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Memoria y militancia a través de los recuerdos, con un potente homenaje al «teatro salvaje»

Sabatino Palma, junto a su hijo Lautaro, con dirección y puesta en escena de Alejandro Casavalle y supervisión general del maestro Néstor Zapata, viaja en el tiempo para exhumar su esencia de actor en “22 de Agosto”, obra que se presenta en Arteón  

En el clásico de clásicos La Metamorfosis, de Kafka, Gregorio Samsa, el torturado protagonista, no se convierte en una cucaracha como indica el mito sino en un escarabajo pelotero, conocido en su idioma original como Mistkäfer. Ese bicho que se protege del peligro, que se defiende, que rueda para escapar, es una potente metáfora en el derrotero de un actor (del teatro en sí mismo) que busca en las marcas de su cuerpo y en su memoria aquello que determinó su destino de artista, entre más, la epopeya adolescente de Cómo te explico, de comienzos de los años 80, producción del icónico grupo de teatro rosarino Discepolín y la obra en la que debutó como actor, cuya evocación, tras quince años, lo devolvió a los escenarios, esta vez de cuerpo presente.

https://youtu.be/excuGMVKNQ4

El actor es Sabatino Palma, un clásico de la escena rosarina también como director y maestro, de reconocimiento nacional; un artista que no resignó jamás, incluso sin importar los resultados y los condicionamientos de las “modas” (aunque suene extemporáneo, también aplican para el teatro), aquel deseo de encontrar, entre poética y política (hoy más que nunca, con una derecha agazapada y latente), el intersticio de luz que lo guíe, lo contenga y lo convoque siempre a seguir en una especie de «loop» de la resistencia artística.

La obra en cuestión, por una serie de causalidades que la magia del teatro y la mirada sensible del artista permiten unir, se llama 22 de Agosto. Y si después de tantas palabras. Allí están Kafka con su “Carta al padre”, esa que escribe temiéndole, pero también están los oficios amados del teatro, su hijo Lautaro que, como él, el 22 de agosto de 1980, debutó a los 22 años y se vuelve su alter ego de juventud; el “loco”, también de nombre César, que se creyó César Vallejo, el poeta más humano de América, el del hermano muerto un 22 de agosto. También está la Masacre de Trelew, no del mismo año pero siempre de un 22 de agosto, su rebeldía adolescente de estudiante secundario con apenas 16 años de aquellos días del 72 y, entre mucho más, Arteón, siempre allí, ese espacio real y simbólico de la memoria y de la cultura local que pudo hasta con la última dictadura cívico-militar y hoy se aferra a sus fantasmas que no dejarán que borren su memoria y tiren abajo sus paredes.

De este modo, Cacho Palma, de la mano del talentoso director porteño Alejandro Casavalle, con una propuesta que transita ciertos recursos de la impronta brechtiana, se apoya además en la mirada atenta de otro gran maestro, uno de sus maestros, el director de cine y teatro local Néstor Zapata, para producir un material fractalizado (como la memoria), con la lógica de un ensayo abierto (el último, el de la despedida, porque vienen por el cierre) donde el artista recupera algunos rituales del comienzo de su carrera y donde los conocedores de la historia podrán hacer lecturas aún más profundas que las que subyacen a una primera mirada.

Allí, en el imaginario de un teatro “pobre” o “salvaje” como lo llamaron entonces y como profundizó en ese concepto años después el recordado maestro santafesino Jorge Ricci  (el teatro sólo necesita actores y algo valioso para contar), y como aquel mismo constructor de aquella singular propuesta donde Chiqui González dirigió por primera vez, Palma se ciñe a sus convicciones recordando a sus maestros y a sus comienzos, acaso la única manera de ser original y no casualmente de regreso al origen buscando ese latente e inagotable fuego sagrado.

En ese sentido, el actor, de gran presencia escénica y con un sensible e inteligente trabajo desde la dirección de Alejandro Casavalle, sale más que airoso de una apuesta que al mismo tiempo se vuelve una encrucijada que avoca lo sensible, con algunos momentos conmovedores donde repasa lo propio, y donde el teatro, a lo Pirandello, vuelve a hablar de sí mismo (el maestro italiano decía que llegaría el día en el que el teatro no hablaría de otra cosa), al tiempo que se pregunta qué es lo hay que ir a ver y a entender al teatro, y la respuesta es obvia, no hay nada que ir a entender.

En todo caso, el teatro sirve para nutrirse de preguntas, poner los estímulos en los recuerdos y en las sensaciones frente a un hecho artístico de rotunda verdad que, como en este caso, exhuma acontecimientos reales y los fusiona con otros con los que, en mayor o menor medida, establece una serie de diálogos como pasa con la poética de César Vallejo que se vuelve estructurante y desafiante de todo el recorrido.

“22 de Agosto”: tres acontecimientos exhumados en un relato teatral íntimo, sensible y conmocionante

“¡Y si después de tantas palabras, no sobrevive la palabra! / ¡Si después de las alas de los pájaros, no sobrevive el pájaro parado! / ¡Más valdría, en verdad, que se lo coman todo y acabemos!”, escribió el poeta peruano, de donde Palma toma como disparador el comienzo de esa primera estrofa como subtítulo de su obra y, particularmente, como desafiante invitación a la acción.

El espectáculo, volviendo a Kafka, propone un laberinto narrativo que busca salir de aquellos dolorosos silencios para los que entrenó estratégicamente la censura y se vale de la suma de una serie de escenas que, en su lógica, ponen al actor, a este obrero de la escena subido a un andamio, frente a un puñado de desafíos, donde la locura abre un juego, donde la muerte acecha y donde, como pasa con el teatro, vuelven a ser, un y otra vez, esos grandes temas los que establecen un canon de sentido que se multiplica en la miradas, en los ojos vidriosos y evocativos que brillan una y otra vez en la platea.

Para agendar

22 de Agosto. Y si después de tantas palabras, de Sabatino Cacho Palma, se presenta los sábados, a las 21, en la sala Arteón (Sarmiento 778).  Con actuación de Sabatino Cacho Palma y Lautaro Palma y dirección de Alejandro Casavalle, el equipo de realización artística y de puesta en escena se completa con Néstor Aliani (también a cargo de la escenografía), bajo la supervisión general de Néstor Zapata. Vestuario y arte de Lorena Salvaggio, trabajo vocal y laboratorio de la voz de Temis Parola y rodaje edición y realización del material audiovisual de Juan Carlos Frillocchi. Reservas al 341-6904166. Redes: www.instagram.com/22deagosto_

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