Mundo

de aliado de estados unidos a narco derrocado y condenado

Murió el dictador panameño Manuel Antonio Noriega


A file picture taken on May 20, 1998 shows Panama's General Manuel Antonio Noriega speaking in Panama City during the presentation of colors to the San Miguel Arcangel de San Miguelito volunteer batallion. A Paris appeal court on November 23, 2011 is to determine whether Noriega can be extradited. Former Panamanian dictator Manuel Antonio Noriega should be home for Christmas, and he may not go to prison after his extradition from France "because he is a sick man," his defense lawyer said on November 16, 2011. AFP PHOTO / ANGEL MURILLO (Photo credit should read ANGEL MURILLO/AFP/Getty Images)

El dictador panameño Manuel Antonio Noriega (1983-1989), quien se hallaba recluido en un hospital desde marzo tras operarse de un tumor cerebral, falleció este lunes a los 83 años de edad.

El ex hombre fuerte de Panamá había sido operado el pasado 7 de marzo de un tumor benigno en el hospital público Santo Tomás, de la capital panameña. Pero después de la cirugía tuvo un sangrado cerebral, por lo que volvió a ser intervenido. Fue sometido a otras dos operaciones en ocho horas, pese a lo cual quedó en un estado crítico del que no pudo salir.

“Ya no era útil, y fue derrocado”.

Noriega –pero más su país– sufrió las consecuencias de las estrategias de dominación de Estados Unidos. Pero no fue precisamente por sus posturas soberanas. Si algo lo caracterizó fue su predisposición a tratar con los servicios secretos de países antagónicos, en plena Guerra Fría. Llegó a estar a sueldo de la central de inteligencia estadounidense, la CIA. Y, como suele suceder en estos casos, pasó de aliado fiel y útil de Estados Unidos a ser un enemigo señalado por vínculos con el narcotráfico que mantuvo, sin embargo, mientras era un “hombre de Washington” en Centroamérica.

El ex presidente estadounidense George H. W. Bush (1989-1992), antiguo director de la CIA, ordenó invadir Panamá el 20 de diciembre de 1989 para capturar a Noriega, de acuerdo a los argumentos de la Casa Blanca. Para ello se diseñó la operación conocida como “Causa Justa”, que oficialmente dejó 500 muertos entre la población civil pero que organizaciones no gubernamentales elevan a varios miles.

Derrocado tras esa cruenta invasión militar estadounidense, Noriega, que se había refugiado en la Nunciatura, se entregó el 3 de enero de 1990. Fue condenado en Estados Unidos a 40 años de prisión por narcotráfico y blanqueo de capitales en ese país, aunque cumplió una pena de casi la mitad por buen comportamiento.

En 2010 fue extraditado a Francia por lavado de dinero, y en 2011 a Panamá, donde le dictaron tres condenas de 20 años cada una por la desaparición y asesinato en 1985 del opositor Hugo Spadafora, del militar Moisés Giroldi –muerto tras rebelarse contra él en 1989– y por la llamada masacre de Albrook, en la que varios militares murieron después de sublevarse ese último año.

Tenía más cuentas pendientes: las de numerosas desapariciones ocurridas cuando era jefe de la extinta Guardia Nacional y mano derecha del líder nacionalista Omar Torrijos, quien alcanzó el poder tras un golpe militar en 1968. El militar fallecido este lunes siempre negó haber participado en crímenes: “Bajo el nombre de Dios, no tuve nada que ver con la muerte de ninguna de estas personas. Siempre hubo una conspiración permanente contra mí”, repitió semanas antes de su muerte durante una audiencia. Apenas, hace dos años, pidió “perdón” a “toda persona que se sienta ofendida, afectada, perjudicada o humillada por mis acciones”.

Su caída en desgracia tras dejar de ser útil a los intereses de las potencias mundiales le marcó el destino. Como hombre fuerte del poder, guardaba secretos de sus allegados y opositores, pero nunca los reveló y tampoco procuró mantener influencia política tras la debacle.

Un rápido ascenso en la oscuridad

Noriega, nacido en una familia humilde en el Terraplén de San Felipe, comenzó a escalar poder a los 35 años, en 1969, cuando penas era un ignoto jefe policial en las provincias de Chiriquí y Bocas del Toro. Ese año tuvo una astuta actitud durante el intento de golpe contra Omar Torrijos: le fue leal y le facilitó el regreso al país –estaba en el extranjero para ver una competencia deportiva– para así abortar el cuartelazo.

Desde entonces, escaló: fue ascendido a capitán de inmediato, y en 1970 a teniente coronel. Ese año, quedó a cargo del G2, el poderoso servicio de inteligencia militar puesto al servicio de la persecución –también tortura, asesinato y desaparición– de opositores. Una de las primeras “tareas” conocidas de ese aparato con el mando de Noriega fue la desaparición del sacerdote colombiano Héctor Gallegos, en junio de 1971. Quien lo puso en la carrera del poder, Torrijos, falleció en un raro incidente nunca esclarecido: la avioneta en la que viajaba se estrelló en 1981 contra el cerro Marta, en la provincia panameña de Coclé.

“Muerte de Manuel A. Noriega cierra un capítulo de nuestra historia; sus hijas y sus familiares merecen un sepelio en paz”, tuiteó el presidente panameño Juan Carlos Varela.

El militar había salido temporalmente el 28 de enero de la prisión El Renacer, a orillas del Canal de Panamá, donde cumplía condenas por desapariciones y asesinatos, para operarse. Su médico, Eduardo Reyes, dijo que un tumor había “tenido un crecimiento no esperado”, lo que aceleró la necesidad de una cirugía.

Comentarios