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En Chaco

Miguel Kiefeld, “el Rumano”: mató a un hermano y a su nuera porque “ocasionaban gastos económicos innecesarios”

Con ambos homicidios descubiertos, apareció un tercer crimen que este hombre cometió. Es que 15 años atrás también le había quitado la vida a un peón de su chacra


Miguel Kiefeld fue un inmigrante rumano que se convirtió en uno de los asesinos más fríos y calculadores de la historia criminal argentina, luego de confesar cómo había asesinado a un hermano, a una nuera, entre 1944 y 1945, y a un peón 15 años antes, por el solo hecho de que les ocasionaba “gastos innecesarios” mantenerlos.

Los Kiefeld se instalaron en la localidad chaqueña de Pampa del Infierno en 1944, y Miguel estaba casado con Margarita Schmidt. Matías, hermano de Miguel, vivía con ellos ya que había enfermado gravemente y necesitaba de cuidados particulares. Sin embargo falleció poco después de asentada la familia.

El clima seco no ayudaba en la economía agrícola de la familia y el dinero escaso empezó a preocupar.

El 21 de agosto de 1944, Jorge Kiefeld, hijo del criminal, se casó con Teodora Daivele, ambos tenían 21 años.

Sin embargo, Miguel no estaba contento con la unión, a pesar de que no se opuso al casamiento.

Al rumano no le caía para nada bien su nuera e incluso vecinos de la zona señalaron que la “maltrataba” y Jorge, esposo de ella, “hacía muy poco para interponerse”.

Cuando Teodora quedó embarazada Miguel la recriminó, en principio por cuestiones económicas ya que aquello significaba nuevos gastos y los Kiefeld apenas lograban sostenerse, por lo que crecieron los maltratos.

El 19 de febrero de 1945, la familia decidió viajar a Campo Largo, una localidad a 45 kilómetros de Pampa del Infierno, para visitar a unos supuestos amigos de la familia. Sin embargo, el objetivo principal era asesinar a Daivele.

A aquel viaje fueron Miguel, su esposa Margarita, los hijos de ambos y Teodora, pero algo pasó en el camino. Cuando los Kiefeld regresaron del viaje, lo hicieron sin Teodora y la familia explicó que la pobre muchacha había fallecido en camino a Campo Largo por la inesperada picadura de una Yarará.

Un médico de Campo Largo había examinado el cadáver de Teodora y confirmó que la muchacha efectivamente murió por la picadura.

El caso se cerró y Daivele fue sepultada en un cementerio de Campo Largo, donde al parecer nadie reclamó por la chica.

Dos semanas después de la muerte d ela joven, el jefe de la Subcomisaría de Pampa del Infierno, Horacio Antonio Frisone, recibió una carta anónima en la que se denunciaban los maltratos de Miguel Kiefeld hacia Teodora, incluso la misiva hacía hincapié en el odio visceral hacia aquella muchacha que había cometido el terrible error de casarse con su hijo.

El autor del anónimo solamente informaba que era un amigo y confidente de Teodora y aconsejaba al oficial que se investigue con mayor profundidad su muerte, y qué fue lo que realmente pasó en ese viaje a Campo Largo.

Frisone sabía del informe de la muerte de la chica, pero a partir de esa carta que recibió le pareció dudoso el deceso y salió disparado hacia la casa de los Kiefeld para saber cómo habían sido los últimos días de la muchacha.

Frisone arrancó el interrogatorio con el “Rumano”, a quien calificó como un hombre “de carácter fuerte y dominante, fanático de las costumbres extranjeras” y poco comunicativo.

Los vecinos de la zona lo conocían de vista y pocos habían tratado con él, era un personaje difícil de desentrañar.

A unos 20 kilómetros de allí, el oficial halló en su recorrida a una mujer que conocía a Teodora y luego de un intenso interrogatorio la señora admitió ser la autora de la carta anónima.

La mujer hizo hincapié en los maltratos de Miguel para con Teodora y cuando el oficial le preguntó sobre el marido, Jorge, ésta le dijo que era “un buen muchacho” pero que no podía con el genio de su padre y que Miguel debía ser investigado con minuciosidad.

A partir de esto, el policía se dirigió a la vivienda de los Kiefeld nuevamente. El investigador notó nerviosos a los miembros de esa familia, mientras Miguel vociferaba y todo el hogar estaba repleto de movimientos tensos.

Frisone al llegar vio que ese nerviosismo del principio se transformó en una tensa rigidez en los movimientos de los Kiefeld, en sus gestos, en las toscas palabras.

El oficial inició el interrogatorio preguntando principalmente por Teodora y su trágico destino. Las respuestas de Miguel fueron de casi absoluta indiferencia, como minimizando la muerte de la pobre muchacha.

