Edición Impresa

Reflexiones

Macri apuesta a CFK como factor tóxico (puede fallar)

Claudio Bonadio produjo el abracadabra de unir a tribus ultra: los M y los K.


Claudio Bonadio produjo el abracadabra de unir a tribus ultra: los M y los K. Desde los extremos del espectro político bastardearon, a coro, al juez federal por su citación a Cristina de Kirchner pero, con el hecho consumado, en los dos campamentos le agradecieron secretamente: el kirchnerismo porque sirvió la excusa del regreso de Cristina; el macrismo por lo mismo.

Este miércoles, la ex presidenta encabezó su segundo acto político desde el regreso, hace 10 días, y ayer le dio visibilidad a la crisis del bloque de senadores del FpV: recibió, en el Instituto Patria y bajo la mayordomía de Oscar Parrili, a más de 20 integrantes del bloque que preside Miguel Ángel Pichetto, quien faltó a la cita.

Esa bancada es el anteúltimo dique del peronismo territorial. Dos tercios de esa bancada votó a favor del pago a los buitres contra la posición de sus pares de diputado y el manifiesto rechazo de la ex presidenta. Y unos pocos, entre ellos Juan Manuel Abal Medina, fueron al acto de Comodoro Py. Pero ayer fueron a ver a Cristina de Kirchner.

El capítulo se perfiló similar a lo que ocurrió con los intendentes bonaerenses: unos pocos, bien fieles, piden la cumbre y después empiezan a invitar. “No es fácil decirle que no a una invitación de Cristina”, sintetizó un operador del PJ sobre la presencia de los alcaldes del G-12 que asistió casi en pleno (salvo Gabriel Katopodis). Pero ninguno habló.

Regreso con sorpresa

La hiperactividad de la ex presidenta es un fenómeno que pocos imaginaban hace 20 días. En una semana y media, juntó una multitud en Comodoro Py, alineó a los diputados, reunió a los alcaldes de la provincia y a las organizaciones sociales, a un club de artistas, pisó el conurbano rabioso, vio a los senadores y mandó a operar para tener una foto con gobernadores. Entre los que dieron el sí se cuentan el formoseño Gildo Insfrán, la catamarqueña Lucía Corpacci y su cuñada, Alicia Kirchner.

El despliegue de Cristina de Kirchner eclipsó a los demás opositores. Entre el Panamá Papers y el regreso de su ex jefa, Sergio Massa se volvió casi invisible. Juan Manuel Urtubey suena pero sólo en las revistas del corazón por su casamiento con Isabel Macedo.

Eso parece ir más allá de la coyuntura. Un sondeo de la consultora Isonomía, previo al regreso de la ex presidenta, muestra que Cristina de Kirchner es vista como la principal opositora (28 por ciento de consultados) pero si se suma a las entidades satélites (kirchnerismo, Máximo K, La Cámpora, Axel Kicillof, Aníbal Fernández, Daniel Scioli) llega a 54 por ciento, mientras Massa tiene 12 por ciento y Urtubey apenas 1. Hay más de un 30 por ciento que no define ningún principal opositor, no se decide o piensa en otros.

En busca del mejor opositor

Eso no debe leerse como que más del 50 por ciento ve bien al universo K, sino qué actor político se recorta como el principal rival y antagonista. Ese dato puede enlazarse con uno que reportó el miércoles Ibarómetro, que refleja que casi la mitad de consultados que respaldan a Macri, lo hacen porque “representa un cambio al kirchnerismo”. Simple: en algunos sectores, Cristina de Kirchner embellece a Macri.

El macrismo adhiere, con fervor, a esa tesis y por eso se mueve con la convicción de que la reaparición de la ex presidenta le resulta funcional: porque revalida expectativas sobre el gobierno y porque es un factor que considera tóxico en cualquier proceso de reunificación del peronismo.

En el PRO se mueven sobre una base: para 2017, más que ampliar la base de sustentación propia, la posibilidad de victoria está dada por la fragmentación del universo opositor. Cristina como jefa de un pedazo de peronismo, Massa por otro lado, quizá un peronismo de matriz posduhaldista, la izquierda con sus puntos de siempre y la centroizquierda con sus puñaditos, salvo Margarita Stolbizer, muy cerca de Massa a pesar del menú de ofertas que le hizo el PRO antes y después de ganar el balotaje.

“Margarita padece un síndrome de temor a estar en el poder. Le gusta ser oposición, es más cómodo”, la tirotean desde el PRO.

Enemigos íntimos

Los Kirchner también eligieron a Macri como enemigo perfecto y, al final, lo tuvieron como heredero. El macrismo parece, ahora, aplicar la misma lógica: montado a los números que le ponen al kirchnerismo una base de 15/18 y un techo de 25 por ciento que, en provincia de Buenos Aires, oscila en 32 por ciento (el piso en las peores elecciones, las de 2009 y 2011), el PRO cree que una Cristina presente y expansiva es un elemento ventajoso para Macri en la disputa de 2017.

Una novedad de corto plazo es que, a priori, Cristina de Kirchner parece estar juntando más peronismo que el que se suponía. La otra, vista en el seno del PRO bonaerense muy cerca de María Eugenia Vidal, es que el peronismo/FpV tiene dos potenciales candidatos competitivos, Cristina y Scioli, y el FR lo tiene a Massa, el opositor con mejor imagen y más alta rotación, mientras el macrismo, salvo Jorge Macri (por portación de apellido) no tiene un candidato fuerte salvo que recurra a Gabriela Michetti.

Vuelve, por eso, un reproche a Nicolás Caputo, a quien se atribuye haber influido sobre Macri para que no elija a Marcos Peña como su vice y empujó a Michetti, que si no fuese vice hoy sería la candidata natural del PRO en la provincia.

Comentarios