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Verde que te quiero

Madres cultivadoras de cannabis pidieron que la Justicia no las persiga

Ocho mujeres fueron a la Justicia federal para tener el okey en plantar, producir y dar los preparados a sus hijos e hijas porque encontraron mejorías al hacerlo. Sus enfermedades no fueron incluidas en la ley de uso medicinal


Arte El Ciudadano / Ana Stutz

Érika no tuvo problemas en el parto de Santino, pero cuando el bebé tenía 8 meses ella notó que estaba molesto. Lo llevó al pediatra y le dijeron que era moco. Tres meses más tarde lo internaron porque tenía pus en la cabeza. Los médicos lo durmieron en un coma farmacológico y le recetaron otros medicamentos, pero no mejoró.

Érika caminaba al sanatorio todos los días esperando llegar y que le dijeran qué tenía su hijo. Un día pasó por un vivero y vio la portada de una revista donde una madre cultivaba marihuana para hacer aceite de cannabis. Otra tenía al médico e investigador Marcelo Morante de La Plata que trataba a su hermana con cannabis. Érika compró las revistas y cuando el vendedor le preguntó por qué las llevaba, ella respondió: “Necesito esperanza”.

La madre contactó a los grupos Mamá Cultiva Argentina, Cameda y Arec para investigar. Conoció a un cultivador que le dio un aceite rico en THC porque entendía que al nene le faltaba algo que “lo levantara”. Santino había empezado un tratamiento con morfina y los médicos le dijeron que iba a vivir entre 6 meses y 2 años.

A escondidas, Érika le dio dos gotas del aceite a pesar de haber sido criada con la idea de que la droga hace mal. Dos días después Santino despertó y 19 días después le dieron el alta. “Yo lloraba y daba gracias. No a Dios ni a los médicos. Mi gratitud fue a la planta”, escribió Érika en una presentación que llegó este martes al juez federal Marcelo Bailaque. En el texto también estaban los testimonios de otras siete mujeres que pidieron a la Justicia que les dejen cultivar marihuana y hacer el aceite sin que la Policía les allane las casas. El Ciudadano recuperó las historias de las mujeres.

Cepas

A Juan Cruz, el hijo de Carina, le diagnosticaron un retraso madurativo y lo trataron en dos centros de salud donde los profesionales le decían a la familia que él era muy inteligente, pero no podía interactuar con nadie. “Estaba como robotizado”, le contó madre al juez en el texto. Juan Cruz empezó la escuela y la libreta estaba llena de buenas notas pero no tenía amigos. El año pasado le diagnosticaron autismo.

“Los médicos me decían que él iba a ser siempre así: en su mundo. No te miraba”, explicó la madre. En diciembre Carina recibió una donación de aceite de cannabis y a los meses vio cómo la ansiedad de Juan Cruz bajaba. Con el primer gotero ya pudieron comer juntos, pudo concentrarse más y, siempre según la madre, hoy ya es un nene sin autismo.

“Anda con la camiseta de Argentina y está preocupado por las figuritas del álbum del mundial. Es tener a mi hijo de nuevo. Yo me siento mamá”, escribió la mujer y agregó que junto a Juan Cruz y su madre, una mujer de casi 70 años, fueron a marchar a favor de la regulación del cannabis medicinal.

Carina no puede depender de que un cultivo le salga mal o de lo que le puedan donar. Tampoco puede comprar el aceite porque la Nación no incluye el autismo entre las enfermedades habilitadas para recetarlo. “Necesito estar dentro de la ley para poder hacerlo libremente. Quiero buscar la cepa que sea para Juan Cruz y de poder cultivarla”, concluyó la madre.

Preconcepto

Natalia también resistió la idea de usar un aceite de cannabis con Joaquín, que nació en 2012 y a los 15 meses le diagnosticaron epilepsia. Ella probó con tratamientos medicamentosos tradicionales, pero el chico no respondía. Mientras tanto, ella pasaba entre una a cuatro horas leyendo en internet testimonios de madres que usaban el aceite. Incluso la de Charlotte Fiji, una de las primeras pacientes infantiles que cambió la historia del cannabis medicinal.

En diciembre de 2014 Natalia empezó a darle una gota de aceite Charlotte Web a Joaquín. Le costó traerlo, pero vio las mejorías. El chico tenía más hambre y ya no tenía tantas crisis. En marzo de 2015, aún lejos de que la ley de cannabis medicinal existiera en Argentina, a Natalia se le acabó el frasco. Entonces germinó una planta, pero la perdió por un ataque de hongos. Consiguió una donación de flores de marihuana y armó el aceite, pero chocó con otro problema de las madres: los médicos aún no estaban de acuerdo con recetarlo.

En el medio, la Legislatura santafesina aprobó el uso y después la Nación. Desde el año pasado Joaquín toma el aceite Charlotte´s Web y bajó de 20 crisis por hora a 10. Hoy se atiende junto a médicos y psicólogos de la Asociación de Usuarios y Profesionales para el Abordaje del Cannabis (Aupac).

Despertarse

Fernanda y Analía también contaron sus historias al juez Bailaque esperando que genere un amparo colectivo inédito en la historia Argentina. Hasta ahora solo han salido dos amparos, pero individuales. Fernanda cuida a su hijo Juanse, que tiene Síndrome de West, por el que convulsiona, pero con el aceite le mejoró el apetito, la sed y subió de peso.

Analía cuida a su hija Fiama en Villa Gobernador Gálvez. La chica tiene parálisis cerebral y después de siete años dejó el andador al usar el aceite. Ahora quiere mejorar su motricidad fina. Fiama quiere escribir.

El caso de Natalia, madre de Felipe, entró a la presentación de este martes. Con cuatro años el chico cargaba con un diagnóstico de síndrome de Doose e hipoacusia. No dormía, jugaba o miraba televisión. En tres meses con el tratamiento de cannabis bajó la cantidad de crisis y subió de peso. “Comenzó a despertarse. Dejó los audífonos. Feli juega, ríe y sostiene la mirada. Pronto comenzará el jardín para poder socializar. Lleva la vida que debe llevar un niño”, le contó Natalia al juez.

Susana y Natalia sumaron sus casos a la presentación judicial. La primera con una hija que a los 19 años empezó a tener convulsiones y la segunda con su hijo de 8 años al que le diagnosticaron Síndrome de Tourette, entre otros problemas. En 2018 ambos empezaron a tomar aceite y mejoraron.

Dos puntas

Las mujeres que ayer pidieron el amparo saben de los peligros que enfrentan: penas de prisión de entre 4 a 15 años por cultivar; de uno a seis años por trasladar la materia prima o el aceite casero; de un mes a dos años por tenencia; y de seis a 20 años para la que use su casa para cultivar para su hijos o otros. Y saben que la Justicia puede condenar entre dos a seis años al médico que prescriba el aceite en casos por fuera de la ley.

Además de la presentación en el fuero penal federal, las madres, acompañadas por las abogadas Jésica Pellegrini y Gabriela Durruty, fueron a la jueza civil federal Silvia Aramberri para interponer otro recurso ante la Justicia civil. Pidieron que el Estado nacional les provea del aceite.

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