Economía

Análisis

No es un fenómeno monetario inexplicable: cuáles son las presiones inflacionarias actuales

Las variables fundamentales que determinan los precios son: los precios del mercado internacional, el tipo de cambio, las tarifas de los servicios públicos, el nivel salarial neto y la tasa de ganancia bruta de las empresas


Humberto Zambon (*)

Tradicionalmente se ha considerado a la inflación como un fenómeno monetario y, en consecuencia, se la ha asociado a un aumento exagerado del circulante. Así lo hicieron la ortodoxia neoclásica y el monetarismo, concepciones que fueron, y en algunos lugares siguen siendo, dominantes en la teoría económica. Sin embargo, sus razonamientos son aplicables únicamente en un caso: cuando se está en una situación cercana a la ocupación plena de los recursos productivos y, por lo tanto, no es posible aumentar la oferta de productos; entonces (si no hay mayor atesoramiento) los aumentos de circulante monetario se traducen exclusivamente en aumento de precios. Es lo conoce como “inflación de demanda”.

Pero la ocupación plena no es la situación normal ni es habitual en nuestro continente. Por eso se levantaron varias voces teóricas contra este enfoque, como la del estructuralismo latinoamericano (Prebisch, Sunkel, Furtado) que plantearon que la inflación en América latina no es un fenómeno monetario sino que es un síntoma de desequilibrios existentes en la economía real y que es preciso analizarla dentro del marco social, político e institucional de cada país en particular; por ejemplo, Marcelo Diamand mostró que el crecimiento económico en los países dependientes está asociado a un aumento de las importaciones y si las exportaciones no crecen al menos al mismo ritmo, se produce un estrangulamiento externo con crisis en la balanza de pagos; esto da lugar a sucesivas devaluaciones de la moneda local que se traslada a los precios de bienes y servicios, dando lugar a la espiral inflacionaria. Al principio el “estrangulamiento” se puede postergar mediante el endeudamiento externo, pero esto lo que hace es agravar la situación, como bien sabemos los argentinos por el desastre que dejó el gobierno de Mauricio Macri.

El Estado recibe sus ingresos calculados con atraso mientras que sus gastos aumentan con la inflación, por lo que el déficit fiscal es la consecuencia necesaria del proceso. Normalmente cubre ese déficit con emisión monetaria. Menos mal, dicen los estructuralistas, ya que si no hubiera emisión el aumento de precios reduciría el valor real del dinero circulante, produciendo iliquidez y profundizando la recesión, con quiebras y desocupación.

Obsérvese la diferencia de enfoque: para el monetarismo la emisión monetaria era la única causa de la inflación mientras que para el estructuralismo era la consecuencia, originada en la economía real. Como decía el profesor Julio H. Olivera, “la cantidad de moneda no está en el inicio de la cadena causal de la inflación; no tiene un carácter autónomo y es una variable inducida por la acción de factores no monetarios”. Inclusive el FMI ha abandonado su posición monetarista tradicional para reconocer el carácter multicausal de la inflación.

En la actualidad estamos sufriendo fuertes presiones inflacionarias. Como la inflación se define como un aumento generalizado y continuo de precios, hablar de inflación, entonces, es hablar de la formación de los precios.

En nuestro país, para analizar la inflación, tienen importancia los precios de los siguientes grupos de bienes: 1) los exportables, 2) los producidos fundamentalmente para el mercado interno y 3) otros bienes, como las verduras frescas, que dependen de la oferta (es decir, de la época del año y de las condiciones climáticas). Nos ocuparemos de los dos primeros, que son los más importantes.

Respecto a los primeros, nuestras exportaciones tradicionales, y todavía de gran peso, están relacionadas con el agro, principalmente cereales y carne, que forman parte básica de la alimentación y, por lo tanto, sus precios afectan directamente al costo de vida. Argentina es “tomadora” de precios, lo que significa que el precio final depende del precio en el mercado internacional multiplicado por el tipo de cambio (para convertir dólares en pesos). Cabe señalar que las retenciones a las exportaciones se aplican para amortiguar los efectos de los mercados internacionales en el local.

En los bienes elaborados fundamentalmente para el mercado interno, en general las empresas productoras y las comerciales líderes tienen un poder oligopólico sobre el mercado, lo que les permite fijar los precios de venta en función de sus costos y aplicando un margen de ganancia bruta que depende de la competencia entre ellas o, habitualmente, a los acuerdos a que se lleguen. Los componentes fundamentales de los costos son los insumos (materia prima, tarifas energéticas, etcétera) y el costo salarial (salarios acordados por las convenciones colectivas de trabajo menos los aumentos de la productividad). A estos costos se le suma el “mark-up”, es decir, el porcentaje sobre los costos que en concepto de ganancia bruta obtiene el empresario. Hay que tener presente que normalmente las empresas líderes trabajan con un margen de capacidad disponible, por lo que pueden adecuar la oferta a las variaciones de demanda, sin afectar los precios fijados.

De la enumeración anterior surge que las variables fundamentales que determinan los precios son: los precios del mercado internacional, el tipo de cambio, las tarifas de los servicios públicos, el nivel salarial neto (descontando los cambios en la productividad) y la tasa de ganancia bruta de las empresas. Las variaciones de estas variables son las que determinan la variación de los precios, es decir, causan la inflación de un país.

En nuestro país y en este momento tanto el tipo de cambio, las tarifas como los salarios siguen con retraso a la evolución de la inflación, por lo que no pueden ser causa de la misma. Por parte del mercado internacional, hay un aumento general de las materias primas (lo que es una buena noticia para la economía argentina) y cuyo efecto en los precios locales se puede reducir con un aumento de las retenciones a la exportación. Queda entonces, el último factor, en estos momentos el de mayor incidencia, que es tasa de ganancia bruta de las empresas. Hay empresarios que, aprovechando el comienzo de la recuperación económica, pretenden en poco tiempo recuperar la rentabilidad que fue afectada por la crisis originada por la política de Macri y agravada por la pandemia del coronavirus, aprovechando para eso el carácter altamente concentrado del mercado. Y hay también, como dice Héctor Polino, de Consumidores Libres, “una cultura inflacionaria: se remarca el precio por las dudas”.

(*) Doctor en economía. Ex decano de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Nacional del Comahue y ex vicerrector de la Unco. De vaconfirma.com.ar

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