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Hip Hop

Natasha Fei en Room 41: Persistencia de la madre plaza

La artista cordobesa multidisciplinar llega al ciclo de Room 41 con una pluma excepcional


Por Franca Hernández

El ciclo musical de Room 41 continúa su recorrido donde distintos raperos y raperas pueden mostrar su talento frente al micrófono. Su expansión es tan federal como sus referentes, lo cual hace a la riqueza absoluta de su propuesta.

En este caso, el sillón fue ocupado por una artista multidisciplinar que lleva el Hip-Hop como bandera de militancia; el rap como canal de expresión y la espiritualidad como herramienta de vida. Se presenta como rapera, beatmaker, tallerista, jurado de batallas de gallos y freestyler. Directamente desde Jesus María, Córdoba: Natasha Fei.

Ya pasaron casi diez años desde que Natasha, también conocida como Feiler, dio sus primeros pasos dentro de la cultura. Y hasta el día de hoy sigue firme en la plaza dando todo lo que está a su alcance para colaborar en la construcción colectiva y positiva de la misma. Su presencia infaltable en el ecosistema Hip-Hop de Córdoba hizo que sus pares la coronen con el apodo: “La madre plaza”.

Charlamos con ella para poder adentrarnos tan sólo un poco en el mundo lirical que nos presenta en su estreno.

–Para dar un poco de contexto a Natasha Fei… ¿Cómo fueron tus inicios en la cultura Hip-Hop? ¿Qué fue lo que te llamó la atención del movimiento?

–La historia es que estaba en una fiesta de after y cuando salgo a tomar aire veo a unos chicos haciendo “ruido”, todo esto a finales del 2013, y yo dije: “¿Qué onda?… ¿Qué es esto?”. Me acerqué, les pregunté y uno de los pibes me contesta: “Están haciendo beatbox y el otro está haciendo freestyle”. Eso me llamó mucho la atención, porque era como que el chabón estaba hablando sobre el ruido que hacía el otro. Después de eso, volví a mi casa y busqué batallas de freestyle y beats de rap en todas las redes que pude (…)
Entendía, por concepto de escuchar, que lo importante era rimar y que cada uno podía escribir lo que se le diera la gana. No había nada que te limitara. Entonces, empecé a escribir y cuando me escuchaba en el beat era como que no encajaba (risas). Ahí arranqué a contar las sílabas mientras estaba escribía. Entonces decía: “Bueno, acá quedaron bien 16 sílabas”. O sea, me acuerdo de tener marcado el número exacto de sílabas en las letras para darme cuenta qué cantidad entraba en cierto tiempo de cierto beat. Al tiempo empecé a hacer freestyle y ya tenía bien interiorizado los tiempos, no me pasaba, no me quedaba corta.

–¿Qué destacas de esos primeros pasos en las batallas?

–Algo que había notado cuando empecé a rapear era que a las pibas les tiraban cosas como: “Sos una puta”, o ese tipo de contenido. Y yo no quería que me trataran así. No me gustaría, ni me gusta, ni quiero que me traten así. Entonces, desde un principio, cuando empecé a competir, mi impronta fue desvalorizar ese tipo de rimas. Las respondía con algo para que el rival quedara en ridículo, pero no desde el lado de decir boludeces berretineras, sino desde un lado un poco más consciente. Al tiempo ya me dejaron de tirar ese tipo de contenido porque no funcionaba. También pasaba que venía gente que no me conocía, me tiraba algo así y no se lo festejaban tampoco. Era cómo había logrado imponer ese respeto… que de por sí ya debería de ser dado.

–En varias ocasiones escuché que personas dentro de la cultura te nombran como: “Madre plaza”, ¿Cómo surge ese nombre?

–Yo no me puse ese nombre, los chicos empezaron a llamarme así. Al estar hace tantos años en la cultura, ya al día de hoy unos nueve años, siempre fui alguien que estuvo ahí. Yo entré grande a la cultura, tenía dieciocho años. La mayoría de los pibes entraron cuando eran chiquitos, tenían entre catorce y dieciséis años. Naista, Larrix, Mecha… a todos ellos los ví cuando eran chicos y ahora son hombres grandes. Me pasa eso con un montón de pibes. Yo nunca me moví de la plaza, siempre supieron que cuando volvieran yo iba a seguir presente (…) Para competir, para gestionar, para apoyar, para bancar. Y siempre estuve para aquellos que llegaron después. De alguna u otra forma siempre sabían quién era yo. Entonces los chicos me empezaron a llamar: “La mamá de plaza”. Ya sea por ofrecer un techo, como ellos me lo ofrecieron a mí, o por intentar cuidarlos lo más que pude.

–Pasando al plano musical, hay una frase en uno de tus temas que dice: “Siento que todo esto lo merezco, aunque en el fondo no lo quiero y más en el fondo lo prefiero” ¿Cómo es esa relación con el reconocimiento dentro de la cultura?

