Policiales

Crimen y merca

Nino Corro, el hombre acusado de una ejecución mafiosa

El hallazgo de un cuerpo con cuatro balazos en la espalda y semicalcinado, que luego se supo era del italiano Vittorio Piva, condujo a la detención de Héctor Andrés Corro, un hombre con varias caídas y hasta una condena por narcotráfico desde los 90


El campo de trigo donde se encontró el cadáver del “empresario” italiano, aunque el crimen fue cometido en otro lugar.

En estos días, diarios y portales dieron cuenta de la detención de Héctor Andrés Corro, alias Nino, de 55 años, un conocido narcotraficante con abultado prontuario –incluida una condena– como el principal sospechoso del crimen del italiano Vittorio Piva, al parecer un empresario de 46 años, quien a mediados de octubre fue encontrado con cuatro tiros en la espalda, con signos de tortura e incinerado y aún humeante, en un campo de trigo y con maderas de pallets quemadas, sobre la ruta provincial 193, en el norte bonaerense. Hasta el momento, el caso se encaró como un crimen con claras señas mafiosas y probablemente ligado al tráfico de drogas. Corro quedó procesado por homicidio agravado por alevosía, tiene prisión preventiva y un embargo de ocho millones de pesos. Al parecer, Corro no fue quien ejecutó a Piva, pero pudo haber sido quien lo entregó a sicarios para que lo mataran. El móvil habría sido una deuda narco que contrajo el italiano al haberse quedado con 30 kilos de cocaína que no eran suyos. La esposa de Piva, la brasileña Mary July Melgar Landivar, que tiene domicilio en una ciudad boliviana, asegura que su marido era el acreedor de un negocio vinculado con la soja pero del que ignoraba los detalles.

Llamadas telefónicas

 

“La persona que apareció muerta es un narco que mandaba merca adentro de contenedores en latas en el puerto de Campana. Lo mataron por un vuelto de como 30 kilos y la que hacía todo el tema con él es la brasileña, que es la que hace los movimientos de drogas y con uno que se llama Jorge, que le dicen el Loco, y uno de apellido Zarabia”, decía textualmente el llamado anónimo que se escuchó en la División Operaciones Federales de la Policía Federal el último 26 de octubre. La denuncia –que en la mayoría de los casos remite a un clásico método policial para blanquear información en un expediente– sirvió para que la causa pasara al fuero federal y se ordenaran algunas medidas como la intervención de teléfonos para atar cabos. Uno de ellos fue el de Corro, donde se detectó un diálogo que llamó la atención del juez Adrián González Charvay, a cargo de la causa. “Hay un quilombo con vos, ya te voy a contar”, le dice a Corro un hombre identificado como el Gordo, a lo que el interpelado contesta: “Yo este caramelito no me lo voy a comer gratis”. A esto se suma que en sus audios de WhatsApp, la esposa del empresario italiano habla de un tal “Andre” como la persona que vio por última a su marido e incluso habla con “Andre” y le ruega que le diga qué pasó con su marido. Para el juez, “Andre” no es otro que Corro, al que mencionan por su segundo nombre: Andrés y porque el celular del narco se activó cerca de la casa de Piva en el barrio porteño de Villa Crespo un día antes de que desapareciera.

