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María Fernanda Silva, del activismo negro a la embajada en el Vaticano

“Con cada paso que da una minoría, avanza la sociedad completa”, definía hace poco más de un lustro la diplomática de carrera, a quien un colega describió: “Es negra y piensa como negra”


Descendiente de la diáspora caboverdeana y diplomática de carrera, María Fernanda Silva es la primera mujer afrodescendiente en ingresar al Servicio Exterior de la Nación, que viene trabajando para la reconstrucción de la memoria y la deconstrucción del racismo institucional en el país, y que ahora quedó a un paso de convertirse en embajadora argentina ante el Vaticano.

“Cuando el enfoque es derechos humanos, cuando el enfoque abarca a todos y todas, con cada paso que da una minoría avanza la sociedad completa”, dijo alguna vez Silva, una frase que define la cosmovisión de esta argentina.

“María Fernanda es negra y piensa como negra”; así es la caracterización que la comunidad afroargentina hace de Silva, una diplomática con militancia en las vertientes populares del catolicismo y en la defensa de los derechos de los migrantes, causa abrazada por el papa Francisco desde que inició su ciclo en el Vaticano.

Silva –cuya designación como embajadora en el Vaticano fue oficializada este viernes con su publicación en el Boletín Oficial– tiene un fuerte vínculo con el activismo negro argentino, desde donde trabaja para la reconstrucción de la memoria y la deconstrucción del racismo institucional en el país.

“Hemos externalizado y extranjerizado la esclavización en la Argentina”, remarcó la diplomática en 2012, en una entrevista con Eduardo Valdes, a quien acompañó cuando el actual diputado nacional fue embajador en el Vaticano, para denunciar la invisibilización de la presencia negra en el país, realidad que –juzgó– tuvo un giro histórico en 2003 con la llegada de Néstor Kirchner al poder.

“A partir de 2003, vivimos un momento único con un Estado que –con una mirada inclusiva, con un modelo constructor de ciudadanía y con un enfoque basado en el derecho– dice: «Esta es una República con espacio para todos y todas y la afrodescendencia está incluida en ese todos y todas»”.

En noviembre de 2013, casi un año después de aquella entrevista, se estableció por ley al 8 de noviembre como el Día Nacional de los Afroargentinos, iniciativa de la que quien sería la futura embajadora en el Vaticano fue una de las autoridades de consulta.

La ley significó el primer reconocimiento de la presencia de afrodescendientes en el país, por parte del Estado argentino.

La comunidad afroargentina considera un “hecho político histórico” la designación de Silva, a quien reconocen como “símbolo del activismo negro” en el país, según señaló Federico Pita, director de Diafar (Diáspora Africana de la Argentina).

Ése es el espíritu con el que la comunidad despedirá a Silva este sábado en el Espacio Malcolm, del barrio porteño de Villa Crespo, antes de la partida de la diplomática hacia su misión en Roma, donde se instalará en las próximas semanas.

“María Fernanda siempre tuvo una agenda pública vinculada con las demandas de la comunidad, María Fernanda es negra y piensa como negra”, remarcó Pita, politólogo y uno de los organizadores del encuentro en el Espacio Malcolm.

Pero la trayectoria militante de Silva no está centrada en la causa negra, sino más bien en una perspectiva en defensa de los derechos de todas las minorías.

Para la diplomática, cuando el Estado tiene un “enfoque” basado en los “derechos humanos, cuando el enfoque abarca a todos y todas, con cada paso que da una minoría avanza la sociedad completa”.

“Cuando por ejemplo hubo matrimonio igualitario, avanzamos todas la minorías, no sólo las minorías de la sexualidad. Avanzamos todos como pensamiento omnicomprensivo”, reflexionó.

Silva es licenciada en ciencias políticas con especialización en relaciones internacionales en la Pontificia Universidad Católica Argentina.

Cumplió varios destinos diplomáticos. Entre otros, fue número dos ante el Vaticano hasta 2015; acompañó a Alicia Castro cuando estuvo a cargo de la embajada en Venezuela y fue parte de la embajada en Ecuador, país en el que también cumplió funciones en la Secretaría de Unasur.

Integra el Servicio Permanente Activo de Cancillería desde el 1° de enero de 1993 y se desempeñó en la Oficina del Arbitraje Internacional Argentina/Chile Laguna del Desierto; en la Dirección de América del Sur y en la Secretaría de la Embajada Argentina en Santiago de Chile.

También representó al país ante la Comisión Económica para América Latina (Cepal), luego se desempeñó como primera secretaria en la Dirección de Europa Occidental, y se le asignó el puesto de consejera en el gabinete del Rafael Bielsa, cuando ejerció el cargo de canciller en el gobierno de Néstor Kirchner.

A mediados de febrero pasado y en tiempo récord, el Vaticano otorgó el placet de estilo a María Fernanda Silva como embajadora de la Argentina, apenas semanas después del paso por Roma del presidente Alberto Fernández.

La aceptación fue confirmada por la Nunciatura Apostólica en Buenos Aires, sólo nueve días después de que el Ejecutivo presentara ante la sede diplomática el pliego para que Silva se convierta en la representante argentina ante el Vaticano.

María Fernanda Silva estaba casada y tuvo una hija, pero su matrimonio obtuvo una nulidad canónica por parte de la Iglesia Católica debido a que quien fue su esposo decidió inclinarse por el sacerdocio.

El propio Jorge Bergoglio, como arzobispo de Buenos Aires, acompañó el proceso que terminó con la declaración de nulidad matrimonial para la pareja, que actuó de común acuerdo en el tema y la ordenación sacerdotal del varón. Por eso, según el derecho canónico (la ley eclesiástica) la mujer es soltera.

Es a raíz de esa intervención y por el paso anterior de Silva por el Vaticano que el papa Francisco conoce personalmente a quien será la primera mujer afredescendiente en ocupar la embajada argentina ante la Santa Sede.

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