–Hubo muchas etapas y momentos clave. Fueron varias veces donde pensé: “¿De verdad quiero seguir haciendo esto?… ¿Es lo mio el rap?”. Me lo replanteé porque sentía que capaz no se me valoraba como yo quisiera, pero no desde mi punto de vista, de la forma que yo lo haría en realidad. Eso es lo que siempre me carcome la cabeza de todo.
(…) Una de esas veces fue durante la cuarentena, no sabía si seguir participando en la cultura, o del rap, porque no sabía bien qué hacer. Hasta que mi mamá me dijo: “Vos siempre vas a ser buena en lo que quieras hacer, porque sos buena en todo lo que te propones hacer. Tenés que mostrar más lo que haces”. Yo sabía que tenía un montón de cosas escritas, pero las tenía yo nada más. Entonces pasaba que en mi cabeza merecía el reconocimiento, pero para el afuera no estaba mostrando casi nada de lo que hacía. También por exigente, me cuesta mucho estar conforme con lo que hago (…). En ese punto dije “Bueno, capaz tiene razón mi vieja”. Agarré y subí un videito con una letra que hice. Lo hice como un video de cuarentena, como de quién está aburrido. Y me acuerdo que una amiga había compartido ese video… y se lo contestó Chystemc. Le puso algo así como: “Buenas barras”. El Chyste es como un referente para mí. Ahí lo tomé como una señal definitiva: “Tengo que rapear”.
Al tiempo comencé a trabajar en mi EP: “Ikigai” y eso tuvo muy buena repercusión. (…) Todo ese proceso, más mis años en la cultura, dio sus frutos porque yo ahora trabajo del rap básicamente. Y en algún punto me dije: “Realmente me merezco todo esto que me está pasando”.

–Uno de los tópicos que siempre está presente en tus temas es el de la espiritualidad ¿Qué rol ocupa en tu vida? ¿Cómo se impregna eso en tu música?

–Siempre me llamó mucho la atención, por fuera de la religión. Cómo que encontré un refugio, una forma de guiar mi vida que no fuese como una orden. (…) Me puse a investigar, a leer libros al respecto y a estudiar la conexión entre el Hip-Hop y la espiritualidad. Vi un montón de cosas que me representaban, los valores que promueve la cultura son los que me llevaron a pensar lo que pienso hoy. Que se puede hacer que esta cultura sea realmente colectiva, que construye cosas para arriba y que no sea todo el tiempo una competencia. Cuando descubrí el tema del “5%”, fue justo cuando estaba haciendo el EP, y por eso está muy impregnado de eso. (…) Lo importante de ese espiritualismo que yo llegué a conocer es que siempre tomé aquello que me parecía importante y trabajé sobre eso. No soy seguidora de nadie.

–El otro tópico que está presente es el de hacer la herida pública ¿Cómo es ese proceso interno?

–Yo siempre les digo a todos que para mí rapear es exponerse. Es exponerte, es como estar completamente desnuda. Porque cuando se hace freestyle no sabes que vas a decir, simplemente sale. No sabés qué vas a decir, qué va a pasar, qué te va a mover lo que vas a decir o lo que el otro te dice. Eso… locura. (…) Cómo que pueden pasar un montón de cosas a las que uno no está preparado.
Esto se lo dije a pocas personas, pero en todas las canciones que yo escribo, donde parece que tengo un enemigo invisible, en realidad son cosas que me digo a mi yo del pasado. Porque alguna vez fui así. Es como que me reconozco a mi misma en esas malas acciones porque fui una mala persona. Aunque ya no sea así. Y sé que hay algunas personas que se pueden identificar con eso.(…) Antes de tirarle a alguien, hay que mirarse a uno mismo.
De hecho, en el tema que más hablo de mí y mi dolor es “Inter.Luz.Dio” y es el tema más escuchado tanto en Spotify como en Youtube. Y claro, si la gente se identifica con esas cosas… conecta con esa situaciones. La gente que busca que le transmitan.

–¿Sentís que pudiste llevar algo de esa “Madre plaza”, “Espiritualidad” y “Herida pública” al Room 41?

–Sí, me costó un montón. Tuve unas crisis antes de escribir la letra definitiva. Porque los chicos me avisaron con tiempo de anticipación, pero con esto de que yo soy muy exigente me cuesta mucho escribir. No sabía qué letra usar, o qué escribir. Para el Room 41 quería conseguir algo distinto a nivel musical (…). Me comí la cabeza y después me propuse hacer algo que transmita, porque en mis temas siempre me pongo en la postura de retar a los raperos por no ser raperos y no quería hacer eso. Quería transmitir algo. Tenía dos letras escritas de otras cosas, le agregué dos compases más y quedó algo piola. Que extrañamente me gustaba. Grabé la maqueta, se la mandé a los chicos y les gustó. Así que me quedé tranquila porque transmite, no es algo lineal o vacío.

–¿Cuál es tu proyección a futuro para lo que se viene?

–Bien, estuve trabajando desde noviembre del año pasado para que este año salga mucho material y moverme. El año pasado viajé por voluntad propia a juradear en diferentes competencias del país y esos viajes me sirvieron bastante para escribir. Sé y soy consciente de que hay gente que conoce más allá de cordoba. Así que estoy proyectando eso: mucha música y moverme de nuevo. Este año va a ser muy clave para el próximo año. Se viene bastante música.

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