Soja blanca

El italiano Vittorio Piva era ingeniero mecánico y sostenía que se dedicaba al comercio de soja, y se movía entre Buenos Aires, Brasil, Paraguay, Bolivia y algunos países europeos, sobre todo España. Conoció a su mujer en Brasil y pronto se mudaron a Bolivia, donde se establecieron en una ciudad cercana a La Paz. Eran concubinos y una sobrina los ayudaba con las tareas domésticas en el departamento porteño de Villa Crespo. Ella fue quien denunció la desaparición de Piva. La hipótesis de un crimen narco o de tipo mafioso que manejan los investigadores está basada en una detención por drogas que Piva tuvo en 2016, por las características del hallazgo de su cadáver y por los constantes viajes que hacía a España, Bolivia, Brasil, Uruguay y Paraguay. En febrero de 2016, Piva había sido detenido en el barrio porteño de Constitución por efectivos de la División Robos y Hurtos de la Federal, quienes interceptaron a unos sospechosos que descendían de un taxi con la caja de un televisor y en la que en su interior había dos kilos de cocaína. No se conocieron demasiados detalles pero finalmente el procedimiento fue declarado nulo y el italiano fue sobreseído y liberado. También se supo que Mary July Melgar Landivar tiene antecedentes por narcotráfico relacionados con otras parejas anteriores. En el departamento de Piva se secuestraron 24 chips de celulares prepagos y según la sobrina de su mujer faltarían 250 mil dólares, que estaban guardados en una especie de caja fuerte. Hasta el momento, las averiguaciones no pudieron dar con ninguna actividad legal del italiano pese a que se rastrearon algunas ligadas al negocio sojero.

El pasado lo condena

En agosto de 2012, un hombre de 49 años fue detenido en una estación de servicio en la zona de Fighiera, 40 km al sur de Rosario, luego que fuera perseguido por policías federales. En su auto fueron encontrados 11 kilos de cocaína y una vez allanada su casa, en Zárate, se descubrió una cocina para el estiramiento y fraccionamiento de la droga y un kilo más de cocaína. El automovilista venía de eludir un control en la autopista Rosario-Buenos Aires y ya se había ordenado un operativo cerrojo para detenerlo. El conductor sería identificado como Héctor Andrés Corro y en esa oportunidad fue puesto a disposición del juzgado federal número 3 de Rosario, a cargo de Carlos Vera Barros. Ya desde los 90, el Nino Corro, como se lo conocía, había estado detenido un par de veces y fue condenado a ocho años por una resonante causa narco denominada Operación Canaria. Más tarde, en 2004 fue otra vez detenido tras el intento de soborno a un jefe policial para que le dejase traer un cargamento de 20 kilos de cocaína y haber prometido “entregarle” otro de 60, con otros protagonistas. Al poco tiempo, Corro obtuvo la libertad merced a su buena relación con quien lo investigaba entonces, el juez federal Federico Faggionatto Márquez. Pero en 2005 se peleó con Faggionatto Márquez, que había puesto a dos policías de la División Narcotráfico a cuidar a Corro y su familia, ya que había recibido amenazas de secuestro. Corro terminó denunciando al juez por querer extorsionarlo. Faggionatto Márquez pidió su captura nuevamente y lo acusó de traficar cocaína negra –una variante de la cocaína convencional con un proceso especial que le da color negro para traficarla con mayor disimulo– aunque finalmente esto no pudo ser comprobado y la Justicia terminó fallando a favor de Corro. En 2008, en una inspección de rutina que realizaban efectivos de la Dirección de Sustracción de Automotores, en un taller de la calle General Paz,  a dos cuadras de la casa de Corro, descubrieron una gran cantidad de precursores químicos utilizados en la fabricación de drogas. El dueño del taller dijo que guardaba esos elementos a un vecino llamado Héctor Corro. Nino logró seguir en libertad y nunca habría dejado de estar vinculado con el negocio de la droga puesto que evidentemente tiene un alto grado de eficacia en su relación con los hombres de la Justicia y con los de las fuerzas de seguridad, a quienes parece haber manipulado a su antojo, incluso convirtiéndose en denunciante –o soplón– bajo identidad reservada.

Se presume inocente

Ante las recientes acusaciones, Corro se declaró inocente y no aportó datos durante su indagatoria. “Que por el tema del homicidio no tengo nada que ver. Yo con narcotráfico hace tiempo que no me manejo con el narcotráfico, que me haya quedado con amigos. No tengo nada que ver con el homicidio. No soy un narcotraficante. No opero en una red de narcotraficantes. Por ahora no voy a contestar preguntas. Yo estoy dispuesto a colaborar en lo que quieran”, se leyó en la resolución en la que seguramente el juez no mostró todas las cartas que puede jugar. Habrá que ver entonces cómo Nino utilizará ahora sus habilidades.

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