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Los terribles pormenores de una maternidad no deseada

Con humor despiadado y negrísimo, “The Baby” se mueve entre el terror y la comedia desbocada para espiar de qué se trata ser madre en un marco de imposiciones patriarcales y con fuerte presencia de figuras de lo demoniaco


Especial para El Ciudadano

Producción británica distribuida por HBO Max, The Baby es una serie más que curiosa que despliega, con irreverencia y no sin cierta incorrección, el tema de la maternidad como imposición. Lo que genera, tal vez, cierta incomodidad en el abordaje de un tema tan ríspido, es la elección de códigos de género (cinematográficos, claro) que juegan rabiosamente entre el terror y la comedia desbocada.

La apuesta es, cuanto menos, osada. ¿Cómo hacer jugar los terribles pormenores de la maternidad no deseada –en un marco de imposiciones patriarcales– dentro de las figuras de lo demoniaco? Y, más, aún, ¿cómo hacerlo con un humor despiadado, negrísimo, convirtiendo todo el tema en una delirante broma macabra? The Baby, extrañamente,  lo hace con solvencia, y eso desde ya es un logro, pero sumando además el preciso desarrollo de un relato desbordado que no pierde el humor ni siquiera cuando se torna brutalmente oscuro e incómodo.

Sin miramientos, todo empieza de este modo. Primera escena del primer capítulo. Una mujer corre, con cierta desesperación, como escapando, a través de un bosque, llevando a un bebé en brazos. La persigue la policía. Al llegar al borde de un peñasco de gran altura, acorralada por sus perseguidores, deja al bebé en el piso y retrocede lentamente, aterrada, hasta tocar el borde y dejarse caer al precipicio. Ante la sorpresa de los policías, inmóviles en incompetencia y estupor, el bebé la sigue y cae también tras ella. Abajo, o en lo que se supone puede ser la base del peñasco, una mujer levanta la mirada estupefacta y extiende los brazos para recibir, ileso, al bebé en caída libre.

Segunda escena del mismo capítulo. Una mujer joven reunida con sus amigas despotrica rabiosamente en torno a la idea de maternidad. Sus amigas ya son madres y ella desprecia esa actitud en la que las mujeres se dejan plenamente de lado, resignando sus vidas para dedicarse a sus hijxs. La noche termina en discusión, en pelea. Ella se muestra decididamente intolerante frente a lo que considera una actitud pusilánime y sus amigas se enojan. La noche termina mal, tras lo cual decide retirarse un par de días en una casa en la playa.

Ya llegada e instalada allí, en la casa de la playa, la primera noche, un sonido extraño le llama la atención y sale al exterior para ver de qué se trata. Sorprendida, levanta la mirada e instintivamente extiende los brazos para recibir, ileso, a un bebé que caía desde lo alto del peñasco. A Natasha, convencida militante antimaternidad, literalmente, un niño le cae del cielo a sus brazos. Desde ese momento un lazo diabólico lxs unirá irrevocablemente. El bebé es una fuerza arrasadora que, con su mirada angelical, no deja de desatar inexplicablemente un infierno de muertes ridículas en torno suyo.

Un pozo sin fondo de necesidad

Si el arranque resulta cuanto menos sorprendente, lo que sigue redobla la apuesta hasta al absurdo, sin reparos ni miramientos. Natasha intentará permanentemente desprenderse de la criatura que le cayó de las alturas, pero cada intento se verá frustrado por una muerte extravagante en apariencia accidental, sucedida siempre bajo la mirada vigilante y candorosa del bebé, perfecta encarnación de lo siniestro en su más elaborada y pulida existencia. Alguien, en algún momento, explica tajantemente el motor de su maldad: “es un pozo sin fondo de necesidad”.

No veremos, claro, jamás, al bebé asumiendo un rol evidentemente funesto o demoníaco. No se tratará de una especie de “Chuky” empuñando armas cortantes ni de la contracara visible y evidente de la inocencia, como en la mítica “La profecía”. El bebé permanecerá siempre prístino como tal, desbordando inocencia en la dulzura de sus gestos, e incluso, en cierto modo acertado, “verdadero” en su presencia, sin efectos digitales que lo alejen de su estricta corporeidad, e interpretado, como dato adicional y tal vez improducente, por mellizos (como se puede ver en los créditos).

Ahora bien, entre el humor y el espanto, entre el delirio y el exceso, ¿cómo aborda –seria pero incorrectamente– The Baby ese tema de la maternidad no deseada? Tal cosa es crucial, e incómoda porque no se puede prever jamás con exactitud la dirección y la posición que tomará el relato al respecto. La carencia afectiva del bebé hace síntoma en lo demoníaco. Natasha es un desastre. Todo, aunque en general no lo parezca, podría desbarrancarse en un instante, en una acción, en una palabra, en un gesto. Ni hablar, claro, de las posibles conclusiones. ¿Cómo cerrar todo esto cuando esa maternidad no deseada podría ligarse a efectos devastadores e, incluso, demoníacos? ¿Cómo no caer en moralinas anacrónicas o enunciados evangelizadores?

Un abanico de imposiciones y maternidades conflictivas

Afortunadamente The Baby es clara al respecto. En cierto momento, la serie da un giro hacia los orígenes de la “maldición” y todo queda, por el momento cuanto menos, claro. No es, de ningún modo ni bajo ningún punto de vista, esa maternidad no deseada lo que genera ese mal inexplicable que se despliega desde la imperiosa urgencia de cariño del bebé maldito, sino, por el contrario, las brutales imposiciones de la familia patriarcal que desoye de tal decisión de una mujer, disfrazando el sometimiento con los oropeles de una imprescindible gesta del deber conyugal.

Asimismo, desplegando el abanico de imposiciones y maternidades conflictivas, a Natasha la rodea una comparsa de madres que no dejan de abrir aristas filosas en torno al mismo tema, como su propia madre (líder new age a cargo de una comunidad de niñxs sanxs al borde del colapso) y su hermana (lesbiana ansiosa de adoptar pero impedida por la burocracia del sistema), que confluyen en un capítulo apoteótico, pleno de desbordes oscuros y violentos, y de rasgos paródicos que nunca dejan de lado el humor incómodo.

Podría decirse, sin adelantar nada, que finalmente el cierre no está a la altura del resto, que hay una cierta timidez y una cierta corrección poco acordes al desborde anterior. Sin embargo, tal cosa no opaca a la serie en su conjunto. Decepciona un poco, sí; podría haberse esperado una jugada más osada, pero de todos modos era sabida la enorme dificultad de encontrar un final adecuado para esta trama de carencias y sometimientos que enfrenta sólo a las víctimas.

The Baby / HBO Max / 1era. Temporada / 8 episodios

Creadora: Sian Robins-Grace

Intérpretes: Michelle de Swarte, Amira Ghazalla, Amber Grappy

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