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El peor final

Mefro: la historia del obrero que no soportó quedar en la calle

La cuñada contó que Daniel -quien se quitó la vida tras el cierre de la fábrica- había entrado en una profunda depresión.


Daniel vivía en zona sur, en la parte trasera de la casa de su hermano. Era un hombre solitario y reservado.

Daniel Héctor Fernández iba a cumplir 62 años el 4 de mayo. Trabajó toda su vida en la paralizada fábrica de llantas Mefro Wheels, que dejó a 170 empleados en la calle. También luchó por la reapertura. La incertidumbre y la profunda depresión por quedarse sin empleo le ganaron la pulseada y esta semana decidió terminar con su vida.  “Le dijo a mi hija, su sobrina, que este año no iba a tener plata ni para comprar una torta”, contó a El Ciudadano su cuñada, Frida Sánchez, con la voz entrecortada.

Daniel fue uno de los trabajadores  más calificados en la única fábrica de llantas que existía en el país. En los últimos años se desempeñó en el área de control de calidad. Vivía en zona sur, en avenida del Rosario al 600 bis, en la parte trasera de la casa de su hermano José y su cuñada Frida.

“Era una excelente persona, trabajador. Vivía por sus sobrinos y sus sobrinos nietos. En un principio estaba con sus compañeros en la lucha por la reapertura de la fábrica. Pero hace casi un año entró en un estado depresivo que no pudo salir. Siempre nos decía que no quería ser una carga para nosotros”, detalló la cuñada.

Frida contó que Daniel les había dicho que en julio próximo se iba a quedar sin nada de dinero porque ya no iba a cobrar más el subsidio por desempleo.

“Por unos meses cobró 8 mil pesos mensuales, pero después fueron 3 mil. Nosotros lo apoyábamos y le decíamos que lo íbamos a ayudar. Pero el insistía con que no quería ser una carga. En los últimos días ni comía. Todo eso lo llevó a tomar esa drástica decisión”, relató la mujer.

Daniel era un hombre solitario, respetuoso y reservado. Sus días los pasaba mirando partidos de fútbol con su hermano y se desvivía por sus sobrinos. Fue muy querido y familiero. “Una gran persona”, así lo definieron sus más allegados.

“Tenía adoración por sus sobrinos. Él cobraba su sueldo y era feliz. Les compraba muchos regalos. Hacía pollo a la parrilla, que a los chicos les gustaba. Pero en los últimos meses les decía que no podía comprarles nada. Estamos todos muy tristes y doloridos”, dijo la cuñada de Daniel, entre lágrimas.

 

Su último día

El lunes pasado Daniel se fue de su casa de zona sur a las 9. Pasaban las horas y no volvía. No era de irse por tanto tiempo sin avisar, y su familia comenzó a preocuparse. Su sobrina llegó de trabajar y le dijo a su mamá que encontró los anteojos y el celular apagado de su tío arriba de la mesa de la cocina.

Ese mismo día sus familiares hicieron la denuncia. A la noche llegó la peor noticia: Daniel había muerto. Lo encontraron en una quebrada del Saladillo.

A Daniel lo enterraron en el cementerio San Lorenzo, de Villa Gobernador Gálvez. Por un pedido expreso que le había hecho a su hermano no hubo velatorio.

En su caso pesó el hecho de que le faltaran algunos años para jubilarse y ser demasiado grande para conseguir un puesto acorde a sus capacidades. No pensaba en el retiro, le faltaba mucho camino para cruzar ese puente. Pero no soportó quedarse en la calle.