Ciudad

"Somos humedal"

Rosarinas y rosarinos podrán medir la calidad del aire y compartir resultados en una plataforma digital

El proyecto Ciencia Participativa Ambiental, de dos investigadoras de la UNR, implementará un dispositivo que registra temperatura, dióxido de carbono y recolecta partículas atmosféricas para ser analizadas. La necesidad de una red de monitoreo del aire quedó expuesta durante la quema de humedales


Que los rosarinos puedan monitorear la calidad del aire por medio de un dispositivo sencillo de usar y luego volcar los resultados en una plataforma digital, de acceso abierto y gratuito, es parte del proyecto Ciencia Participativa Ambiental que obtuvo el primer lugar en una convocatoria del área de Ciencia, Tecnología e Innovación para el Desarrollo de la Universidad Nacional de Rosario.

La iniciativa será presentada en público este martes a las 10 en la sede de gobierno de la UNR (Maipú 1065) por sus directoras Adriana Ipiña, del Instituto de Física de Rosario e investigadora del Conicet, y la internacionalista Virginia Brussa , del Codatecs, perteneciente a la facultad de Humanidades y Artes.

Bajo el paradigma de Ciencia Ciudadana, que busca producir conocimiento científico nuevo a partir de la investigación colectiva, participativa y abierta, Adriana y Virginia se propusieron “salir del laboratorio” para seguir una guía de desafíos que centraron en la problemática ambiental de Rosario a partir del concepto “Somos Humedal”.

La participación ciudadana tendrá un rol protagónico en el proyecto que además de construir una red de monitoreo de calidad del aire de Rosario —hasta el momento inexistente— busca brindar recursos educativos a la sociedad y democratizar los datos por medio de un hardware abierto que permitirá entrecruzar datos que de otra forma no se vincularían.

El primer desafío de la iniciativa es la conformación de un dispositivo que podrá registrar la temperatura ambiente para localizar “islas de calor” urbanas; recolectar partículas en suspensión atmosféricas que luego podrán ser analizadas para evaluar posibles efectos en la salud y medir dióxido de carbono, uno de los gases de efecto invernadero e indicador indirecto de la calidad del aire.

Se trata de una herramienta de medición que fue adaptada a través de una impresora 3D para ser utilizada de manera sencilla en distintos espacios de la ciudad por escuelas, activistas, periodistas, artistas y otros investigadores que se quieran sumar al proceso de investigación.

 

Las investigadoras Adriana Ipiña (física) y Virginia Brussa (internacionalista).

Ecocidio

La necesidad de construir una red de monitoreo de calidad del aire surgió a partir del impacto que provocaron los incendios del humedal que alcanzaron niveles históricos durante la pandemia.

En diálogo con El Ciudadano, Adriana y Virginia cuentan que se conocieron en esa época, durante la presentación de una serie de informes en la plataforma de Estudios Ambientales de la UNR y que en ese contexto ya venían analizando la apertura de datos que existían del humedal y la importancia de su accesibilidad por fuera de los ámbitos estrictamente académicos.

Así coincidieron en la necesidad de producir conocimiento desde distintas disciplinas y difundirlo de forma “oportuna y pertinente”, ya que “hay mucha información tanto del Gobierno como de la Universidad que queda endógena en algunas de las instituciones y no es accesible para la ciudadanía”.

Al respecto señalaron que la Ciencia Ciudadana “no es tal si no es abierta” y que uno de sus pilares es la “gobernancia de datos” hacia dentro de la Universidad pero también hacia afuera.

Así surgió el proyecto Ciencia Participativa Ambiental que fue seleccionado y obtuvo el primer lugar por orden de mérito en la Convocatoria de Proyectos de Investigación Aplicada “Universidad y Desarrollo Sostenible” del Área de Ciencia, Tecnología e Innovación para el Desarrollo, de la UNR.

Parte del aire

Adriana Ipiña nació en Monterrey, México, país donde obtuvo la licenciatura en Física centrando sus estudios en radiación solar y composición atmosférica. Hace 17 años vino a hacer un doctorado a la Argentina y no se fue más. Se especializó en efectos biológicos y más tarde en cuestiones relacionadas a la contaminación atmosférica y la calidad del aire.

“Cuando fueron los incendios de las islas y los humedales tuvimos un pico de contaminación histórico porque no se había visto antes. Si bien ya sabíamos que se utiliza esta técnica de barrido para renovar los pastizales y sembrar, no habíamos tenido este impacto tan profundo”, recuerda la investigadora en referencia a los años que trascurrieron entre 2020 y 2022.

“Esa crisis ambiental nos dejó en evidencia la falta de herramientas para medir la calidad del aire. Quedó totalmente en descubierto que no teníamos instrumentos para cuantificar el impacto de los incendios. No sólo en la salud humana sino en cómo afecta a las plantas, a los animales e incluso la composición del río. Porque pensamos solo en el aire pero también tienen un impacto en las superficies. El alcance de estas emisiones es multifactorial”, dice.

Así surgió la iniciativa “de crear herramientas que nos permitieran enfrentar este desafío que no solamente es de Rosario, no solamente es de Argentina, es a nivel mundial. Porque si bien estas prácticas se venían haciendo hace más de cien años, el cambio climático hace que haya una exacerbación de estos fenómenos”, esgrimió la física que afirmó su iniciativa en el “capital humano tremendo” que hay en el país y en los “profesionales altamente capacitados”.

