Edición Impresa

Murió un policía que fue baleado hace un año

Tenía 40 años y había quedado cuadripléjico. Le dispararon durante un robo en el mismo barrio donde vivía.

Ana Laura Piccolo

Miguel Ángel Verón tuvo el peor de los finales. Una bala en la nuca lo había dejado cuadripléjico hace poco más de un año y anteanoche falleció en la guardia de un sanatorio por uno de los tantos trastornos que le causó la herida. Tenía 40 años y se había desempeñado como policía por más de 15, hasta que un robo al azar a metros de su casa del barrio Las Flores le arrebató primero la motricidad y más tarde la vida. Desde entonces, su familia vivió una verdadera odisea para poder brindarle los cuidados necesarios, entre ellos medicamentos y traslados, que la mayoría de las veces recaían sobre sus escasos recursos.

Griselda aguardaba en la guardia del Sanatorio Parque junto a sus dos hijas adolescentes que la mortera se lleve el cuerpo de su esposo para someterlo a una autopsia. No dejaba de llorar y no sabía por dónde empezar a contar la tragedia que le tocó vivir en el último año, luego de esa mañana que su marido salió rumbo al trabajo en bicicleta y cuatro jóvenes lo asaltaron a metros de su casa. Una bala le ingresó en el cuello, le atravesó la médula espinal y le quedó alojada entre la sexta y séptima vértebra. Desde entonces no volvió a moverse y recién en los últimos meses había recuperado el habla.

“Él tenía que declarar en estos días”, lamentó Griselda todavía enojada con la Justicia que dejó en libertad al menor de cuatro detenidos por falta de mérito.

“Nadie se movió nunca para llevarlo a declarar, a mitad de año él ya podía hablar y nunca lo llevaron”, dijo la mujer de 38 años.

Griselda cuenta que desde el 2 de noviembre de 2008 se debió abocar de lleno a cuidar a Miguel, a quien debía alimentar, higienizar y cada dos por tres llevar a emergencias. Pero que a esos sacrificios cotidianos se sumaron otros para conseguir recetas, medicamentos y traslado, ya que el servicio de ambulancia funciona de mañana.

“Si yo trabajaba no me lo cuidaba nadie y teníamos que estar todo el día con él para hacerle todo, darle de comer, ponerle los pañales”, explica junto a sus hijas Yamila y Daiana, de 16 y 17 años.

La visible tristeza de las adolescentes no impide que una de ellas saque fuerzas y diga: “La teníamos que remar todo el tiempo. Hace unos días se quedó sin medicamentos porque la obra social no se los cubría”.

Verón ingresó anteayer a la guardia del Sanatorio Parque porque había sufrido una descompensación, producto del grave estado de salud que le provocó la herida de bala, entre ellos tres paros cardíacos y serias dificultades respiratorias. Según trascendió, una infección se le habría dispersado por varios órganos, aunque desde el nosocomio no brindaron el parte médico y la causa de su deceso la determinará el resultado de la autopsia. Su familia lo había llevado a la misma guardia hace 20 días y, según relatan, era habitual que sufra descompensaciones. “Fue todo un año de sacrificios, cada dos por tres teníamos que trasladarlo a la madrugada en remís porque no teníamos ambulancia. No me parece justo teniendo un seguro de la Policía”, dijo un amigo del cabo.

“Me cagaron la vida”

Griselda cuenta que a diario miraba el noticiero junto a su marido y que las noticias sobre inseguridad los hacían llorar a los dos. “Mirábamos la tele todos los días, lo mirábamos con él y llorábamos porque lo que está pasando ahora ya me pasó a mí y sigue pasando”, dijo. Lo primero que la mujer pensó cuando se enteró de la tragedia fue que le habían “cagado” la vida.

Pero la lentitud de la Justicia, la promesa de una vivienda en condiciones dignas que nunca llegó, y los avatares cotidianos para que la burocracia sea un poquito menos lenta borraron todo signo de esperanza en Griselda. “En el momento en que me pasó me dije: bueno, a mí ya me cagaron la vida. Pero pasó el tiempo y todavía nadie hace nada”.

“Por favor, avísele a mi mujer”

Todavía no eran las siete de la mañana del domingo 2 de noviembre de 2008 cuando Miguel Ángel Verón, de 39 años, salió en bicicleta de su casa, en barrio Las Flores Este, rumbo al trabajo. Era cabo de la policía y en esos momentos prestaba servicios en la Sección Perros Caballería de la Unidad Regional II. Pedaleó desde Ceibo al 1300 hasta la intersección de Kantuta y pasaje Centro, menos de una cuadra, cuando fue emboscado por desconocidos que le robaron la bicicleta y el arma reglamentaria. Durante el asalto recibió un balazo en el cuello, que lo dejó postrado por más de un año hasta causarle la muerte.

Todavía tendido en el piso, Verón alcanzó a pedir auxilio. “Me robaron la pistola y me pegaron un tiro en la espalda. Por favor, avísele a mi mujer”, alcanzó a balbucearle Verón a una vecina que se acercó a asistirlo. Días después cuatro personas fueron detenidas por orden del Juzgado de Instrucción 13ª Nominación que investiga la causa. Al mes siguiente, el único menor detenido quedó en libertad por falta de mérito.

Comentarios