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Narcomenudeo en el noroeste: Caracú y tres familiares cerraron condenas abreviadas

Según explicaron voceros federales, las penas están relacionadas con una causa abierta en abril de 2019 a “una banda narcocriminal” a la que le atribuyeron operar en Empalme, Ludueña y la localidad de Granadero Baigorria


Caracú Albornoz, de 75 años, y vecino de Empalme profundo.

Miguel Angel “Caracú” Albornoz, un hombre de 75 años señalado por investigadores como transero en barrio Empalme Graneros, y tres de sus hijos fueron condenados en acuerdos abreviados ante el Tribunal Oral Federal N° 2 de Rosario.

Según explicaron voceros federales, la penas están relacionadas con una causa abierta en abril de 2019 “una banda narcocriminal” a la que le atribuyeron operar en Empalme, Ludueña y la localidad de Granadero Baigorria.

Caracú, de 75 años, cerró un acuerdo por 6 años de prisión como autor del delito de tráfico de estupefacientes en la modalidad de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización que terminará de cumplir bajo el derecho de la prisión domiciliaria. Su hijo Gustavo Daniel, también apodado Caracú, selló una sentencia unificada de 4 años y 6 meses; y sus hijas Samanta Solange y Soraya Tamara acordaron penas de 3 años y 2 meses. El fallo determinó que ambas mujeres queden en libertad. El acuerdo de partes fue acordado por el fiscal Oscar Fernando Arrigo y la defensa la familia Albornoz y homologado por el juez federal Ricardo Moisés Vázquez.

Caracú es padre de ocho hijos, dos de ellos asesinados, todavía sufre las secuelas de un ataque a balazos que sufrió el 9 de septiembre de 2021 cuando fue atacado en el interior de su casa por un gatillero que le disparó siete veces y lo impactó en dos oportunidades en el muslo derecho.

Balearon la casa de Caracú Albornoz, un hombre de 74 años con prisión domiciliaria por causa narco

En ese momento estaba en prisión domiciliaria a partir de un operativo realizado en abril del 2019 por el que fue detenido junto a nueve personas y acusado de liderar una banda dedicada a la producción y comercialización de estupefacientes.

El grupo fue presentando por las autoridades como la “Banda de Caracú”, a la que se le atribuyó tener una cocina de cocaína cerca de French al 7100, zona en la que residía Gustavo, uno de sus hijos también apodado Caracú y detenido en una prisión federal.

“Me acusaron en una causa en la que no conozco a las personas. Me ponen como jefe de banda. No soy narcotraficante, no tomo, no fumo. Soy un pobre laburante”, fue su defensa ante la prensa en febrero de 2020, en ocasión de los brutales crímenes de su hijo Cristopher, 21 años, asesinado el día 16 junto a Florencia Corbalán y su hijita, Adelaine, en Génova y Cabal.

La ¿banda?

El 18 de abril de 2018 un informante denunció en la Fiscalía Federal 3 lo que denominó como una banda dedicada a la venta de droga que era abastecida por Caracú Albornoz. Ocho meses después, el juez federal Carlos Vera Barros ordenó una serie de allanamientos ante el requerimiento de la fiscal Viviana Saccone. Fueron 17 realizados en viviendas de los barrios Industrial, Empalme Graneros, Fisherton y en Granadero Baigorria por parte de Gendarmería y la ex Policía de Investigaciones (PDI). Diez personas quedaron detenidas, entre ellas cuatro integrantes de la familia Albornoz.

También se incautó poco más de medio kilo de marihuana y una cantidad similar de cocaína, una pistola calibre 9 milímetros, 41 proyectiles del mismo calibre, 45 celulares, chips, tablets, CPU, un equipo de vigilancia, tarjetas de memoria, casi 150 mil pesos en efectivo, precursores químicos, seis vehículos, entre ellos una 4×4. La organización fue presentada como la “Banda de Caracú”, a la que se le atribuyó una cocina laboratorio de cocaína en inmediaciones de French al 7100, donde residía Gustavo Albornoz.

