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No están todos

Para mí, para les compañeres con quienes trabajo en Nueva Oportunidad las  historia de vida de Brian, Julia, Sebastián y tantos más son motivo de lucha. Una búsqueda de construir redes, co-gestionar, estudiar, discernir y agendar mas Estado


Fotos de cortesía de La Cueva Cultural.

María Verónica Lorea/ Colegio de Trabajo Social

Brian tenía 17 años.  Hace un año que vivía solo. Junto con su novia tenían un bebe de 4 meses por el cual se desesperaba, quería ofrecerle lo que nunca vivió ni tuvo, todo de golpe, de una sola vez como si no tuviera tiempo.

Ojazos profundos imposibles de esquivar cuando se  llenaban de lágrimas al hablar del dolor de cabeza que le había dado a la vieja porque “ella no se lo merecía”. En ese cuerpo flaco, pequeño, convivía el adolescente y el adulto prematuro, marcado por experiencias que no debería vivir nadie.

 

Julia tenía 16 años y vivía con sus hermanas de 15 y 19. La más chica embaraza y la más grande reciente madre de un nene regordete de cachetes colorados. Usaba el DNI de la más grande para entrar a ver al novio a la cárcel. A Julia le gustaba cocinar y se las arreglaba bastante bien en la pobreza en la que estaba. Decía que no quería ser madre porque daba mucho trabajo. Su madre estaba detenida por prostituirla desde los 5 años.

Sebastián tenía 17 años, levantaba cartones junto a un amigo tirando de un carro. A su casa donde estaba su mama con 5 hermanites más volvía solo de noche. Le gustaba escribir y dibujar. Con el tiempo contó que escuchaba voces que le decían qué tenía que hacer.

Son los nadies que conocemos por un número, la estadística de la violencia de Rosario. Son cuantificados, 154 en 2022, descriptos por sus legajos expuestos sin pudor intentando justificar con eso sus muertes.

Todes atravesaron alguna institución estatal, el centro de salud, la escuela, las áreas de niñez de cualquier nivel, reciben el hostigamiento policial y finalmente pasan por el juzgado. Una espiral que tiene como protagonistas a víctimas de la desigualdad cuyas manifestaciones no son teóricas.

En estos días parece que una mayoría cree que hay que desarmar el Estado. Hacerlo casi imperceptible, que no se note. Pero mi experiencia y convicción es que para contener la violencia altamente lesiva hay que tener un mejor Estado, situado, cercano que sea posible habitar. No son les trabajadores quienes deciden las políticas públicas, ni hacen decretos que limitan los derechos, sino testigos críticos que remendamos con la cabeza y más con el corazón años de retroceso.

Para mí, para les compañeres con quienes trabajo en Nueva Oportunidad las  historia de vida de Brian, Julia, Sebastián y tantos más son motivo de lucha. Una búsqueda de construir redes, co-gestionar, estudiar, discernir y agendar mas Estado.

No somos los únicos pero si los menos, los que nos sentimos obligados a militar por la vida de cada pibe y piba que nació pobre y no merece morir. 

 

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