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El agua y el pez

“Cuando lo enfrentamos a López queríamos recuperar valores del club”

El ex volante de Newell's se muestra feliz en su nueva faceta de escritor de cuentos de fútbol.


Las travesías en bicicleta por toda la ciudad, la militancia política y el espíritu de solidaridad comunitaria, transformaron a Kurt Lutman en un reconocido personaje de la vida social y cultural de Rosario. Siempre llevando el fútbol como manual de enseñanzas bajo el brazo. Esa escuela sin aulas que lo enriqueció intelectualmente con tantas anécdotas e historias vividas. Y que el propio ex volante de Newell’s plasmó en el primer libro de su autoría: ‘El agua y el pez’, crónicas de un fútbol fantástico, que Kurt se encarga de vender en bici y que ya cursa por la quinta tirada.

“Estoy hecho un escritor (se ríe). Ahora mi vida gira en torno a difundir el libro, y a construir el próximo que saldrá a la calle el año que viene. Estoy muy feliz. En un nuevo universo como la literatura, dentro de otro universo que ya conozco como el fútbol”, resume Kurt.

—¿En qué consiste ‘El agua y el pez’?

—Son imágenes e historias que me quedaron marcadas, que tienen corazón y que sentía que en algún momento tenía que transmitirlas. No porque lo haya vivido; sino que ya venían con corazón. Historias muy potentes porque sucedieron en momentos y lugares muy fuertes. Recorre desde ligas del interior como la Cañadense hasta la Tucumán de (el ex gobernador Antonio) Bussi, en donde Mauro Amato fue jugador de Atlético en ese contexto, pasando por Huracán Corrientes. Se mueve entre varias historias y microhistorias que tienen corazón.

—Con un prólogo muy emotivo, escrito por tu viejo: el Chiche Lutman.

—Fue la primera vez para un montón de cosas. Mi viejo armando el prólogo y mis hijos participando. Mi hija Francisca escribiendo y mi hijo Juan dibujando. Y yo, escribiendo. Siento que es un libro inaugural. Con todos los miedos y las satisfacciones que implica.

—¿En 2017 se viene el segundo libro?

—Sí, ya tengo todas las historias que serán cerca de 20. Los ejes serán los mismos. Estarán atados entre la militancia, el fútbol, el amor y la crianza. Ejes que atraviesan mi vida. Cuando lo inicié no le tenía mucha fe, pero ahora sí me gusta como está quedando. De a poco fui encontrándome y depurándolo. Ya le quedan los últimos 20 días de refinamiento para mandarlo a imprenta.

—Y siempre recorriendo la ciudad con la bicicleta como fiel compañera.

—Me gusta andar en bici. Me da libertad. Me puedo subir y bajar adonde quiero. Me entrena y me mantiene activo. Nosotros que somos bichos de fútbol y que necesitamos quemar energías porque el cuerpo nos demanda movernos, siento que la bicicleta es una compañera ideal. Y Rosario tiene las dimensiones justas por si me piden un libro en La Florida, llegar hasta allá. Distinto sería vivir en el Gran Buenos Aires y que me pidieran un libro en Morón (risas)”.

—¿Qué extrañás del fútbol?

—Muchas cosas. Siento que hay muchas cosas que están podridas y muchas otras que siguen siendo maravillosas. Extraño la convivencia con mis compañeros, las concentraciones, las previas. Extraño salir a la cancha y escuchar ese sonido ambiente irrepetible. A los hinchas cantando una canción para que el jugador sepa que están. Extraño la poesía del fútbol, que va más allá de una buena jugada. Y no extraño para nada a los directivos y a un montón de gente que se dedican a mentir con tal de facturar a través del fútbol.

—Del actual plantel de Newell’s aún quedan jugadores que fueron compañeros tuyos.

—Sí, fui compañero de Maxi, del Negro Domínguez, de Mateo y de todos los pibes más grandes. Y tengo los mejores recuerdos. Tipos muy nobles. Por eso muchas veces cuando se los critica sin saber el esfuerzo que han hecho y lo que sienten por Newell’s… Todos ellos tienen algo en común: sienten una pasión enorme por Newell’s. Estos pibes dejan la vida por la camiseta y por la historia rojinegra. Y me dolió cuando les iba mal. Ahora estoy feliz de que les vaya bien.

—¿Cuál fue el Newell’s que más te gustó de los últimos años?

—Aquel que dirigía el Tata Martino. Pero más allá de la estética, también me gustan los equipos. Jueguen como jueguen. Si Newell’s es un equipo solidario y aguerrido, por más que le falte brillo pero sea noble y vaya al frente, también me enamora. No solamente me enamoro de una jugada bonita o de los jugadores talentosos. También me enamoro del esfuerzo, de la nobleza y de la solidaridad en la cancha.

—Un Newell’s que hoy atraviesa una crisis institucional con dirigentes amenazados…

—Muestra una crisis que hace rato que está instalada. Hace mucho tiempo que los jugadores sufren amenazas si no ganan. Hace mucho tiempo que algunos hinchas cobran plata como si fuese un trabajo. Yo no los llamaría hinchas. Son los que lucran a través del fútbol. Y también hace mucho tiempo que algunas dirigencias lucran y manipulan, siendo cómplices de estos personajes. Esto arranca desde la Fifa, pasa por la AFA y llega a algunas dirigencias y a ciertas tribunas que también están podridas. La crisis no se resuelve entre 10 personas, sino a nivel comunidad. Con el Estado en todos sus poderes y con las instituciones que forman parte de la sociedad. Y hay partes que deben tener mayor injerencia. No es lo mismo lo que pueda hacer un juez que lo que pueda hacer un ciudadano común como yo.

—¿En el libro contás cuando te enfrentaste con el ex presidente Eduardo López?

—Sí, y fue verdad. Yo que en ese entonces era un pibe y junto a una generación de compañeros, queríamos recuperar valores en el club. En el 88, ningún jugador de Newell’s cobraba si no cobraban todos. La gente vincula mi salida de Newell’s con aquel episodio, cuando yo en realidad ya venía cansado del fútbol. Hacía 20 años que jugaba y tenía ganas de hacer otras cosas. El fútbol profesional es complejo para un pibe que se dedicó al fútbol dentro de una estructura rígida como Newell’s, uno de los clubes más importantes del país.

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