Día del periodista

Sujetos políticos y trabajadores con derechos

No bajar las banderas y hacer periodismo


El Día del Periodista y el Trabajador de Prensa podría recordarse, casi un lugar común pero no menos significativo, como un homenaje a Mariano Moreno, cuando publicó La Gazeta de Buenos Ayres, el primer periódico del país, en 1810, en el marco de la Revolución de Mayo.

Ese hecho es abordado en 1938 por el Primer Congreso Nacional de Periodistas celebrado en Córdoba, que lo adopta como fecha de celebración en honor al primer medio de prensa con ideas patrióticas.

En realidad, con ideas revolucionarias. Porque La Gazeta… fue pensado como un instrumento “para anunciar al público los actos oficiales y las noticias exteriores y locales”. Entre sus escribas estaban, fundamentalmente, Manuel Belgrano, Juan José Castelli y el propio Mariano Moreno.

No existía nada de ingenuidad en los jóvenes patriotas, el periódico fue pensado y desarrollado para dar una disputa política en la construcción de sentido, en el discurso y en la práctica, en un contexto determinado y también para informar sin más mediaciones que las palabras y las ideas volcadas en La Gazeta…

La reflexión y el recuerdo vienen a cuento cuando se trata de disociar la tarea periodística de la actividad (acción) política, que, claro está, no refiere a una práctica partidaria.

De hecho, no aceptar que los periodistas son sujetos políticos es no reconocer la esencia del trabajo/profesión que los constituye.

Es que en la génesis de la comunicación, desde los confines de la historia, el hombre se comunicó, se expresó, mucho antes de la invención de la imprenta, con sus intereses a cuestas. Aportando su mirada, su punto de vista, informando y de alguna manera incorporado conocimientos nuevos.

Así, como sujetos políticos e intelectuales, los periodistas “intervienen” en lo real desde su perspectiva.

Si bien la objetividad no existe, lo cual constituye un mito, lo que si hay son fenómenos fácticos independientes de la voluntad de los sujetos. Los hechos ocurren, la cuestión es cómo contarlos.

La modernidad trajo el progreso y el desarrollo en todos los planos posibles y también expuso con nitidez la división entre capital y trabajo, en buen romance, explotados y explotadores.

Los grandes e históricos diarios (La Nación, Crítica, El Mundo, La Capital de Rosario) mutaron en empresas periodísticas y en corto tiempo estas empresas pasaron a ser parte de de conglomerados que, entre otras actividades, desarrollaban el negocio de comunicación y la información.

En sintonía, los periodistas y los trabajadores de prensa se “proletarizaron” dejando muy atrás la idea del periodismo como una “profesión liberal”.

El Estatuto del Periodista de 1947 (ley 12.908) lo establece con una sabiduría cuasi eterna: los periodistas son trabajadores en relación de dependencia, lo cual implica que deben percibir un salario.

Además, no se definen por el “instrumento” (en épocas donde la Olivetti era la estrella) que utilizan, sino por lo que hacen. Y lo que hacen los periodistas es contar. Y contar es lo hacemos, desde un lugar, desde una perspectiva, desde una cosmovisión del mundo, desde una pertenencia.

Sin ombliguismo ni delirios de grandeza. Rigurosos en “el mirar” pero sin atisbo de neutralidad. No existe el “periodismo militante”, existe el periodismo. Y la militancia también, pero en el gremio y el sindicato para defender y ampliar los derechos como trabajadorxs.

Se afirma con razón que el periodismo es una profesión de riesgo. Los trabajadores de prensa desaparecidos durante la última y más sangrienta dictadura cívico-militar dan cuenta de ello.

Pero también lo atestiguan los juicios, la censura y los aprietes más variados que padecen los trabadores y mucho más, en una profesión que siempre se entendió reservada a los varones, las trabajadoras.

Es difícil encontrar mujeres en instancias de decisión en las estructuras periodísticas, ya sea en las redacciones, lo administrativo o comercial. En ese sentido, los medios de comunicación están atravesados por los climas de época. Lo que no varía (o no debería) son las reglas del oficio.

Tan sencillas y básicas que no entenderlas sugiere una actitud deliberada.

Entender, por ejemplo, que la comunicación es un derecho humano inalienable para todas y todos es un dato crucial, y si bien parece obvio, es preciso recordar que es necesario ratificarlo todos los días ante la furia del “periodismo de guerra” de los monopolios de la palabra.

También que el derecho a la información y la libertad de expresión no son consignas sino partes constitutivas del hacer periodístico. Y sin embargo, aquí estamos machacando una vez más sobre cuestiones que sólo se explican por el imperio de políticas públicas ajenas al bien común.

La concentración de la comunicación y la información en pocas manos degrada la calidad democrática al punto de construir “alternativas políticas” que empujan a las sociedades al borde del abismo.

Nuestra tarea no es más importante que ninguna, tampoco es especial. Nuestra tarea es contar historias verdaderas. Y sin ocultar de qué lado nos ponemos ser brutalmente rigurosos en lo que contamos.

Nuestra tarea es argumentar, investigar e informar sobre problemáticas que tengan impacto en las decisiones del conjunto de la sociedad.

Nuestra tarea es asumir la responsabilidad de comunicar sin esperar demasiado a cambio.

En honor a Moreno, a Rodolfo Walsh, a lxs compañerxs caídos, a los pelean todos los días por sus derechos y no bajan los brazos.

Nuestra tarea es no bajar las banderas. Nuestra tarea es hacer periodismo.

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