El Hincha

Análisis del partido

Newell’s se trajo un merecido punto de la Bombonera

La justicia entendió que tenía que darle un guiño al Rojinegro por los hechos en los noventa


La línea entre lo justo e injusto pocas veces es fácil de percibir, en la vida, y mucho más en el fútbol. No siempre es fácil determinar si los méritos van necesariamente de la mano con el resultado. Y la realidad es tan impiadosa, que ni siquiera permite conformarse con dádivas al oído.

Pero anoche, por un rato, la justicia entendió que tenía que darle un guiño a Newell’s. Vio que el planteo de Kudelka había sido casi perfecto, que los jugadores corrieron más que nunca, que Fernández cada día se luce más, que Gentiletti derrocha jerarquía, y que la primera que pierde Lema de cabeza no podía ser tan dolorosa. Y además observó cómo el árbitro Herrera se vio tentado por las luces de la Bombonera y con pequeños y grandes fallos inclinó la cancha. No podía irse la Lepra sin nada de la cancha de Boca. No era justo, aunque en el fútbol no siempre el resultado refleja lo que sucede dentro de la cancha.

El partido se entendió enseguida. Newell’s asfixió la salida de Boca, lo incomodó a partir de la entrega de sus jugadores, y lo hizo un equipo inofensivo. Pero también se veía que al equipo de Kudelka le iba a costar anotar, no era la noche de Albertengo y Alexis, y tampoco de Maxi, que falló desde donde pocas veces se equivoca.

Impiadoso, el partido le metió dos puñetazos al mentón a la Lepra. Lesión de Cacciabue y gol de Izquierdoz. Para desestabilizar a cualquiera, para tirar la toalla, para mirar al cielo y pedir un poco de justicia divina, porque la terrenal no aparecía.

Newell’s no claudicó. Insistió. Golpeó la puerta del empate creyéndose merecedor. No se resignaron los jugadores, mucho menos Kudelka. Y entonces llegó la Justicia, esa que en el fútbol amaga y no siempre aparece. No iba a ser la noche donde mirara de costado con sorna. Esta vez no. Y entonces eligió que no sea un empate más. Un centro perfecto fue de Julián Fernández, para que complete más casilleros de virtudes; un cabezazo goleador de Insaurralde, un olvidado al que Kudelka le dio una chance y en la primera pelota que tocó le dio a la Lepra el empate. Debía ser así. Lejos de la lógica. Justo, festejado, merecido, motivador. Una caricia en el alma para un equipo que creyó en sí mismo y no se resignó a una nueva injusticia futbolera. Sí, se puede.

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