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Males que se curan con risa

Por: Paola Cándido. Desde 2007, en Rosario se realizan capacitaciones para convertirse en especialistas que utilizan el humor y el juego para restablecer la salud. Un ejército de payasos que cada día suma adeptos y logros.

Desde hace cuatro años Rosario es sede de un curso muy particular que mezcla la risa, el humor, la música, con la medicina. Se trata de una capacitación en Payamédicos, un nombre que directamente remite a la película Patch Adams, que protagonizó Robin Williams, y que sirvió de inspiración para muchos especialistas de la salud que buscan en esta técnica una forma de atención diferente a los pacientes.

Payamédicos es una Asociación Civil sin fines de lucro creada en Buenos Aires en 2003. Sus fundadores son el médico psiquiatra José Pellucchi y la licenciada Andrea Romero. La misión es contribuir a la salud emocional del paciente hospitalizado. Y para tal fin se utilizan recursos psicológicos y artísticos relacionados con juegos, música, teatro, técnica de clown, magia y el arte humorístico en general. El grupo está coordinado y supervisado por médicos y psicólogos con amplia experiencia en niños y adultos internados por diversas patologías.

“Los Payamédicos viven en Saturno y vienen a la tierra a traer amor y alegría, buscan la intervención terapéutica con el paciente basada en juegos, malabarismos, acrobacias y transforman la escena, como cualquier clown, buscan la multiplicidad de los objetos, tratan de transformar desde la fantasía. No tienen maletín, tienen buenetín donde llevan la jeringarata, que no tiene agujas, es de colores, hace música y se le inyecta al paciente dosis de energía, el estetoflorio, que en vez de campana tiene una flor o un corazón, el suerófono, que es un teléfono y así muchas herramientas más”. Así define Alejo Benítez las características de su profesión, que cada día suma más adeptos.

Desde hace cuatro años, acá

En Rosario, el primer curso que se hizo fue en 2007, donde se juntó el aval de la Facultad de Medicina con una importante aseguradora, que fue la que aportó el dinero.

Año a año, el curso fue creciendo y en 2011 se realizó una nueva edición de esta “especialidad” a través de un grupo formado por Benítez y Juliana Basani, que se encargaron de dictar la parte práctica y, Martina Berra y Romina Benvenutti, que son psicólogas, se encargaron de la parte teórica. El curso duró nueve meses: tres de práctica donde entre otras cuestiones aprenden técnicas de clown. En la parte teórica invierten otros tres meses, mientras que el resto del tiempo lo dedican a los que llaman payapasantía. Allí, los integrantes del grupo ya cuentan con vestuario y su buenetín.

El acto de colación tampoco es común. Allí reciben el Documento de Paya Identidad (DPI) y se les entrega el diploma por haberse recibido.

El precio del curso de Payamédico es simbólico, el dinero que reciben es para el grupo de Rosario, que trabaja en la sala de pediatría del Hospital Centenario y en el Geriátrico Tercera Edad.

En diálogo con El Ciudadano, Benítez explica que los payamédicos trabajan con todas las patologías médicas-psiquiátricas, por una cuestión de abordaje, y aclara que los pacientes pueden ser ambulatorios, estar internados o incluso en terapia intensiva. “El trabajo del payamédico es puramente vocacional, si no es insostenible. Tenía cerca de 20 años cuando miré la película Patch Adams y me sentí muy identificado con lo que él hacía, quién era. Hice un viaje y conocí una persona que era payamédico, y me quedé enamorado de lo que era la actividad”.

Payahistorias clínicas

“Tenemos nuestras payahistorias clínicas, al lado de la historia clínica del médico. El payamédico cada vez que llega al hospital, hace un payapase. Nos encontramos con la médica de turno, y nos hace un pase de todos los pacientes que hay ese día en la sala y de los que ya conocemos. Le preguntamos cómo pasó la semana, cómo está de ánimo, cómo sobrelleva la internación, en el caso que le hayan hecho alguna intervención quirúrgica; y si es un paciente que lo vemos por primera vez, hacemos una recopilación de datos más exhaustiva; como por ejemplo, nombre, edad, por quién está acompañado, qué patología tiene, entre otras cosas”, agregó Benítez.

En ese sentido, destacó que los payamédicos trabajan con su dupla, y se dividen según los pacientes que estén ese día, mantienen la improvisación y lo que trae el propio paciente; no por imposición, se le pregunta qué le gustaría estar haciendo y ver si el paciente se engancha con eso, que pasa en el 95 por ciento de los casos. “Una vez que el paciente se enganchó, puede despejar su cabeza, y empezar a jugar, a sacar un montón de cosas a través de la perspectiva terapéutica del personaje”, asegura.

Cuando se termina la intervención, el payamédico escribe su payahistoria clínica y queda archivada para llevar un seguimiento, se hace un balance semanal, y cada día a la salida del hospital o del geriátrico, se hace un balance de qué pasó ese día, cómo sobrellevó cada uno la situación que vivió con su dupla, cómo vio al paciente, qué cosas hay dentro de la institución que no están bien, si algunos de los compañeros se sintió mal. El grupo tiene payasupervisores que son psicólogas, que hicieron un curso particular y cada 15 días el grupo del hospital como del geriátrico tienen una payasupervisión que es grupal, donde cada uno tiene que llevar sus payahistorias para que las payasupervisoras lo estudien, y a través de esa lectura y de lo que nosotros pasamos a ese papel, corroborar si hay cuestiones que están influyendo.

“Hay situaciones muy drásticas, en el hospital trabajamos con chiquitos que están en la sala de oncología y la gran mayoría no salió adelante, uno siente las pérdidas, más allá de que es una labor muy cuidada, por eso nosotros consideramos que el curso debe tener una preparación exhaustiva, tiene que estar preparado desde su clown, porque la nariz, lo artístico, es lo que nos ayuda a separarnos a nosotros de esa situación traumática que se vive dentro del hospital”, expresó Benítez. Y contó: “Una nena necesitaba hacerse una radiografía y no quería porque le daba miedo y lloraba. Llegaron los payamédicos al hospital y la médica nos comentó lo que pasaba. La dupla de payamédicos llegó a la habitación de la nena y empezaron a intervenir. La nena empezó a llorar y en ese momento, las dos payamédicas que estaban trabajando, dialogan: «Una radiografía. Yo me quiero sacar una foto, ahí que está buenísimo». Así, las dos payas se empezaron a pelear porque la médica les iba a decir que sólo una podía ir”.

“La nena miraba todo eso y le empezó a cambiar su mentalidad, que ir a hacerse una radiografía. Y sin que les digan nada, la nena les preguntó si podía ir, las payamédicas le decían que querían ir ellas y así generaban que la nena tenga más ganas; y fueron las tres juntas a la sala de radiografía y la nena se quedó parada en el medio de las payamédicas”, dijo sintetizando un poco de su tarea diaria.

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