Edición Impresa

Estafador y escapìsta

Nueva fuga de Meteoro, quien supo escapar de la Alcaidía local

Célebre personaje del crimen, huyó ahora de un penal mendocino sentado debajo de una persona en silla de ruedas.


Meteoro era el personaje principal del célebre dibujo animado japonés con el que muchos niños rosarinos crecieron en la década del 70: un piloto de carreras al mando del Mach 5, que corría a velocidad supersónica. Meteoro le dicen a Víctor Ignacio Suárez, no porque se caracterice por manejar vehículos a alta velocidad sino por una razón parecida. Bien podría ser el conductor del Mach Cero Ocho: es rápido con los autos o, mejor dicho, con sus papeles. Nacido en Capital Federal –otros dicen que en Rosario, o bien en otra localidad santafesina–, a los 44 años Meteoro ha acumulado un centenar de denuncias por hechos casi calcados en seis provincias bajo nueve identidades diferentes: se apropia de autos mediante engaños y antes de que el propietario se dé cuenta los vende con documentación apócrifa para esfumarse. Así, deja al vendedor sin su vehículo ni el dinero de la transacción, y al comprador con un auto que tiene pedido de captura y documentación falsa. Muchos de esos hechos fueron denunciados en Rosario, donde Meteoro ya ha cumplido condena y donde, incluso, protagonizó una recordada fuga de la Alcaidía en 2013. Por estos días Meteoro se convirtió otra vez en noticia nacional, luego de que en 2014 intentara evadirse del penal mendocino de Boulogne sur Mer vistiendo una máscara de látex y caracterizado como un viejito, bastón incluido. Entonces, el hecho de que usara bufanda en un día de mucho calor fue un detalle que le impidió superar el control y escapar de la misma cárcel de la que se había fugado dos meses antes de una manera parecida para ser recapturado en San Luis. Sin embargo, casi como una obligación para cualquier preso, Meteoro prometió entonces que pondría primera para huir otra vez. Lo hizo anteayer, ahora, del penal mendocino de Almafuerte: aprovechó la entrada de dos personas en silla de ruedas y al salir esos mismos visitantes se camufló de una extraña manera entre la silla y quien estaba sentado en ella y se esfumó, según quedó reflejado en una videofilmación.

Como con cualquier estafador que se precie de tal, el oficio de Meteoro no está tanto en la mecánica del arte de la defraudación que acomete sino en los detalles, la puesta en escena, el encanto. Morocho, de cara angulosa, pelo corto y mirada recia en la foto de prontuario, sus víctimas en cambio recuerdan sus buenas maneras, su charla fluida y amena, su ropa italiana, el Rolex en la muñeca y, sobre todo, el perfume. Hombres y mujeres que han caído bajo su ardid recuerdan el olor de “perfume caro”. Falso, como sus palabras.

En Rosario

El 1º de noviembre de 2003 cayó sábado. Meteoro estaba en un bar de Güemes y Oroño, en Rosario, cuando una de sus víctimas se le abalanzó: forcejó con el estafador y como éste se le escurría otros parroquianos terminaron dándole una mano para retenerlo y entregarlo, algo estropeado, a la Policía. Un mes antes Meteoro le había dicho a una chica con la que salía –a la que le dio su verdadero nombre, aunque le dijo que se dedicaba a la venta de perfumes importados– que viajaría a Córdoba a pagar deudas porque había cobrado una plata que le debían, justo el día en que, bajo la identidad de Marcelo Iván Molina, esquilmó al vendedor de un auto.

La doble operación incluía la compra de un Fiat Palio 97. Bajo el alias de Molina, Meteoro juntó a las partes: compraría el auto y en el acto se lo vendería a un comprador con el que ya había realizado una transacción inmobiliaria. Consiguió del vendedor la documentación para los trámites de transferencia y las llaves del vehículo y le hizo firmar a la hermana de éste (titular registral) el formulario 08 ante escribano público. Al comprador le dio los papeles y recibió a cambio el dinero correspondiente a la operación. Sin embargo, desapareció sin abonar lo acordado al dueño del Palio: 12.200 pesos. Eso sí, Meteoro estuvo en los detalles: corrió con los gastos del escribano.

