De una serie de materiales hallados tras la muerte de su hija surgió el contenido de Los cuadernos secretos de Agatha Christie y dos novelas inéditas de Poirot, flamante obra que atrapa los contenidos más significativos que la escritora utilizó para elaborar sus novelas de crímenes y misterio.
La selección del material corrió por cuenta del investigador John Curran, quien a fines de 2004 realizó un extraordinario descubrimiento en la residencia familiar en Greenway: 73 cuadernos privados, escritos a mano, donde la autora apuntaba las ideas para sus libros e infinidad de detalles que interesarán seguro a los fans de la autora.
Algunos de estos cuadernos ya eran conocidos por los familiares de la autora y habían sido mencionados en las dos biografías publicadas hasta la fecha, aunque no había trascendido demasiado de su contenido porque la caligrafía de Christie era extremadamente dificultosa de leer.
Ahora por fin en Los cuadernos secretos…, editado por el sello Suma de Letras, el lector puede acceder a la mente de la escritora a través de anotaciones, ilustraciones, argumentos alternativos, e incluso párrafos eliminados. “Las anotaciones en sus cuadernos son completamente caóticas y muy difíciles de entender. Ella elaboraba las ideas, las destilaba, les sacaba punta y las perfeccionaba y algunos de sus títulos más inspirados son resultado de una planificación trazada con suma escrupulosidad”, consigna Curran.
El libro depara también una sorpresa: dos relatos inéditos, protagonizados por el popular Hércules Poirot, El incidente de la pelota del perro –que ya era conocido por algunos especialistas, pero no se había publicado nunca– y La captura de Cerbero.
Cuenta Mathew Prichard, nieto de Agatha Christie (1890-1976), que hay que estar loco de remate para viajar desde Dublín a Canadá con el único objetivo de asistir a la representación de una obra de teatro de su abuela. El loco no podía ser otro que John Curran, “un irlandés tranquilo, que gastaba lentes”, y completamente fascinado por la obra de la gran dama del crimen.
Tan fascinado estaba el investigador que, tiempo después, en noviembre de 2005, de visita en la casa de verano que Christie tenía en Greenway, en vez de pasear por sus jardines prefirió encerrarse en “el cuarto del fax”, una habitación de poco más de tres metros en la que se conservaba el archivo de la escritora.
“Fue en ese cuartito donde floreció la historia de amor que John ha tenido y tiene con los cuadernos de Agatha Christie”, resume su nieto en el prólogo de Los cuadernos….
En total, Curran analizó más de 70 cuadernos durante los últimos cuatro años hasta casi memorizarlos. Había de todo tipo, colores, marcas, precios y formas, algunos sin tapas, otros con las grampas oxidadas por el tiempo y páginas rayadas.
De ellos no sólo sacó “todos los entresijos, la materia prima de todas sus grandes obras”, como reconoce su nieto, sino que también reveló la existencia de los dos relatos inéditos.
“Vi por primera vez los cuadernos de Agatha Christie el viernes 11 de noviembre de 2005. Mathew me había invitado a pasar el fin de semana en Greenway para que valorase el estado en que se encontraba antes de que comenzaran las obras de restauración necesarias para devolverle la gloria de antaño”, cuenta Curran en la introducción, donde aprovecha para describir los escenarios por los que también pasearon los personajes de Christie.
Los cuadernos secretos… revelan de tal manera el proceso de creación de Christie que quienes no conozcan la solución a sus puzzles mortales corren peligro de enterarse de lo que no deben: cada capítulo contiene al comienzo una advertencia con las soluciones que se revelan y los títulos sobre los que se da demasiada información.
Según señala Curran, en unos casos, apenas hay esquemas o listas de personajes, como es el de la emblemática Muerte en el Nilo (en el Cuaderno 30), mientras que otros tienen notas en abundancia, como Intriga en Bagdad (cien páginas) y Cinco cerditos (75 páginas).
Un caso especial es el de Diez negritos, tal y como reveló en su Autobiografía: “Tenían que morir diez personas sin que aquello resultara ridículo y sin que el asesino fuese obvio. Es un libro que escribí tras un tremendo esfuerzo de planificación”.
Para Curran, “por desgracia, no se conserva ni rastro de este trabajo preliminar. Lo que se conserva en el Cuaderno 65 sigue casi al pie de la letra el desarrollo de la novela. Y es difícil creer que la pudiera haber escrito directamente sobre la página”.
En una trayectoria literaria de más de 55 años y dos guerras mundiales, hay que suponer que algunos se perdieron. No hay notas previas ni borradores de algunos de sus primeros textos, como Asesinato en el campo de golf (1923) o El misterio de las siete esferas (1929), pero a partir de los años treinta, los únicos títulos que no tienen anotaciones son el célebre Asesinato en el Orient Express (1934), Cartas sobre la mesa (1936) y Matar es fácil (1939).
En total, de sus casi 150 relatos cortos, se documentan menos de 50: “Cuando escribió los primeros relatos breves no se consideraba una escritora profesional. Sólo tras el divorcio, cuando tuvo la consiguiente necesidad de ganarse la vida, se dio cuenta de que la escritura era en efecto una profesión”, explica Curran en el libro.