Ciudad

Miles de personas renovaron su fe en el padre Ignacio

Como otros años, desde distintos puntos del país viajaron especialmente para el Via Crucis de barrio Rucci.

Como sucede año tras año, miles de personas transitaron durante la tarde-noche de ayer las calles del populoso barrio Rucci, en el noroeste de la ciudad, para ver y escuchar al padre Ignacio Peries y hacer el recorrido “paso a paso de los sufrimientos de Jesús”. Como sucede cada vez que se llega a esta fecha, Rosario volvió a estallar de fieles que en tantísimos casos se movilizaron desde distintos puntos del país impulsados por su fe en el cura conocido ya a escala nacional por su poder sanador. El gran número de asistentes, que anoche se contaba nuevamente por miles, volvió a reflejar un fenómeno de movilización único en Rosario y escaso en el país, y que a todas luces –como mínimo– se repite sin mengua.

Desde bien temprano, de a poco los fieles fueron llegando hasta la iglesia Natividad del Señor para recorrer las 14 estaciones que conforman el Via Crucis del Viernes Santo, que refleja los pasos y castigos que dio y sufrió Jesús en camino a su crucifixión.

Algunos con mate en mano, otros matizando la espera jugando a las cartas, ya a las seis de la tarde la fisonomía de la zona no era la misma de una tarde cualquiera. Por avenida Circunvalación, una gran cantidad de jóvenes ofrecían espacios para dejar los vehículos. De la organización participó personal municipal (con agentes de Tránsito, Defensa Civil, Control Urbano, y la Guardia Urbana),  provincial (fundamentalmente a través de la Policía)  y hasta del gobierno nacional, desde donde llegaron agentes del Ministerio del Interior. Para la ocasión también se prepararon seis ambulancias del Sistema Integrado de Emergencias Sanitarias (Sies).

En esos momentos de espera al inicio del Via Crucis y con el padre Ignacio dentro de la basílica presidiendo la misa previa a la caminata, El Ciudadano fue oído de relatos e historias que en muchos casos tenían cierta semejanza. Algunos con velas, rosarios o fotos de la persona por quien fueron a pedir en sus manos, abrazados o en soledad, arrastrando sus problemas, alegrías, en busca de soluciones, sanaciones o simples agradecimientos. Todos tenían alguna historia o aunque sea “algo” para pedir o agradecer.

“Viajamos toda la noche, hace tres horas que estamos aquí esperando ver a Ignacio. No importa el cansancio, no importa nada con tal de estar y agradecer todo lo que hace por nosotros”, se emocionó Mariela, una joven que llegó desde la zona sur de la ciudad.

A su lado, Roberto y su esposa Celina murmuraban la oración de turno. “Venimos de Paraná para agradecer que mi esposa se curó de una enfermedad. El año pasado se lo habíamos pedido al Padre Ignacio, estuvimos en varias oportunidades a verlo. Y la fe pudo más”, relató emocionado el hombre.

Si bien en barrio Rucci predominaron los asistentes de Rosario y la región, la trascendencia de Ignacio parece ir rompiendo barreras. Hasta la ciudad llegaron personas desde lugares tan diversos como Entre Ríos, Buenos Aires, Córdoba, y hasta de Corrientes, Tucumán y Formosa. El fenómeno, queda claro, ya poco distingue en clases sociales y, si bien en el ambiente predominaron las mujeres de edad avanzada, también se hicieron presentes en buen número chicos y chicas jóvenes.

En tanto, los pedidos y agradecimientos se repartieron, como en los últimos años, en cuestiones vinculadas a la salud y, en menor medida, al trabajo. Jorge Martínez Cepeda (así se presenta) llegó desde Zárate para ver a Ignacio. Sus razones fueron tan fuertes como la propia vida: “Vine dos años seguidos, cuando podía, a rogarle al Padre que me curara de un cáncer de pulmón ¿Usted me cree si le digo que el cáncer desapareció y los médicos no saben cómo?”, preguntó a modo de revelación.

Muy cerca de él, Ernestina relata otra historia similar. Con lágrimas en sus ojos, cuenta que ella y su madre llegaron desde Funes. Desde bien temprano se instalaron en la parroquia ubicada en Ortega y Concolorcorvo. “Mi hermanita tenía una enfermedad que decían incurable, pero Ignacio la está ayudando muchísimo. Por eso vinimos a agradecerle”, contaron.

Olga, de la localidad de Amstrong, recalcó la “energía” que transmite el párroco. “Esa energía no la va a encontrar en otro lugar. El momento al final del día en que da la bendición es mágico. Es como que bajara el Espíritu Santo”,  cuenta. Muy cerca de ella, Angélica,  de 54 años, recalcó esa misma cuestión, pero también “la paz” que se recibe al estar en contacto con el religioso.

Tampoco faltaron quienes fueron a agradecer y pedir por trabajo, aunque estos desde hace algún tiempo y tras la recuperación económica dan la impresión de ser hoy la minoría. “Mi hijo este año, después de buscar mucho, pudo encontrar trabajo en una metalúrgica. Sólo tengo palabras de agradecimiento para Ignacio”, expresó Estela, quien vive en zona sur.

Antes de comenzar se realizó en la parroquia la colecta para Tierra Santa y, además, se entregó a cada persona una pequeña cruz bendecida para llevar consigo durante la caminata. Con el correr de las horas, y al mismo ritmo en que iba descendiendo la temperatura, la compra de souvenires fue trocando por café, única forma de matizar la temperatura ya en la noche. Igual, al respecto,  los organizadores mostraron su regocijo porque la lluvia esta vez no se hizo presente.

El recorrido, se inició a las ocho y media como estaba previsto y según la previsiones, tras tres horas de caminata y luego de superar cada una de las 14 estaciones, en el escenario montado en Circunvalación y avenida de los Granaderos y a los pies de la gran cruz, al cierre de esta edición estaba previsto que la  multitud, cerca de la medianoche, recibiera la bendición de Ignacio con dos cruces de madera, mostrando otra vez las fotos de sus familiares y seres queridos.

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