El juez de Instrucción Juan José Pazos primero apuntó contra el vendedor, pero al determinar que el intermediario, Meteoro, se había quedado con el dinero, le dictó orden de captura. Tras ser detenido, el estafeta (como se conoce el oficio en el mundo del hampa) dijo trabajar en una distribuidora en un edificio de Corrientes y Córdoba y vivir en un departamento de barrio Martin. Como su identidad, estos datos también resultaron falsos. Por este caso le dieron en noviembre de 2005 dos años y medios de prisión, por lo cual la primera acusación por estafa en Rosario terminó mal para Meteoro; para entonces ya había sido penado a tres años de cárcel en Córdoba por encubrimiento.

Suárez es, según investigadores, un artista del fraude, especializado en autos.

Más tarde Meteoro enfrentaría al menos cuatro acusaciones similares en Rosario, una de las cuales lo trajo a declarar ante un Juzgado de Instrucción. En octubre de 2013 Meteoro llegó proveniente de Córdoba –donde estaba preso desde 2010 acusado por estafas con un botín de 1,5 millón de pesos–, a la Alcaidía Mayor de la Jefatura local, el penal de las fugas escandalosas. Según la versión oficial que la Policía entregó a la Justicia, Meteoro había llegado dos semanas antes, aunque aquella tarde fue llevado a la oficina de reidentificación, donde aprovechó que le quitaron las esposas para empujar a un guardia, poner primera, correr a través de un patio y ganar la calle por el portón principal. Claro que no pocos calcularon que Meteoro había comprado su fuga, la segunda en una semana en ese penal policial, lo que motivó el desplazamiento del jefe de Alcaidía.

Meteoro estuvo prófugo hasta el 10 de mayo de 2014, cuando –una década después– vivió un episodio similar a aquel por el cual cayó preso en Rosario: una víctima lo reconoció en un bar mendocino y lo golpeó. El estafeta corrió y casi escapa en un auto tras sacar a empujones a su conductora, pero fue detenido por la Policía. Le achacaban una decena de hechos en los últimos meses en la ciudad de Mendoza haciéndose pasar por un abogado: Ignacio Castillo. El verso, el de siempre: compraventa de autos.

Cartón lleno para las policías rosarina y mediterránea, y también para las de La Pampa, Mendoza y Chubut, Meteoro había mudado su oficio de cuentero a Cuyo, ya que además de Mendoza sumó acusaciones en San Luis. Según publicó el diario Los Andes, incluso ofreció al fiscal devolver el dinero a sus víctimas: “Tengo 700 mil pesos”.

Al viejo cuento de la estafa tradicional, Meteoro le añade su talento informático: le adjudican haber incorporado en los últimos años el envío de un mail apócrifo, confirmando el depósito del dinero que supuestamente efectúa como paso previo a la firma de los papeles de la transferencia del vehiculo, que luego hace desaparecer de la bandeja de entrada del vendedor como una manera de borrar pruebas cuando el engaño ha sido consumado.

El 4 de agosto de 2014, durante una visita de presos en la cárcel de Boulogne sur Mer, Meteoro se esfumó: pasó cuatro controles de la prisión sin que se dieran cuenta de que no era la persona que había ingresado a verlo y que se había quedado en el pabellón. También hubo sospechas de arreglo y cuatro penitenciarios terminaron sumariados. El 21 de agosto siguiente Meteoro fue detenido de nuevo, esta vez en San Luis, y volvió a la cárcel mendocina. Pero en octubre estuvo a punto de conseguir fugarse de nuevo.

Fuga frustrada

Con una máscara de látex, una peluca, un bastón, anteojos y una bufanda fingió ser un anciano para intentar traspasar los controles. Pero los penitenciarios sospecharon porque ese viejo que estaba ante ellos tenía la columna demasiado doblada y usaba bufanda un día de mucho calor –dijeron–, por lo cual obligaron a Meteoro a dar marcha atrás y volver al pabellón. Adentro, como en la fuga anterior, había quedado el hombre que, vestido como anciano, entró un rato antes a la cárcel para permitir el escape. Tras ser descubierto, Meteoro les juró a los guardias que volvería a escaparse.

Lo consiguió anteayer, esta vez en el penal mendocino de Almafuerte, en la localidad de Cacheuta, con una silla de ruedas como ardid, según quedó filmado en una cámara de seguridad: recibió la visita de dos hombres, uno supuestamente imposibilitado de caminar, y se fue sentado en la silla. Según interpretaron los penitenciarios, en la salida quien iba sentado estaba “más arriba” que lo normal, por lo cual parece que Meteoro se las arregló para salir del penal entre esta persona y la silla modificada para la ocasión. Le faltaban dos años para cumplir una pena unificada en 5 años y 2 meses de cárcel. Ahora su paradero por las rutas argentinas es una incógnita.

Comentarios