“Justo ese día habíamos organizado una cena porque los ánimos estaban bajos. Papá había fallecido hacía un mes y con mis hermanos pensamos hacer un asadito para juntar a la familia, así la mami estaba mejor. Por eso salió a comprar el pan”. Con esas palabras recuerda Maxi, uno de los tres hijos de Gladys Baldini, la trágica mañana del 16 de febrero pasado, cuando su madre fue agredida en la esquina de su casa por un ladrón con el que forcejeó varios minutos sin soltar el bolso, hasta recibir una puñalada que le costó la vida 18 días después.
“Luché por las llaves, si no hubiera tenido que cambiar todas las cerraduras”, alcanzó a explicar la mujer antes de morir. La noticia no fue solo un segundo golpe para la familia. También sacudió a los vecinos de Villa Gobernador Gálvez que salieron a las calles a exigir seguridad y despertó polémicas declaraciones del intendente Pedro González, quien propuso como solución matar a los que roban. Esta semana, con la detención de uno de los sospechosos del crimen, los hijos de Gladys dijeron buscar “todo el peso de la ley” pero aclararon que no quieren justicia por mano propia.
“De nuestro lado no queremos más violencia. Justicia sí y prevención también. Pero violencia no. Porque respetando las leyes se va a poder vivir, salir a la calle. Hoy en día, acá en Villa Gobernador Gálvez salir a la calle es una decisión difícil de tomar. Se está jugando un poco la vida”, dijo el mayor de los hermanos tras restarle importancia a los dichos del intendente que a su entender fueron fruto de un impulso: “A lo mejor la impotencia le hizo decir eso”.
La esquina de avenida Filippini y Jaures está ubicada en la zona comercial de Villa Gobernador Gálvez. A metros de allí se levanta un concurrido maxikiosco al que actualmente se turnan para atender Andrés (30), Facundo (33) y Maximiliano (36) tras la repentina pérdida de su madre, de 63 años, que hasta hace pocos meses vivía detrás del comercio junto a su marido, en la misma casa donde criaron a sus tres varones. Un piano que ya no suena y el portarretrato del último cumpleaños de Gladys sobre la mesa, donde se la ve sonriente junto a su esposo e hijos, hacen de marco a la entrevista que brindaron los jóvenes a El Ciudadano.
“Para nosotros es una batalla perdida. Porque mi mamá ya no está más. Pero a lo mejor puede ser ganada para la sociedad, para el barrio, para que estos delincuentes no salgan a matar a otra persona”, dijo Maxi, tras describir sus sentimientos como una mezcla de “cansancio, dolor y tristeza”.
Su hermano Facundo agregó que “cada persona, cuando toma una acción mala en la vida, tiene que pagarla porque si no hay consecuencias. Esto va a ser tierra de nadie”.
Los hermanos dicen que todavía no pudieron hacer el duelo necesario por falta de tiempo para resolver la papeleta burocrática que sucede a una muerte y atender el negocio de la madre durante todo el día: “Atrás del dolor y de lo que nos pasó está todo el tema burocrático, los trámites, los compromisos comerciales, legales, nos han dado de baja servicios porque muchas cosas estaban a nombre de mi mamá y a los proveedores la cuestión emotiva no les importa nada. No tenemos ningún tipo de subsidio, ni ayuda, que no sea el trabajo nuestro de todos los días. Cerramos tres días el negocio pero decidimos reabrir porque sino iba a ser doble perjuicio: el dolor más el perjuicio económico”. Y agregaron: “Estamos apuñalados por el sistema, demacrados por el sistema y seguimos cumpliendo con el sistema”.
Pero además del dolor por la ausencia y el tedio burocrático, el enojo de los hermanos apunta a la falta de políticas públicas en materia de seguridad, ya que de alguna forma sienten que la muerte de su madre no fue sólo culpa del joven que la apuñaló sino también de la falta de prevención en las calles. Y lo explican enumerando todo lo que se hizo en el último mes luego de las movilizaciones semanales en la ciudad, como la entrega de móviles policiales o controles diarios de motos en zonas comerciales.
“¿Tenemos que salir los vecinos a la calle, después de trabajar doce horas, para proponer ideas? Es como si vos tenés que hacer el trabajo tuyo más el de los de arriba, que tienen unos sueldos enormes, y encima vivís con inseguridad. ¿Y siempre tiene que morir alguien para que se haga algo? Porque no faltan recursos, faltan ganas de trabajar. Los concejales tendrían que estar caminando todos los días por las calles y no reunirse para discutir leyes por el nombre de una calle”, reclamaron.
Doble tragedia
Gladys falleció el pasado 6 de marzo luego de 18 días de internación en el sanatorio Americano de Rosario. Sus hijos sólo pudieron verla el primer día ya que los últimos 17 los pasó en terapia intensiva. En los breves diálogos interrumpidos por la fiebre la mujer les dijo que no soltó el canasto de las compras durante el violento forcejeo con un ladrón por miedo a perder las llaves, porque si no hubiera tenido que cambiar todas las cerraduras de la casa. Mientras lo cuentan recuerdan una tragedia similar que les tocó vivir muchos años atrás, en la que su padre recibió tres disparos por resistirse a un robo. El hombre era repartidor de pan y se encontraba en la zona sur de Rosario cuando se puso en riesgo su vida por los 25 pesos de recaudación. Los resabios de esa herida le impidieron seguir trabajando y ese fue el motivo por el que abrieron un maxikiosco dentro de su casa.
“Fijate como son las cosas que después de eso mi papá quedó con un problema en el corazón y nunca más se recuperó. Hace dos meses lo perdimos porque quedó en lista de espera para un trasplante que nunca recibió. Tenía 70 años. Y también fue, indirectamente, víctima de la inseguridad”.
Los hermanos adelantaron que se van a constituir como querellantes en la causa que investiga la muerte de Gladys Baldini en trámite en el Juzgado de Instrucción 10ª Nominación.
A disposición del magistrado a cargo de ese juzgado se encuentra un joven de 24 años, apodado Fasito, quien quedó detenido el pasado 19 de marzo.
Voceros policiales dijeron que se trataría del muchacho que conducía la moto a la espera de su cómplice, que forcejeó e hirió a la mujer. Para sus hijos, “si en un caso como este no se llega a la justicia, el miedo lo tiene que tener la sociedad. Porque la ciudad tiene que garantizar que una persona que sale a hacer los mandados o a trabajar pueda volver a su casa”.
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