Frisone dirigió entonces su interrogatorio a los hijos Jorge y Juan. Ambos colaboraron, pero antes de responder miraban a su padre como esperando su aprobación.

Al oficial todo le parecía demasiado sospechoso, por lo que detuvo a toda la familia, a excepción de un hijo de 11 años. Fue así que arrancó un nuevo interrogatorio, pero esta vez en la seccional y bajo las presiones de los oficiales.

De esa manera, Miguel Kiefeld confesó finalmente que Daivele fue asesinada.

El rencor que había definido a Miguel por varios años ya era insoportable, Teodora era un gasto, una cosa que sobraba, y cada día recriminaba a su hijo por haberse casado con ella.

Un día Miguel les dijo a sus hijos que cacen una Yarará y que se la traigan viva en un frasco. A pesar del peligro que ello generaba los hijos no plantearon rechazo y cazaron una yarará sin decir nada.

El matrimonio Kiefeld, los hijos y la nuera, partieron un 19 de febrero camino a Campo Largo. Todos conocían el plan, menos Teodora.

En cierto punto del viaje, luego de haber hecho un largo trayecto, el carruaje se detuvo. Miguel, hijos y Teodora se bajaron del carro para hacer una fogata. Fue allí que apareció la yarará que alguien sacó del frasco y sujetaron con fuerza a la joven, quien gritó cuando recibió la mordedura del ofidio

Sin embargo, la joven no murió inmediatamente como tal vez pensaban que sucedería, el efecto del veneno tardaba en iniciarse.

Pero Miguel no quería retrasar el tiempo y en lugar de aguardar que el veneno hiciera efecto completamente la estranguló con un pañuelo.

Pese a la marca del pañuelo en el cuello, nadie se percató de ello, porque “el Rumano” sonó muy convincente cuando dijo que a la chica la había picado una yarará.

El oficial Frisone, de inmediato, fue a la escena del crimen y encontró restos de la fogata y con el frasco vacío donde guardaban a la serpiente.

El policía siguió con el interrogatorio a Kiefeld y allí surgió la muerte del hermano de Miguel, quien murió el 4 de septiembre de 1944 y que, según un médico de Pampa del Infierno, la causa fue una hemiplejía (parálisis causada por lesión cerebral).

Pero Frisone desconfiaba de esa versión y estaba más del lado de los vecinos, quienes creían que el homicida había terminado con la propia vida de su hermano.

El oficial supo que Miguel se había hecho cargo de su hermano luego deque éste enfermara y que se lo había llevado a vivir con el resto de la familia.

Asimismo, por la muerte de Matías, Miguel Kiefeld obtuvo bienes del fallecido cosa que hizo al investigador indagar un poco más en las causas de la muerte.

Luego de un intenso interrogatorio, Miguel confesó finalmente que también había asesinado a su hermano envenenándolo porque cuidarlo le producía muchos gastos.

Sin embargo, había otro crimen más por confesar, aunque este fue de una manera muy particular.

Un oficial de apellido Monzón escuchaba al jefe de los Kiefeld hablar en sueños desde su celda en un idioma que él no entendía. Aquellas eran celdas continuas, toda la familia se encontraba allí. Con la ayuda de un hombre de apellido Metawer, que entendía el casi desconocido idioma del asesino, pudieron traducirse las palabras de aquellos sueños: “Que se cuiden muy bien de contar algo de lo ocurrido en Charata, puesto que han pasado muchos años y no lo pueden comprobar”.

Era como que el hombre les hablaba a su familiares y sin darse cuenta abrió otra pista para la Policía.

En esta ocasión, Margarita Schmidt, esposa del “Rumano”, fue la que confesó que su marido, hacía unos 14 o 15 años, mató a un peón de su chacra de un hachazo en la cabeza.

En ese sentido, el asesino habría enterrado el cadáver en un algodonal a cierta distancia del rancho que ocupaban.

Justamente, el criminal terminaría confesando, pero en esta ocasión sostendría que lo hizo porque el peón se propasó con su mujer.

Los oficiales se dirigieron a Charata y dieron con el rancho que se encontraba abandonado y con las indicaciones del “Rumano” realizaron una excavación en la zona donde el asesino habría enterrado el cuerpo.

Y allí al fondo en la oscuridad húmeda de la tierra encontraron los viejos huesos del peón asesinado: una calavera evidenciaba una profunda fractura.
De esa manera la historia contada por el matrimonio Kiefeld era real.

La historia de Kiefeld recorrió el país y el apellido del oficial Frisone pronto fue conocido por todos.

Es que los crímenes del “Rumano” se replicaron no solo en Chaco sino en gran parte del país.

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