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Malvinas y la conciencia nacional

Por: Jorge Bolívar

El presente artículo contiene episodios testimoniales, pero ejemplifica cómo se conformó, con su correspondiente continuidad histórica, con sus avances y retrocesos, la cuestión de la usurpación de las islas Malvinas realizada por los ingleses como una parte inescindible de la conciencia nacional.

Dos juegos de memoria. El primero me lleva al año 1950. Cursaba el último año de la escuela primaria y en los actos donde se reivindicaba el carácter argentino de las islas usurpadas recité un conmovedor poema alusivo de una maestra argentina cuyo nombre lamentablemente se me ha borrado con los años. Las nuevas generaciones crecíamos con esos actos plenos de sentimientos patrióticos.

El segundo me traslada a 1965. La diplomacia del presidente Arturo Illia obtiene su triunfo mayor: la resolución 2065 de la ONU incluye a las islas Malvinas en los procesos de descolonización, ante el disgusto de Gran Bretaña.

Un año después se edita en varios tomos el libro Historia completa de las Malvinas, de José Luis Muñoz Azpiri, que contiene un tesoro documental sobre el tema y que muestra que la ocupación inglesa de 1833 fue pensada para avanzar sobre la parte sur de la Patagonia, con miras a lo que hoy es el puerto de Santa Cruz.

Durante el último gobierno de Juan Domingo Perón se produjo un asombroso acercamiento, en particular con los habitantes de las islas. La Argentina construyó, creo que por iniciativa del brigadier Héctor Fautario, una pista de aterrizaje en Malvinas que no existía.

Los malvinenses comenzaron a venir a Buenos Aires como antes iban a la lejana Londres. Conocí en esos años a unos isleños que estaban fascinados con nuestra capital y querían estudiar en nuestras universidades. Aprendían castellano. Algunos creían que los ingleses habían comenzado a pensar en una transferencia negociada no lejana, ya que no encontraban demasiado sentido en seguir sosteniendo los costos del gobierno de las islas.

Pero motivos geopolíticos cambiarían su mirada. Las posibilidades de encontrar petróleo en el mar epicontinental y de convertir al archipiélago en un centro pesquero austral colocaron al viejo imperio en nuevos escenarios de poder.

La guerra de Malvinas dejó en secreto el juego de las iniciativas estratégicas entre unas islas demasiado fáciles de tomar y muy difíciles de conservar militarmente. Compartí una mesa de debate con el ex canciller Nicanor Costa Méndez con motivo de la invasión de Saddam Hussein a Kuwait.

Costa Méndez sostuvo allí la tesis de que, en esa invasión, al líder árabe los Estados Unidos le habían hecho el mismo trabajo que a Leopoldo Fortunato Galtieri. Éste había sido incitado a tomar las islas para mejorar su situación política, pero el verdadero objetivo era permitir una recuperación real de la soberanía inglesa debilitada por el encuadre internacional de colonialismo.

Esta recuperación contó con el pleno apoyo de los Estados Unidos y de la Otán. Lo cierto es que la guerra dejó en nuestra conciencia nacional profundos sentimientos encontrados. La más atroz dictadura militar encabezó la recuperación de las Malvinas, uno de los objetivos más queridos por el pueblo argentino.

La derrota conmovió a todos, pero no pudo borrar el carácter de gesta nacional que ese complejo episodio histórico tuvo para nosotros, por la dignidad y valentía de muchos soldados y oficiales y por las hazañas reconocidas internacionalmente de nuestros aviadores.

Sirvió también para que una amplia base de hombres jóvenes de nuestras Fuerzas Armadas comprendiera que su tarea específica no era la conducción política del país sino la defensa nacional.

La refundación de la democracia no se abrió, a pesar de esto, con una concientización nacional adecuada en la materia. La confusión reinante era elevada y muchos alfonsinistas adherían a la tesis de un ideólogo francés, Alain Rouquier, quien nos recomendaba la “desmalvinización”, algo profundamente contrario, en el fondo, a la conciencia nacional enseñada por el peronismo cuarenta años antes.

La “seducción” de Guido Di Tella, enviando ositos Wini-Pu, no mejoró la perspectiva concientizante. El gobierno de los Kirchner recuperó el enfrentamiento en el plano de la descolonización a secas, que es en el cual debe encuadrarse.

Y aunque no haya obtenido resultados, porque Gran Bretaña rehuye hasta ahora aceptar las indicaciones a dialogar entre los dos países aconsejada por Naciones Unidas, nos reinstalamos en la necesidad de volver a colocar esta cuestión en el plano de la afirmación de la conciencia nacional, que es un suceso en permanente proceso de recreación.

Esta tarea, no sólo diplomática, no es ni será una cuestión que va a resolverse de un año a otro, pero va a terminar configurando en las nuevas generaciones el valor que siempre debió tener. Una derrota militar no puede cambiar el sentimiento de propiedad usurpada históricamente para un pueblo.

Los 2 de Abril deben ir progresivamente reuniéndonos a todos de nuevo alrededor del núcleo básico de la cuestión malvinizadora, como causa nacional que, en el tiempo histórico, está lejos de ser una causa perdida.

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