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Malvinas: la guerra constante contra la indiferencia

En la víspera del 36° aniversario, los veteranos protagonizaron una vigilia para no olvidar y pedir que el Estado no los abandone.

Los ex combatientes estuvieron firmes durante la tarde del domingo frente al monumento levantado en su honor, en el Parque a la Bandera. Si bien la vigilia que pensaron quedó trunca por agua y se pospuso hasta este lunes a las 13, algunas bandas alcanzaron a tocar. Mientras todo ocurría, tres de los veteranos contaron sus historias a El Ciudadano.

Claudino Chamorro tenía 19 años cuando peleó en el Batallón de Infantería de Marina N° 5 de Río Grande, Tierra del Fuego. En la actualidad preside el Centro de Ex Combatientes de Rosario que integran 380 veteranos. “Tuvimos que unirnos y luchar por nuestros derechos. Cambiamos el dolor por acciones solidarias. Cuando la guerra terminó seguimos peleando contra la desmalvinización, el olvido de los gobiernos, el desinterés y la indiferencia”, explicó.

El año pasado, la agrupación se sumó al reclamo nacional para restaurar las prestaciones de servicios y medicamentos suspendidos de Pami. También exigen que el Estado reconozca los diez años que pasaron desde el fin de la guerra hasta 1992, cuando les dieron una pensión honorífica.

“No vemos políticas de Estado para la causa Malvinas. Vamos a seguir la lucha para defender el recuerdo de nuestros héroes”, agregó.

Raúl Gómez tenía 18 años cuando el 5 de enero de 1982 se sumó a la Brigada Aérea El Palomar. Antes de pelear en Malvinas, había usado sólo dos veces el fusil. “A medida que pasan los años los recuerdos crecen. Es la historia de todos. Hacemos la vigilia para que la sociedad tome conciencia y la juventud sepa qué pasó y luche por recuperar las islas por vía pacífica”, contó.

Goméz habló de las secuelas que dejó la guerra. Dijo que en 2017 murieron 130 ex combatientes en todo el país, y en lo que va del año otros 30. Sufrieron accidentes cerebrovasculares, ataques cardíacos y cáncer. “De 10 compañeros, 9 son diabéticos y 4 tuvieron cáncer. Es una cifra que alarma. Es consecuencia de lo que vivimos en la guerra. Muchos toleraron las balas de un fusil y no la indiferencia”, explicó.

El veterano cuestionó el olvido del Estado y al igual que su compañero se refirió a la desmalvinización. “No se habla en los libros escolares y de historia. También dejaron de aparecer en algunos mapas. Estamos tratando de implementar con el Ministerio de Educación charlas en los colegios para que las 649 muertes no sean en vano”, concluyó.

El abuelo guerrero

Cuando era chico Raúl Zuanigh escuchaba las historias de guerra de su abuelo Luis. Había nació en Udine, al norte de Italia, y había peleado como civil en la 1ra Guerra Mundial. Raúl no sabía que ocho años después de que su abuelo muriera le iba a tocar seguir sus pasos y participar de la guerra de Malvinas.

En la pared de la habitación de Raúl Zuanigh cuelgan dos medallas. Una en reconocimiento por pelear en la guerra de Malvinas. La otra es de su abuelo Luis, quien luchó en la 1ra Guerra Mundial. Cada 20 de junio Raúl las saca y las usa como homenaje.

“Cuando estaba en Malvinas me acordaba de las historias que contaba mi abuelo. Le rezaba mucho a él. Mis padres me enviaron una carta donde decía que si él había vuelto de la guerra, yo también lo iba a hacer. Me hubiera gustado que él sepa que yo también luché como él”, contó Raúl a El Ciudadano.

Raúl Zuanigh es ex cabo 1° del Ejército. A los 24 años cursaba el servicio militar obligatorio cuando le avisaron que tenía que viajar a Río Gallegos porque habían tomado las Islas Malvinas. Allí se enteró de que él iba a ser uno de los combatientes. Estuvo en Monte Kent y en Monte William durante 61 días y entró en combate cerca de la última semana de guerra. Raúl dijo que la guerra le enseñó a ayudar al otro, a conocer el dolor y la muerte. En 1984 se fue del Ejército. Trabajó unos años en una empresa de vigilancia y después pasó a trabajar como administrativo en la Policía, donde se jubiló. “No quería tener más contacto con armas”, explicó.

Está casado y es padre de dos hijos, de 34 y 25 años. El mayor es artesano y tiene un puesto en el Mercado del Patio. El menor toca la trompeta en la banda de cumbia La Delio Valdez. A ellos les contó su historia y quiere que todos los jóvenes sepan lo que pasó en Malvinas.

Mientras toma un mate con su esposa, sentados en la loma del monumento a los caídos, Raúl esperaba que llegara la medianoche para cantar el himno. “Es la fecha de una guerra mal parida. Hicimos lo nuestro, lo que pudimos”, dijo mascando un poco de bronca y nostalgia. “Vamos a tener esta carga durante toda la vida. Me ayudó la familia y los camaradas, con los que organizamos actividades en honor a los que murieron”, agregó.

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