El Mundial arrancó, como casi siempre ocurre, con el respeto natural por el rival de turno pero por sobre todas las cosas con miedo a perder. Los partidos de la primera jornada mostraron iguales características, ningún arquero fue figura, y más allá de algún mérito de Sudáfrica, no hubo equipos dominadores.
Sí llamó la atención la pésima cobertura defensiva del elenco mejicano en cada contra de los africanos, principalmente de Francisco Rodríguez (número 2), quien corrió de atrás en cada acción que le tocó intervenir. Por el lado de Sudáfrica la inocencia del defensa que habilita a medio equipo mejicano en el empate de Rafa Márquez, y ni siquiera sonrojarse, es propia de un seleccionado de precarias condiciones. El empate, no estuvo mal, aunque de los dos, y nada más que por su espíritu, debió ganar Sudáfrica.
El plato de fuerte del día terminó siendo apenas una entradita de compromiso. Uruguay nunca va al frente, eso está por demás de claro, en los últimos 40 años ganó un partido en un Mundial. Ellos defienden a morir y esperan un milagro arriba, con Diego Forlán como Santo de turno. Les encanta empatar y no solo lo lograron sino que quedaron contentos porque terminaron jugando con diez jugadores.
Francia lo intentó dominando balón y territorio pero no tuvo ideas, resultó parecido al equipo que entró por la ventana por aquella doble mano de Henry ante Irlanda en el repechaje. Muslera, muy buen arquero, sacó un tiro libre del ángulo ejecutado por Gourcuff, en la más clara del partido. Después se vio un Ribery picante en el primer tiempo, pero aturdido en el complemento, jugando por la izquierda solo generó un par de centros. Anelka, más preocupado por bajar y llevar la pelota que por meterse en la troya. Nada más presentó al volante del Arsenal inglés Diaby (número 19) como centro del juego. Sin profundidad de nada sirvieron los ingresos de Malouda, Henry y el goleador Gignac. El empate no fue mal visto por ninguno, al menos no perdieron en el debut, esa pareció ser la prioridad de ambos.
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