Coronavirus

Crónicas de cuarentena

Mundo loco: los peligros de divagar en pandemia, con la amenaza de los líderes antisistema

A los apóstoles del negacionismo no los asusta ni la Ómicron. Si hay algo de lo que se ufanan es de su capacidad de esclarecimiento: ellos saben algo que nosotros no, y por eso pretenden abrirnos los ojos sobre la conspiración mundial de la que somos víctimas


Elisa Bearzotti

 

Especial para El Ciudadano

 

Hoy (al igual que en los últimos 50 años) los titulares de los principales diarios del país se han dedicado a mostrar los esfuerzos que realiza el gobierno para poner orden sobre la economía argentina. Ocupados con las nuevas restricciones que intentan frenar el drenaje de dólares, mantener las reservas del Banco Central y terminar de delinear un plan de pago aceptable para el FMI, poco y nada se venía hablando de la pandemia de coronavirus que azota el planeta… hasta que llegó la Ómicron y nuevamente encendió las alarmas. Estas son las desventajas de la falta de sintonía temporal con la parte del mundo donde realmente “ocurren” las cosas: el Hemisferio Norte. Porque mientras acá los casos bajaron drásticamente, las imágenes de la película europea donde los primeros fríos impactan con una espeluznante subida de casos, hacen que nos angustiemos por adelantado.

De cualquier manera, el temor desatado por la cepa detectada en Sudáfrica no es una exclusividad argenta, sino que todo el mundo se ha puesto en alerta ante la nueva variante del virus que, evidentemente, continúa su camino mutante. “La aparición de Ómicron es otro recordatorio de que, aunque muchos puedan pensar que hemos terminado (de luchar contra) el covid, el covid aún no ha terminado con nosotros”, indicó Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud. Por eso, la OMS pretende definir un marco para vencer futuras pandemias, ya que los expertos afirman que la disparidad en la cantidad de vacunas que llegan a los países más ricos y los más pobres está detrás de de la nueva variante. “Si hay algo que hemos aprendido es que ninguna región, ningún país, ninguna comunidad y ningún individuo está a salvo hasta que todos estemos a salvo. La aparición de la variante Ómicron, altamente mutada, subraya lo peligrosa y precaria que es nuestra situación. Ómicron demuestra por qué el mundo necesita un nuevo acuerdo sobre pandemias”, subrayó Ghebreyesus.

En un intento por llevar algo de calma al convulsionado planeta, el presidente de Estados Unidos puso “paños fríos” sobre la cuestión. “Esta variante es motivo de preocupación, no de pánico. Tenemos las mejores vacunas del mundo, las mejores medicinas, los mejores científicos, y estamos aprendiendo más cada día. Lucharemos contra esta variante con acciones científicas y con conocimiento y rapidez, no con caos y confusión”, aseguró Joe Biden ante la prensa especializada. Sin embargo, muchos países europeos debaten sobre nuevas restricciones, y algunos ya han endurecido los criterios de entrada desde Sudáfrica y Botswana. La posibilidad de imponer confinamientos o limitar la circulación de los ciudadanos de cara a la Navidad, como ha hecho Austria, vuelve a estar sobre la mesa. En Alemania, Angela Merkel y su sucesor, Olaf Scholz, se reunieron para diseñar una estrategia que podría incluir el controvertido “freno de emergencia”, mediante el cual volverían las restricciones, el cierre de escuelas e incluso la vacunación obligatoria a partir de marzo.

Claro que para los apóstoles del negacionismo o “libertarios”, como gustan llamarse, todo esto no es más que “bla, bla”. Recientemente, en Francia causaron revuelo las declaraciones de Akhenahon, el líder de un grupo musical marsellés que, a pesar de haber contraído la enfermedad y ser hospitalizado, se resiste a la vacunación por entender que es causa de mutaciones genéticas y que las medidas del gobierno francés son más políticas que sanitarias. En sintonía con esta idea, frente a cualquier noticia relacionada con el tema, en las redes sociales se pueden leer comentarios como “Las cepas son síntomas provocados por la vacuna”; “Esto es y será un negocio grande para los laboratorios y gobiernos de todo el mundo”; “La OMS sabe que el covid y sus cepas son una gran mentira. Es para seguir manejando a los ilusos, ése es su negocio”; “Fraude y más fraude”; “Las cepas son las vacunas y la acción de las antenas 5G en acción”; “Dentro de poco todo esto será recordado como una de las más grandes estafas en la historia de la humanidad”; “Pobre humanidad entre mentiras y vacunas la están liquidando y transformando… y pocos se dan cuenta”. Porque si hay algo de lo que se ufanan los antivacunas es de su capacidad de esclarecimiento. Ellos saben algo que nosotros no sabemos y por eso pretenden abrirnos los ojos sobre la conspiración mundial de la que somos víctimas.

Y, por si fuera poco, en la misma línea de pensamiento aparecen los mediáticos de siempre junto a los carismáticos líderes antisistema. Además de los ya conocidos –Donald Trump, Jair Bolsonaro, Jean Le Pen– la pandemia ha promovido el nacimiento de clones en cada punto del planeta donde hay evidencias de conflictos y “cracs” producidos por el sistema. En Francia ahora es el turno de Éric Zemmour, un periodista y escritor de best-sellers de extrema derecha que anunció su candidatura a las elecciones presidenciales de 2022 para “salvar” al país de su “decadencia”. Su discurso de postulación estuvo plagado de pinceladas apocalípticas y nostálgicas, cargando las tintas de las desgracias que sufre el país sobre la migración, el Islam y los “poderosos”. Pese a que la principal preocupación de los franceses hoy por hoy es recuperar el poder adquisitivo de antaño, las propuestas de “Z” se centran en la inmigración, a la que considera artífice de un intento de acabar con la “identidad francesa”, a través del “gran remplazo”, un diabólico plan concebido quien sabe dónde o por quien, a partir del cual los inmigrantes terminarían reemplazando poco a poco a los nativos debido a su imparable tasa de nacimientos.

Es inútil: a pesar de mi habilidad para tamizar noticias y poner un manto de piedad sobre los delirios planetarios, cuando hago foco sobre estos y otros divagues me gana el desánimo y termino aceptando sin vueltas que “el mundo fue y será una porquería” y que “la Biblia y el calefón” resultan una pareja inseparable y sin fisuras. Desde siempre me ha constado entender las posturas antagónicas y excluyentes, los permanentes “River-Boca” en sus diferentes versiones vecinales, sociales, políticas y económicas que inhabilitan el cruce de vereda y el acercamiento cordial a otras miradas; me agotan y entristecen. Por eso, elijo cerrar esta crónica con una frase de Pietro Ubaldi, un escritor, filósofo, abogado y políglota italiano del siglo XX: “El próximo gran salto evolutivo de la humanidad será el descubrimiento de que cooperar es mejor que competir”. Y allí voy caminando, un paso detrás del otro, una palabra, más otra palabra… y otra más.

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