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Aliado incondicional

Mubarak, el líder egipcio que gobernó con la indispensable ayuda de Occidente

Hosni Mubarak, el líder que durante tres décadas condujo a Egipto con mano de hierro y fue el rostro autocrático de la estabilidad en Medio Oriente hasta que fue derrocado durante la Primavera Árabe, murió el último martes a los 91 años


Hosni Mubarak, el líder que durante tres décadas condujo a Egipto con mano de hierro y fue el rostro autocrático de la estabilidad en Medio Oriente hasta que fue derrocado durante la Primavera Árabe, murió el último martes a los 91 años, informó la TV estatal egipcia.

Mubarak fue un férreo aliado de Estados Unidos, un baluarte contra el islamismo radical y un defensor de la paz entre Egipto e Israel, pero para miles de jóvenes egipcios que en 2011 lo derrocaron tras 18 días de protestas sin precedentes en la plaza Tahrir de El Cairo y en otras ciudades, el líder era un “faraón” moderno, un represor y un corrupto.

Su derribo, sin embargo, sumió al país en el caos y la incertidumbre y derivó en una puja de poder entre el Ejército y el movimiento islamista Hermandad Musulmana, que Mubarak había perseguido e ilegalizado durante su presidencia pero que formó un partido y ganó las primeras elecciones posteriores a la revolución, en 2012.

Dos años y medio después del derrocamiento de Mubarak, su jefe de las Fuerzas Armadas, Abdel Fatah al Sisi, dio un golpe de Estado contra el presidente y líder de la Hermandad Mohamed Mursi, el primer mandatario de Egipto elegido democráticamente, y luego revirtió las libertades obtenidas con el levantamiento de 2011.

Treinta años en el poder

La TV estatal egipcia dijo que Mubarak murió en un hospital de El Cairo donde había sido sometido a una operación que no se especificó. Uno de sus hijos, Alaa, anunció que el ex presidente estaba internado en una unidad de cuidados intensivos después de una operación.

“Esta mañana falleció mi padre, el presidente Mubarak”, escribió en Twitter, antes de que la noticia fuera confirmada por los medios estatales. Al-Sisi ofreció sus condolencias y elogió a Mubarak por la forma en la que peleó en la guerra contra Israel de 1973, aunque no hizo mención a sus casi 30 años en el poder en Egipto, el país árabe más poblado del mundo.

El ex mariscal, electo presidente en 2014 y reelecto en 2018, anunció tres días de duelo que terminan hoy, cuando Mubarak será enterrado con honores militares. “La Presidencia honra con gran pena al ex presidente de la República Señor Mohammed Hosni Mubarak”, dijo el comunicado de Al Sisi.

La nota se refirió a Mubarak como “uno de los líderes y héroes de la gloriosa guerra de octubre, que asumió la Fuerza Aérea durante la guerra que restauró la dignidad y el honor de la nación árabe”. La salud del otrora robusto líder, con sus característicos anteojos de sol, se fue deteriorando tras múltiples cirugías hacia el fin de su vida, mientras la prensa especulaba con si padecía cáncer, problemas cardíacos o respiratorios.

Condolencias de amplio espectro

Mubarak pasó varios años preso por su rol en la muerte de unos 800 manifestantes durante la represión de las protestas para derrocarlo, pero en 2017 fue liberado luego de que se revocara su condena, además de ser absuelto de corrupción y enriquecimiento ilícito. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, elogió el compromiso de Mubarak con “la paz y la seguridad” mientras gobernó a Egipto, que fue el primer país árabe en firmar la paz y establecer plenas relaciones diplomáticas con Israel. El presidente palestino, Mahmud Abbas, dijo que lamentaba su muerte “con gran pesar” y encomió el apoyo del ex presidente a la causa palestina. El rey Salman de Arabia Saudita y el príncipe heredero Mohammed bin Salman, así como los Emiratos Árabes Unidos, emitieron comunicados de condolencias.

A lo largo de los años, Mubarak chapuceó algunas reformas pero evitó los grandes cambios, mientras se presentaba como la única protección de Egipto contra la militancia islamista y la división sectaria.

Estados Unidos lo presionó varias veces para que fuera más democrático –a la usanza del país gendarme del mundo claro–, pero nunca pareció querer poner en riesgo una alianza tan importante pensando que siempre podía necesitarlo para enfrentar milicias radicalizadas y antiimperialistas. Ayer, el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, extendió sus condolencias y dijo que Estados Unidos seguirá trabajando con el actual gobierno.

Apoyo financiero occidental

Nacido en mayo de 1928, Mubarak era vicepresidente cuando su mentor, el presidente Anwar Sadat, fue asesinado por extremistas islámicos mientras presenciaba un desfile militar, en 1981. Sentado cerca de Sadat, Mubarak, escapó con una herida leve en una mano de la balacera disparada contra el palco de honor. Ocho días después fue investido presidente, y prometió orden y continuidad. La última vez que Mubarak fue visto en público fue en diciembre de 2018, cuando testificó en un juicio contra Mursi, quien falleció el año pasado. Occidente vio en el presidente a un socio fiable y un pilar decisivo para la estabilidad en Medio Oriente, gracias a lo que Egipto logró apoyo económico y financiero. Sin embargo, miró hacia otro lado o calló respecto a las violaciones de derechos humanos en el país que fueron muchísimas mientras Mubarak gobernó el país. La economía fue relativamente próspera pero dependía de que los países más poderosos de occidente, los del G8, es decir el grupo conformado por los países más industrializados del mundo, por ejemplo, establecieran relaciones comerciales beneficiosas para ellos. Mubarak se transformó así en un mandatario que respondía con premura cualquier tipo de exigencia exterior ya que las presiones de los grupos extremistas u opositores fueron creciendo sin prisa y sin pausa.

El auge del islamismo en la política de varios países es algo que Mubarak predijo por mucho tiempo. Le dijo a George W. Bush que era inapropiado derrocar a Saddam Hussein, por más odioso que el mandatario egipcio encontrara al líder iraquí, ya que con ello se beneficiarían enemigos mutuos como Al Qaeda e Irán. Sin embargo, nunca halló un mecanismo eficiente de sucesión a su gobierno, hasta el punto de negarse a nombrar un heredero político. Washington esperaba que Mubarak siguiera manipulando elecciones hasta que muriera, cuando, posiblemente, su hijo Gamal continuaría con la dinastía.

Cinco años más tarde, el embajador de Estados Unidos en Egipto informaba a la Casa Blanca antes de que Mubarak visitara a Obama: “Mubarak busca evitar el conflicto y ahorrarle a su pueblo la violencia que surgiría a partir de más libertades personales y civiles. En la mente de Mubarak, es mucho mejor dejar sufrir a unos pocos que arriesgar el caos para la sociedad en general”. Y probablemente no se equivocaba en absoluto.

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