Bueno y barato

El dispositivo para cuantificar la calidad del aire no busca medir sólo eventos significativos como la quema de humedales sino, por el contrario, conocer cuáles son las emisiones típicas de un lugar, en este caso Rosario, ya tiene que haber un estudio sostenido en el tiempo para poder comparar el promedio de la concentración del material particulado con registros históricos.

“Por eso es importante el monitoreo sostenido en cada ciudad para conocer tanto la contribución natural como la antropogénica”, explica Adriana para resaltar que es importante saber de qué base partimos y así poder establecer cuáles son los objetivos alcanzables y la contribución que corresponde a cada sector: “El conocimiento es lo que nos permite avanzar y tener un crecimiento sin que exista un detrimento del medioambiente o de la salud”.

Muchas redes de monitoreo ambiental o atmosférico a nivel mundial tienen estaciones carísimas que están reguladas por los gobiernos, agrega la investigadora para aclarar que la herramienta diseñada en Rosario tiene algunas limitaciones ya que no es un dispositivo de alta gama. En ese sentido explica que no buscan sustituir una red de calidad del aire con los estándares internacionales sino “integrar este conocimiento a través de la participación ciudadana para tener una primera aproximación al tema ambiental”.

En relación al dispositivo remarcó que se trata de un instrumento económico, sencillo de usar y fácil de instalar que mide un solo gas y como no estaba pensado para el exterior lo adaptaron a través de la confección de una pequeña caja diseñada en una impresora 3D para que tolere las inclemencias del tiempo. También lo adecuaron para que recolecte material particulado, cuya concentración no se va a poder medir pero sí analizar su compasión en un laboratorio para evaluar efectos posibles en la salud.

Soberanía de datos

Virginia Brussa es licenciada en Relaciones Internacionales de la facultad de Ciencias Políticas de la UNR y se especializa en Educación y Nuevas Tecnologías desde el paradigma de Ciencia Abierta.

“La Ciencia Ciudadana es parte del proyecto que venimos trabajando con Adriana con quien compartimos algunos principios”, dice para marcar un punto de encuentro clave: cuestionarse cómo producir el conocimiento y cómo empezar a democratizarlo.

Además de involucrar a distintos actores de la ciudadana, academias, gobiernos, activismos y algunos sectores privados para la producción de conocimiento en cualquiera de las fases de investigación —desde la recolección de datos hasta la publicación de los resultados— Virginia señala que también pretenden analizar “qué datos tenemos y que datos no”. Ante ellos advierte que el rol de la UNR y Conicet “es tratar que la agenda vaya acorde a la necesidad, en este caso a la ciudad de Rosario, pero también a la comunidad en general”.

En ese contexto se cuestiona “quién gobierna nuestros datos”, una pregunta valiosa dentro y fuera de la universidad ante una problemática tan sensible para la ciudadanía como el cambio climático: “Necesitamos generar este tipo de proyectos, instrumentos más participativos”.

La idea de la iniciativa “es conformar una plataforma de Ciencia Ciudadana respecto a las problemáticas ambientales de Rosario”, dice Virginia para señalar que en esta instancia “quisimos empezar por los humedales a partir de desafíos que surgen de una pregunta de investigación”.

La medición de la calidad de aire es el primero de una serie de desafíos interdisciplinarios que tienen como eje transversal producir datos abiertos y recursos educativos.

También se proponen explorar la conformación de “Somos humedal” a partir del registro que dejaron las quemas en la ciudadanía hace dos años. En ese marco, algunas preguntas que se hace Virginia indagan sobre qué significado tiene “Somos humedal” para el rosarino y cuál es su percepción desde aspectos cualitativos como lo artístico, las humanidades, la biodiversidad y el feminismo.

“Recordemos que Somos humedal parte de la visibilidad del fuego. Antes de las quemas hablábamos del río, de las islas, pero no del humedal. Desconocíamos que nos da, que nos aporta, por qué es importante como sistema”, dice.

Por otra parte resalta la importancia de la información en la cuestión ambiental. “Hay muchísima desinformación y la circulación de información falsa es enorme. Eso se dio mucho en pandemia. Entonces también es un aporte en esta trama educativa para generar algún tipo de estrategia con la evidencia científica, en este caso en colaboración con la ciudadanía, para hacer frente al cambio climático”.

Presentación oficial

El proyecto Ciencia Participativa Ambiental será presentado este martes a las 10 en el salón norte de la sede de gobierno de la UNR, en Maipú 1065. Además de sus directoras Adriana Ipiña y Virginia Brussa, el equipo de trabajo estuvo integrado y contó con la colaboración de Julieta Arredondo (CEIAHyPA), Martina Ávalos (IFIR-CONICET-UNR), Isidro Esquivel (IFIR-CONICET-UNR), Federico Mateo (IFIR-CONICET-UNR), Keila Tomás (FCEIA-UNR), Ana Laura Fisanotti (FCM-UNR), Ivana Mondelo (Codatecs), Santiago Rodríguez (HyA), Ana Sardisco (CEIAHyPA-Codatecs) y María Florencia Torres (Codatecs).

 

Parte del equipo que trabaja en Ciencia Participativa Ambiental.

 

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