El Hincha

Arranque que promete

Newell’s y un triunfazo para gritar con el alma y alimentar la ilusión

El inicio del ciclo Gamboa arrancó con un partido de locos, de esos que se recordarán por mucho tiempo. La Lepra derrotó 3-2 a Talleres tras estar dos goles abajo y reaccionar a puro coraje y convicción.


Producción fotográfica: Franco Trovato Fuoco.

Gritalo Newell’s, gritalo con el alma. El Coloso tuvo una tarde de desahogo, de festejo postergado. Un partido que ilusiona, que contagia esperanza. El inicio del ciclo Gamboa arrancó con un partido de locos, de esos que se recordarán por mucho tiempo y con gente en las tribunas hubiera sido un delirio interminable. Newell’s derrotó a Talleres 3-2, tras estar dos goles abajo y reaccionar a puro coraje, con la mano del entrenador desde el banco y la convicción de un equipo que en el semestre pasado se hubiera entregado a la derrota.

Newell’s jugó 30 minutos iniciales para ilusionar. Fue otro equipo. Con entrega, con ambición, compacto en sus líneas y con sus jugadores comprometidos. Era otra la imagen, esperanzadora. Fue tan bueno lo del inicio, esa media hora de entusiasmo, que el 0 a 0 era injusto. Fernández -de gran inicio- cabeceó sobre el travesaño en soledad y hubo lamentos. Newell’s era otro. Neutralizando a un Talleres que en el pasado reciente lo había pasado por arriba físicamente. Nadie desentonaba, ni siquiera el pibe Mansilla, que arrancó con tres cruces de alto impacto. Pero hubo un quiebre. Esas jugadas que en algunas ocasiones marcan el destino de un partido, a veces de manera caprichosa. Tras un córner, Cacciabue sacó un zapatazo con pinta de gol y la pelota reventó el travesaño. Y de esa desafortunada acción, la pelota derivó en Michael Santos, que tras un fallido cierre de Bíttolo, inició una corrida solitaria para vulnerar a Aguerre y poner un impensado 1 a 0.

Ese gol derrumbó a Newell’s. Fue un golpazo que lo tiró a la lona. El equipo empezó a parecerse al del semestre pasado. Desarmado, mal parado, nervioso, desprolijo. No tuvo tiempo Gamboa de corregir, de pagar un par de gritos en el vestuario. A segundos del pitazo, Mansilla mostró su inexperiencia y se encandiló con el sol cuando debía despejar de cabeza, y su error dejó a Santos otra vez cara a cara con Aguerre, aunque esta vez el delantero prefirió habilitar a Auzqui, quien empujó la pelota al 2 a 0.

La Lepra estaba para el cachetazo. Una mano más iba a llevar el conteo hasta diez. Pero Talleres sobró el partido. Se acordó que en el los últimos cruces recientes con la Lepra le alcanzaba con pasar al frente para ganar. Y se sintió cómodo con el 2-0.

A diferencia de ciclos anteriores, Gamboa sacó a relucir una de sus virtudes: el carácter. El DT no se entregó, impulsó al equipo desde afuera y contagió entusiasmo. Y además acertó con los cambios. Adentro Garro y Compagnucci, momento clave del partido.

Gamboa hizo lo suyo, el equipo le respondió. Y los goles llegaron de pelota parada, aunque fueron producto de un equipo que empujó a Talleres contra su arco a fuerza de coraje. Cabezazo al gol de Compagnucci, para arrancar una remontada que de imposible pasó a ser creíble.

El partido tuvo otro momento clave. Le debía un guiño a Newell’s y se lo devolvió con el mismo travesaño que le había ahogado el gol a Cacciabue. Santos tiró por arriba de Aguerre y el parante no dejó entrar la pelota. El destino tenía pensado otro final, distinto al pasado reciente repleto de derrotas.

Scocco peleó en el piso y dejó viva una pelota. Garro sacó un centro preciso y Compagnucci casi anota el segundo. Del córner, otra vez ejecutado con certeza por Castro, apareció Garro y puso el 2-2. Toda de Gamboa.

Lejos de conformarse con un resultado que ya pintaba a heroico, la Lepra fue por el triunfo. Y mientras Talleres trataba de entender lo que pasaba, de otro tiro de esquina llegó el tercero. Cabeceó Sforza, Garro exigió una atajada de Herrera y Cristaldo empujó la pelota a la red. Delirio total, festejo infinito.

El final no tuvo reservado sufrimiento. Newell’s no tuvo que aguantar como pudo cerca de Aguerre, ni se puso a rezar para que el rival no le aguara la fiesta. Aparecieron Scocco, Cristaldo y Garro y “pincharon” la pelota, la durmieron lejos del sufrimiento. Y cuando la perdieron, dejaron el alma para recuperarla, por eso se fue expulsado Nacho a los 94 minutos tras tirarse al piso para que un defensor rival no iniciara un ataque.

Ganó Newell’s, pero no fue una victoria más. Fue un triunfo para que la decepción y bronca de los hinchas, al menos por un rato, dejara lugar a la ilusión. El ciclo Gamboa empezó con un triunfo, pero lo más importante, le devolvió algo de fe a los hinchas. A creer.

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