Brasil, las advertencias fueron iguales o más duras. Abiertamente, el ministro de Industria Miguel Jorge aseguró que prevé sanciones si el gobierno argentino finalmente restringe la entrada de alimentos brasileños, lo cual afectaría seriamente a las empresas procesadoras del país vecino. Allí también se lee esta decisión argentina como una muestra más de las distorsiones que existen dentro del Mercosur.

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