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Ni lo intenten, el futuro es nuestro

Odian lo que nosotros amamos y no lo disimulan. Con perversa recurrencia, vaciaron y entregaron el país, y empobrecieron a millones, se opusieron a cualquier conquista popular. Y lo predicaron desde sus diarios oligárquicos que sobreviven y siguen supurando rencor, a través de sus voceros


Por José Osvaldo Dalonso

Desde los albores de esta Patria linda, nunca tuvieron freno. Fusilaron a Dorrego, empujaron al exilio a San Martín y a Rosas, exterminaron indios para repartirse sus tierras, fusilaron en la Patagonia, bombardearon la plaza de Mayo, profanaron el cadáver de Evita -antes, pintaron “Viva el cáncer”-, fusilaron en José León Suárez, desaparecieron, violaron, torturaron, arrojaron cadáveres al Río de la Plata. Y sus historiadores lo celebraron como victorias, como progreso.

Con perversa recurrencia, vaciaron y entregaron el país, y empobrecieron a millones de compatriotas y se opusieron a cualquier conquista popular. Y lo predicaron desde sus diarios oligárquicos que sobreviven y siguen supurando rencor, a través de sus voceros de la radio y de la televisión, y en sus cloacas del ciberespacio.

Odian lo que nosotros amamos y no lo disimulan.

Lo de ayer no me sorprende; pero sí me interpela con algo que desde hace mucho tiempo me vengo repitiendo -porque necesito repetírmelo, porque no dejo de caer en el tonto error- y es bancar el proyecto siempre, aún con sus retrocesos y tragando sapos; estar más cerca de las compañeras y de los compañeros, aceptar que tengamos diferencias, tener capacidad para entender lo que yo creo (y tal vez no es así) son errores o deslices, ser más fraternal con ellas y con ellos, estar más unidas y unidos; porque del otro lado está el egoísmo y la insensibilidad, lo cruel y lo perverso, que cuando se potencian es atrocidad, horror. Y en esta Patria linda sabemos qué es el horror.

De todos modos, no me deja de reconfortar que nadie de mis seres queridos, ningún familiar, ninguna amiga ni amigo, ningún conocido o conocida, participó ni avalaría la atrocidad colectiva de ayer ni lo va a hacer nunca.

Y lo digo con la frente alta, con el orgullo de mi identidad política y sabiendo que somos muchas y muchos los que podemos decir lo mismo. No me siento solo; tal vez, permítaseme, porque siendo peronista es imposible sentirse solo.

Entonces, la bronca va pasando y sigo pensando lo mismo: la historia está de nuestro lado y, como decía años atrás esa pibada parida en los años más felices: “ni lo intenten el futuro es nuestro”

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