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Niñez: hay que pensar en grande

El psicólogo e investigador del Conicet Facundo Corvalán advirtió que los adultos suelen imponer modelos de éxito de forma muy prematura, mientras que lo que el chico necesita es tiempo para jugar. Otro peligro, la medicación.


El tránsito por la infancia, como etapa bisagra en la adquisición de valores para la vida en sociedad y en la formación como persona, puede verse obstruido por múltiples factores. La ausencia de políticas estatales, falta de contención del círculo familiar y social, deserción escolar y, sobre todo, convivir en un contexto en el que las exigencias aumentan en detrimento de las oportunidades aparecen como los puntos de mayor preocupación señalados por los especialistas, para quienes un abordaje interdisciplinario de la problemática evitaría situar al niño en el centro de una fragmentación de discursos y prácticas.

“El niño es muy permeable a las representaciones que sobre sí mismo proyectan los adultos y las voces que hablan a través de ellos. En este contexto se observa una vulneración de la infancia por esta urgencia de convertirse en un joven empresario, en un exitoso, en un Messi. El niño necesita jugar y ello requiere tiempo”, consideró el psicólogo Facundo Corvalán. En una entrevista con El Ciudadano, el investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) observó que “determinadas formas de habitar la infancia son nocivas”, por lo que estimó importante “plantear estrategias para acercar recursos” y lograr un tratamiento integral.

“Muchas veces vemos que si el chico no se queda quieto es visto como una enfermedad, como un síndrome de desatención. Entonces aquí aparece el discurso patologizador, en el que características culturales son llevadas al plano de lo medicable”, manifestó con rechazo Corvalán. Como contrapartida de ello, reveló también la existencia de casos de padres que no reconocen síntomas en sus hijos, como puede ser el caso de una infección o que éste pase diez horas frente a la computadora o televisión.

En este marco, el docente de la Facultad de Psicología, actualmente al frente de un estudio antropológico sobre este sector etáreo, observa un desfase del sistema educativo que sigue insistiendo en la demanda de “atención constante a un simple factor, como puede serlo la voz de un docente”, cuando el niño actual se encuentra constantemente expuesto a múltiples estímulos. En otras palabras, “su conciencia, percepción y capacidad de atención” posee determinadas características que no se reproducen en la institución escolar, “que todavía ve un modelo niño que desapareció hace más de 60 años”.

De este modo, propuso “buscar complicidad entre el discurso de la familia, la escuela y todos los otros actores que bregan por el cuidado de la infancia” para empezar a tomar conciencia sobre “cuáles son las responsabilidades de los adultos” más que las falencias de los chicos.

Jóvenes padres

Un rasgo característico del último tiempo es el alto índice de paternidad o maternidad juvenil, punto sobre el que Corvalán señaló varias posibilidades de lectura.  “Hay casos de adolescentes que no se embarazan por desconocimiento de los métodos anticonceptivos sino por convicción, porque ven que su proyecto de vida se encuentra focalizado en la maternidad”, explicó.

Lo que ocurre es que muchos jóvenes “se ven obnubilados a la hora de pensarse en un proyecto de vida, en otra instancia educativa o en situación de trabajo”, por lo que el rol de las instituciones debe ser acompañar y “presentar posibilidades para su desarrollo”, evitando así que esa falta de proyecto se reproduzca en futuras generaciones.

El rol del Estado

El también investigador del Instituto Universitario Gran Rosario evaluó que gran parte de las problemáticas visibles en esta etapa se dan como consecuencia de “un momento histórico en el que el Estado se ha desligado de funciones como la educación y la salud”. En ese sentido, analizó que las instituciones gubernamentales cumplen un rol protagónico a la hora de “plantear políticas y respetar legalidades”, resaltando así los planes de asistencia social, como la Asignación Universal por Hijo impulsada por el Ejecutivo nacional. Empero, apreció que no resulta suficiente con “sancionar leyes y poner al niño en un pedestal” si detrás de los discursos “no hay prácticas coherentes” con el modelo de infancia que se intenta construir.

“Desde el Estado se debe lograr no sólo que el chico se incluya sino también que encuentre sentido en esas instituciones. Si la escuela deja de permitirle la apropiación de significados que le sirvan para su cultura, corremos el riesgo de que otros actores sociales se pongan a instruirlo en función de valores que no son del todo coherentes con una vida ciudadana. Y esto no sucede sólo en determinados sectores sociales; no culpemos a la miseria de una problemática social”, completó el especialista.

Los chicos toman la palabra

“Los chicos exteriorizan siempre y cuando haya un destinatario preparado para escuchar esas voces. Viven pidiendo cosas para transformar su situación. Que un chico no quiera ir a la escuela, pase diez horas frente a la computadora o no juegue con sus amigos está diciendo algo. Son distintas formas de llorar”, explicó el psicólogo Facundo Corvalán.

El investigador reveló que, inmiscuidos en una sociedad de consumo, “los niños notan las cosas que les faltan” aunque muchas veces esas voces son silenciadas “por ciertos discursos de modelos de bienestar o hasta que ocurran situaciones límite”.

A modo de ejemplo, citó el caso de padres que vulneran ciertos derechos de los niños basándose en que éste “se adapta”.

“Ahí entraríamos en un cinismo relativista porque no es el niño el que tiene que reclamar sus derechos, sino el adulto el que tiene que cumplirlos y hacerlos respetar”, concluyó.

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