Ciudad

Los saqueos de 1989 y 2001, en primera persona

Por: Santiago Baraldi. Hugo Scarano, dueño de supermercados, relató las revueltas sociales de las que fue víctima.

“Ver a tus clientes que te roban. Ver a la Policía llenando sus camionetas de mercadería. Estar ahí, solo, llorando de impotencia. Eso me pasó en los saqueos de 1989 y 2001. Si hoy estoy de pie es por mis empleados, que también pusieron el pecho a la situación”, resume Hugo Scarano, dueño del Súpermercado Único de Riobamba y San Nicolás. Hace una década, el comerciante tenía también una sucursal en el corazón del barrio Las Flores, San Martín y Frías. “Recuerdo que una puntera del centro de jubilados que quedaba en la misma cuadra me dijo que algo iba a pasar, que estuviera atento, que a su gente la tenía tranquila. Me fui con un camión a cargar las mercaderías más caras y las pude salvar, cuando quise ir por el segundo viaje, el local ya estaba saqueado. Ni la caja registradora, ni los ventiladores de techo. No me dejaron nada”, cuenta sobre el 2001. Al local de Riobamba 3597, Scarano alcanzó a ponerle delante de las persianas una serie de volquetes apilados y no le llevaron nada. “En Las Flores sentí mucha tristeza porque cuando llegué en 1995 con el súper fui ganándome un respeto en el barrio. Hacía cosas por los chicos, organizaba eventos para los días del niño, las fiestas, conseguía juguetes. Los domingos regalábamos chocolatada y sándwiches de batata y queso a los chicos que no habían faltado a la escuela. Teníamos buena llegada. Después que no quedó nada, les propuse a los siete empleados que trabajaban en el súper que lo siguieran ellos al negocio. Armaron una cooperativa y hoy lo manejan dos hermanas”, relata Scarano.

En la actualidad, el hombre es parte de la comisión directiva de los Comerciantes a Cielo Abierto y pelea por una ley que contemple la distancia prudencial entre comercio y comercio “para que haya una sana competencia y no estemos amontonados ofreciendo lo mismo”.

Scarano se instaló en el cruce de San Nicolás, Riobamba y avenida Godoy en 1975, primero como súper “Bella Vista” y luego como “Único”. “Yo soy un laburante. No entiendo nada de política. Mi única política fue levantarme todos los días a las seis de la mañana y trabajar hasta la noche. Las dos veces que hubo saqueos fueron para que se vaya el presidente que estaba, si bien la situación social estaba difícil, a la gente la manejaron pero no sé quién. Murió gente y a nosotros, los comerciantes, nos perjudicaron. Y todo, ¿para qué?  Aceleraron los tiempos para que se fuera De la Rúa y nosotros pagamos el pato. Siempre está la política en el medio. Hoy, como está la gente, si volvieran a ocurrir los hechos como aquel diciembre, sería peor. La gente no iría solo contra los súper, iría contra todo: farmacias, casas de computación, verdulerías, joyerías. Como están cebados los muchachos y por la impunidad total que hay, sería terrible si volvieran ocurrir hechos como los de hace diez años. Ahora, si yo no pago el IVA, me meten preso o me ponen la faja de clausura”, dispara Scarano.

Según precisó  Juan Milito, presidente de la Unión de Almaceneros de Rosario, en diciembre de 2001 fueron saqueados unos 50 locales en la ciudad. Del total, solo 38 recibieron un resarcimiento económico del Estado. “Lo que sé es que yo presenté todos los papeles, las pruebas de los daños, el detalle de todo lo que me habían llevado. Llevé todo: las denuncias, las fotocopias, todo lo que me pidieron. No recibí un peso, lo mío no entró”, señala Scarano.

Después del episodio durante diciembre de 2001, Scarano entró en un cuadro depresivo, no sabía si continuar en el rubro. Agobiado por las deudas, buscó la manera de “volver a remarla”.  “Salí adelante con mi gente, con empleados que están conmigo hace 30 años. Nunca tuve conflicto con el personal y ellos me ayudaron cuando hubo que poner el lomo, cuando hubo que cobrar el sueldo en cuatro veces. Estuvieron al pie del cañón y si me levanté fue por ellos también. También fue por tener «conducta comercial» porque si sos un garca, ¿quién te va a vender?”

Otro de los momentos duros por los que atravesó Scarano fue cuando en 1995 se instaló una sucursal de la cadena de hipermercados “Tigre” en avenida Pellegrini y Vera Mujica, donde hoy funciona el súper Carrefour. “Por las noches salía a tirar la basura y veía que todo el barrio compraba en el Tigre. Veía esas bolsitas en los contenedores, donde antes estaban las mías. Eran clientes míos que se iban para el Tigre. Me preguntaba cómo puede ser: ¡Mis clientes! Así fue que abrí ese año el súper en Las Flores, en San Martín al 6600. Andaba bien pero cuando tuvieron que venir, vinieron y no quedó nada. El momento fue complicado, cuando se corrió el rumor, una puntera del barrio, me advierte: «mis muchachos están calmos, pero ojo que algo puede pasar», y trajeron gente de otro lado. Alcancé a ir con un camión a sacar las cosas más importantes, cuando iba a hacer el segundo viaje había un montón de gente que no conocía y se llevaron todo. Creí que la gente del barrio me iba a ayudar como yo lo había hecho con ellos, pero no”, recuerda el comerciante.

1989-2001

Scarano compara y asegura que los saqueos de 1989 fueron peores porque duraron una semana mientras que los del 2001 ocurrieron en menos de 48 horas. “Arrancamos en el Tigre de 27 de Febrero y Necochea, cuando se corrieron los primeros rumores. Francisco Regunaschi, que era el dueño del súper, nos dio un arma a cada uno y nos dijo: «ustedes tiren que yo me hago responsable». Las camionetas pasaban repletas de gente amenazante pero no ocurría nada. Tuvimos una noche de vigilia y al otro día, al mediodía, me llamaron para avisarme que había unas 800 personas en la puerta de mi súper. El tema era que la calle Amenábar dividía las jurisdicciones de las comisarías: de un lado la 13ª y de la otra a la 18ª. Con ambas seccionales colaboraba. Cuando llegué al súper casi me muero de la impotencia. La chata de la Policía estaba cargada de mercadería. Los mismos que deberían custodiarme me estaban robando. ¡La misma Policía me robaba! En 1989 fue terrible porque yo tenía el depósito pegado al súper. Me metieron un semirremolque marcha atrás, tiraron el portón, lo cargaron de mercadería. Cuando terminaron con el depósito, me levantaron las persianas del súper conmigo adentro. Los clientes de todos los días me estaban robando en la cara. Algunos se portaron diez puntos. Me decían:«mirá, la máquina de cortar fiambre está en tal dirección, la registradora está en tal lado, el ventilador de techo lo tiene mengano». Me estaban arrastrando una heladera donde estaban los lácteos y la dejaron porque les dio un golpe de electricidad. Después estuve 30 días sin saber si abría o no abría. Estaba en el techo con botellas con nafta y mecha –bomba Molotov–y botellas de aceite de vidrio parar tirar. Pasaron los días y la cosa se calmó. Entré en una depresión total. Mucha de la mercadería que me había robado la tenía paga y otra la debía. Tenía que pagar la que debía, comprar para armarme, y no lo abrí más”, lamenta.

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