Según la acusación, Caracú “vendería drogas al menudeo en su domicilio y sería uno de los organizadores de la actividad ilícita junto a su hijo Gustavo Albornoz, conforme se desprende de las escuchas telefónicas”. Y este último, a su vez, “abastecería de estupefacientes” a Walter D. Por otra parte, siempre según la hipótesis fiscal, Samanta Albornoz “prestaría colaboración a su padre en el manejo del dinero presuntamente obtenido de la venta de narcóticos”, y Soraya Albornoz “también vendería estupefacientes al menudeo en la tienda de ropa que pertenece a la familia”.

Caracú empezó a sonar a principios de siglo entre los pesquisas como uno de los narcos que manejaba los búnkers del sector noroeste de la ciudad, siempre a salvo de la Justicia federal.

Lo ubicaban como enemigo íntimo de otros pesados de Empalme Graneros, Ludueña y Larrea, como los luego asesinados Ariel “Gitano” Luraschi y Roberto “Tuerto Boli” Padilla. Para la época del crimen del primero de ellos, 2008, uno de los jefes de Drogas Peligrosas provincial fue relevado tras ser fotografiado por la Dirección de Asuntos Internos en plena charla con Caracú y una allegada al Tuerto Boli, quien por entonces ya había caído como dueño de la primera cocina de cocaína desbaratada en Rosario y quien sería asesinado al salir con transitorias, en diciembre de 2012.

Uno de los hijos de Caracú, apodado Diente, apareció nombrado en las crónicas por sus vínculos con la barra brava de Rosario Central y como regente del búnker de Magallanes 300 bis donde fue ultimado Rolando Mansilla, un chico de 12 años. El niño custodiaba armado un punto de venta de drogas de Magallanes al 300 bis desde la terraza, donde se calentaba con un brasero una helada noche de junio de 2015, cuando le dispararon desde la calle. El vendedor era su hermano de 10 años, encerrado desde afuera en la fortificación. Rolando alcanzó a repeler el fuego, pero murió de un tiro en la cabeza.

“Cada cosa que pasa, aparece el nombre de Caracú. Lo único que quiero es que no aparezca mi nombre –dijo Gustavo en 2017 a este diario– como si yo fuera el Diente; él es mi medio hermano y no tenemos nada que ver con la venta de drogas. Él (por Diente, llamado Miguel Ángel) vivía antes en un búnker y lo había vendido. Fue el lugar donde mataron a un pibe –por el homicidio de Rolando Mansilla–, vendió la casa y no era más el dueño cuando lo mataron, se fue del barrio”.

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Dos de los ocho hijos de Caracú padre murieron asesinados. Ángel Marcelo Albornoz fue asesinado el 26 de noviembre de 2001. Mecánico y repartidor, tenía tres hijas de 6, 5 y 3 años y en octubre cumpliría 45. “Le quisieron robar y se resistió, lo mataron a puñaladas”, recordó Caracú sobre los asesinos que eran amigos de su hijo pero “estaban tan dados vuelta que lo desconocieron”.

El otro hecho que manchó de sangre a los Albornoz ocurrió la noche del domingo 16 de febrero de 2020 cuando Nahuel Christopher Albornoz, de 23 años, y conocido por el apodo de “Buho”, fue emboscado y baleado desde un auto cuando circulaba en moto en inmediaciones de Génova y Cabal junto a su ex pareja Florencia Naomí Corvalán, de 21 años, y la hija de ambos Chelsi, de 2. Les dispararon ráfagas con una pistola ametralladora PAM 2, de fabricación nacional. Florencia recibió nueve impactos de bala, la bebé tres y el hijo de Caracú cuatro. “Después de la muerte de mi hermano (víctima del triple crimen) mi papá está destruido anímicamente”, contó Soraya en una entrevista.

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