Conciertos

emergente del under porteño

Louta, un artista inquietante a puro desenfreno, llega a Rosario

Louta, gran emergente del under porteño del momento, propone un espectáculo inclasificable en el que conviven rasgos de performance, rave y show musical.


Hay que estar preparados para vivir una experiencia sensorial: un viaje surrealista y complejo es el que propone Louta, el inquietante artista, músico y performer que llegará por primera vez a Rosario con el predicamento de haberse convertido, en 2017, en la revelación del under porteño. El Ciudadano estuvo el viernes en el Espacio Xirgu Untref de Capital Federal y adelanta parte de lo que se verá en Rosario.

Louta se presenta este jueves, desde las 20, en La Sala de Las Artes, de Suipacha 98 bis. Anticipadas están a la venta en ticketek.com.ar

Louta también se denomina el disco, primero en la carrera de este artista emergente cuyo verdadero nombre es Jaime James.

Es música, claro está, sigue el patrón de las canciones, pero va mucho más allá. En la plataforma Spotify se pueden oír las canciones de su disco homónimo, mezcla de cumbia, hip hop y electrónica: la marca melódica es potente e intensa pero en vivo es otro cantar porque juega su partido más importante sumando una performance escénica de alto impacto.

Louta se trata de un trabajo que, con letras directas y claras, explora situaciones cotidianas de un joven pensando en la gran urbe repleta de contradicciones, como en cualquier posible lugar del mundo. En vivo, el sonido pegadizo invita a mover primero los pies, luego dejarse llevar por la experiencia del sentirlo a pleno.

Eso es lo que Louta explota en el vivo con un vuelo artístico que incluye exuberantes estructuras, herencia simbólica de su padre, el creador de Fuerza Bruta Diqui James, y de su madre, la coreógrafa Ana Frenkel (El Descueve). De hecho, ellos están presentes sin estarlo.

Las canciones sirven de disparador para mostrar un show que inquieta, interpela e involucra al espectador (que no es sólo tal) y trasciende la cuarta pared.

El escenario está acondicionado como un living: un sillón, flores, veladores, fotos y una mesa. Louta ingresa con los brazos en alto con su clásica chomba celeste abotonada hasta el cuello, pantalones con pinzas y mocasines.

Valiéndose de la tecnología como medio para narrar historias, James propone un viaje sin escalas que se valió de todos los elementos que puedan ingresar en su mundo simbólico para ahondar en la experiencia presente. Con “Cuadraditos de prensado”, un tema de los más pegadizos del disco, comienza a cautivar a los presentes escoltado por cuatro bailarines a los que luego se suman más de una docena.

El espacio escénico fue, en su presentación porteña, todo el teatro, ubicado en el barrio de San Telmo. Allí disolvió las barreras convencionales del espacio, propiciando estímulos que pusieron en tela de juicio el lugar del espectador dentro de la escena: un baterista sobre una plataforma móvil empujada en la oscuridad por lo que parecían cuatro clones de Louta sorprendían ingresando por los fondos del teatro mientras otra plataforma comenzaba a deslizarse por detrás. Adentro de una burbuja estaba Louta. El artificio no se rompió: llegó allí y se fue mágicamente, en la oscuridad. Allí interpretó “Un lugar adentro”, uno de los escasos temas lentos que bajaron el ritmo de una noche marcada por la intensidad.

El hip hop y la electrónica se hicieron un solo género para un pogo sublime incitado desde el escenario pero que, como en las películas, no salpicó ni despeinó al protagonista que siguió su coreografía bailable sin distracciones. Abajo, una suerte de rave gigante bañada por papelitos metalizados expulsados por un ventilador industrial en donde el juego multimedia y la puesta de luces, se trasmutó en puro desenfreno.

“Dicen que si pongo todo hoy me llevo lo que no conozco”, entonó Louta en el estribillo de “Qué bien que estoy”, para ponerle el broche a la velada.

No hay banda, pero Louta no está solo. Abajo, arriba y en los costados del escenario, varias decenas de personas se hacen cargo de la situación. Unos veinte bailarines forman parte de la puesta en escena mientras otro tanto son técnicos que mueven estructuras de aquí para allá por entre (y sobre) las cabezas de los asistentes.

Más allá de la destreza y la innovación, un fondo sostiene con contenido todo por detrás: Louta propone hablar de cosas profundas como la libertad y el amor. Sus letras refieren a la importancia de vivir el presente y de conectarse con ese “aquí y ahora” que permite emanciparse como ser. Por noventa minutos, en su show fluye esa energía, y el público puede poner la cabeza en stop para vivir alimentado por el combustible primario del ritmo.