Gremiales

Nuevas tecnologías, viejas explotaciones

Los trabajadores de las app siguen pedaleando por sus derechos

Los que conocen PedidosYa saben que hacen eso cuando te quieren echar: te llaman a la base, te bloquean la cuenta, y cuando llegás te inventan un telegrama con una justificación que no existe


Mario Hernandez

El martes 26 de febrero 400 trabajadores de PedidosYa fueron despedidos. Empezaron a ver cómo iban a ser sus horarios, y les salió que tenían las credenciales inválidas; o sea, que les bloquearon las cuentas.

Los que conocen PedidosYa saben que hacen eso cuando te quieren echar: te llaman a la base, te bloquean la cuenta, y cuando llegás te inventan un telegrama con una justificación que no existe. “A veces dicen que robamos pedidos, o que no los aceptamos, o que nos vamos de la zona. Inventan cualquier cosa para que el despido sea “con causa”, relata un trabajador.

Al día siguiente hicieron una asamblea y votaron una permanencia pacífica en la sede de Gurruchaga y Costa Rica, en la ciudad de Buenos Aires, hasta que los reincorporaran a todos. También reclamaban el pase a planta permanente de los monotributistas que están contratando.

Decenas de trabajadores y trabajadoras de la app se concentraron en el edificio que la empresa tiene en el barrio de Palermo. La decisión de permanecer en la sede fue tomada en asamblea luego de que durante horas la empresa no diera ninguna respuesta ante los despidos. Algunos denunciaron que ya recibieron telegramas de despido sin causa mientras que otros se encontraban en estado de alerta.

La protesta fue acompañada por otros trabajadores de servicios de delivery y mensajería y el sindicato del sector, la Asociación de Personal de Plataformas.

A diferencia de las demás plataformas de delivery como Rappi o Glovo, en un comienzo, la uruguaya PedidosYa no empleaba personal a través de la figura del monotributo. Sin embargo, hace un tiempo que la empresa intenta ponerse a tono con la competencia y busca implementar la misma forma de contratación, lo cual implica un retroceso en las ya de por sí malas condiciones laborales.

“A partir de diciembre empezaron a tomar a gente con monotributo (mismo sistema que en Glovo y Rappi) y así comenzaron los despidos masivos en diciembre, enero y ahora. Antes éramos 2.000 empleados en blanco y ahora solo quedamos 400”, comenta otro trabajador.

No obstante, las condiciones de trabajo incluían que cuando había accidentes, la ART no los reconocía. O cuando iban a reclamar las vacaciones les respondían que no había sino que se trataba de un “premio por desempeño”.

Previo a que comiencen los despidos, trabajadores y trabajadoras comenzaron un proceso de organización debido a las más que precarias condiciones laborales.

“Al principio parecía que tenían buenas intenciones, contratos part-time y fulltime, en blanco, aportando para la jubilación y con ART. Sin embargo ya a los meses se empezaron a ver irregularidades típicas de esta nueva precarización laboral que se nos quiere imponer: pedidos que no tienen límite de kilómetros (te pueden mandar a donde el sistema te asigne y si no aceptás el pedido te pausan, descontando ese tiempo de tu sueldo), y no cumplieron con las paritarias hasta hoy (aumento de 42%)”, relata otro joven. Y continúa: “Luego empezaron a tomar a nuevos cadetes, todos con contratos distintos. Igualmente siempre con horarios y francos rotativos. Obviamente no hay descansos entre pedidos. Hay veces en este trabajo que porque nos cae un pedido a 15 minutos de terminar nuestro turno (estamos obligados a aceptarlo), terminamos la jornada 20 minutos después de lo correspondiente y sin percibir ni un peso por este trabajo extra”.

Pero la cosa se puso peor con el paso del tiempo: la empresa uruguaya, al igual que sus pares, no respeta los más mínimos derechos laborales. “Luego compañeros han pedido licencia por artículo (por ejemplo dos semanas) y la empresa no quería pagar el sueldo correspondiente, nos descontaba lo que no trabajamos. Ya en julio empezaron a liquidar masivamente mal los sueldos, quitándoles miles de pesos a compañeros por causas inventadas, y cuando se iba a reclamar nos teníamos que comer una apretada de los coordinadores y también un boludeo”, concluye un trabajador, entrevistado por La Izquierda Diario.

En el primer día de marzo, las calles céntricas de Córdoba fueron testigos de una particular protesta. Decenas de pibes y pibas con máscaras, para mantener el anonimato, marcharon desde Colón y General Paz hasta el Patio Olmos llevando sus bicis. Lo hicieron para exigir que las empresas de app los pongan en blanco y reconozcan todos sus derechos laborales. Rappi inclusive aumentó el monto que abona por cada pedido ese día, para intentar quebrar la organización.

Las empresas de aplicaciones operan bajo la premisa de “poner en contacto a dos partes que intercambian un bien o un servicio”. En el caso del delivery, contactan al cliente con quien le lleva el pedido. Con esta lógica, los trabajadores son “colaboradores” que se conectan las horas que pueden, por lo cual son “sus propios jefes”.

“Esto se tiene que normalizar; cuando vas a la entrevista te venden que sos dueño de todo, pero después resulta que no. No se hacen responsables si tenemos algún accidente, no les importa nuestra seguridad, solo que el pedido llegue a tiempo”, lamentó uno de los manifestantes.

Rebelión.org

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