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Los pibes del Pochi: Tiro Suizo y un año inolvidable para el básquet de la Cortada Raffo

El básquet del Gigante del Sur tuvo una época de gloria con un grupo de chicos del club que la rompió de la mano de Jorge Leone. Y en especial tuvo una semana impactante en 2002


El Tiro que hizo historia en el barrio. Foto: Archivo El Ciudadano.

Ganar una final, que sea ante tu rival acérrimo, lograrlo con gente del club, con amigos. Parece un cliché de película deportiva estadounidense pero sucedió en diciembre del 2002 en Rosario y los equipos protagonistas no fueron del prestigioso certamen universitario sino de la B local y de la mismísima zona sur, bastión aguerrido de un básquet por aquel entonces de bajo perfil pero alta identificación con la camiseta en la inmensa mayoría de sus instituciones.

Pero como esta historia no es de suspenso, se puede contar el final. Fue en cancha de Sportivo América (que no se llamaba ni Tamburri ni menos Carrillo) el día 20 del mes que le pone fin al año. Allí debían medirse en el tercer y último partido de la serie final de la Copa 150 Aniversario Rosario Ciudad dos enemigos íntimos: Tiro Suizo y Saladillo.

Esa intimidad había nacido de toda una historia de duelos barriales pero llegó a su punto máximo de ebullición y rispidez deportiva luego de la semifinal de la B en el primer semestre del año en la que tras estar abajo por 2 a 0, Tiro le dio vuelta la serie al Sala de Gaby Domínguez para ganar 3 a 2 y pasar a la final frente a Temperley. Para Tiro fue derrota después ante el Negro, pero ese segundo lugar a la postre le dio el ascenso a la máxima categoría cuando Sportivo Constitución decidió no presentarse.

La previa de ese tercer duelo tuvo otros condimentos también. Tiro había ganado el primer chico por 71 a 54 en cancha de Central, pero el Saladillo de Claudio González se tomó revancha con un 70 a 57 también en el Cruce. Llegaban de buenas campañas, Tiro con marca de 12 triunfos y 2 derrotas en fase regular más playoffs ganados ante América (2-0) y Atlantic (2-1), mientras que el Sala acumuló idéntica marca y en las llaves superó 2-0 a Libertad y 2-1 a Central Córdoba.

El otro dato de color era que apenas un par de días antes, buena parte de ese plantel de Tiro Suizo había ganado el cuadrangular final de juveniles en tremenda final ante el Banco de Pastorino, Colmegna, Pérez y compañía.

El duelo fue cerrado, apretado, con Tiro dominante pero siempre Saladillo muy cerca en el tanteador. Parecía que los de Jorge Leone lo cerraban cómodos en el final, pero Claudio González se la jugaron a cortar con falta y estuvieron cerca de la hazaña, hasta que la fina mano de Seba Pereira lo liquidó en la línea de libres.

Saladillo también era un elenco bien formado, que apelaba a la gente del club y en el que el sentimiento por la camiseta era clave.

La planilla de la época arrojó el 70 a 64 final con 21 de Federico Ferrari, 17 de Joaquín Fernández, 13 de Pereira, 10 de Matías Riccardi, 7 de Fernando Belluomini y 2 de Diego Paciaroni para un equipo que tuvo en el banco a Guido Riccardi, Daniel Zattín, Mariano Pizzo, Ricardo Lucarini, Claudio Sánchez y Guido Such. Mientras, para el Sala hizo 19 Hugo Domínguez, 17 Lisandro Corba, 13 Pablo Babaglio, 7 Andrés Focá, 6 Iván Dinardo, 2 Sergio Ducca y no anotaron Diego Turi, Javier Guida, Fede Bottura, Diego Cabrera, Mauricio Coliqueo y Nicolás Pereira. Dirigieron Grieco, Laborde y Celi.

El equipo que festejó en la 150 Aniversario

 

Saladillo estuvo a la altura de una gran final.

 

Pero la historia no son sólo los números, fríos, desalmados para transmitir las vivencias y la emoción, esa que en tiempos de VHS y alguna que otra cámara viajera, sólo queda en la memoria de los testigos para borrarse rápido en el caso de los perdedores de turno y quedarse para siempre intacta en los ganadores. Por eso, que lo cuenten ellos.

El año increíble de Tiro Suizo

La emoción es idéntica en todos los interlocutores, ya sea la consulta telefónica o personal en este tiempo de pandemia dosificada. La voz se alegra, los ojos brillan, y la memoria los transporta a un lugar feliz. Sin casete, sin frases de ocasión para salir del paso. Se quedan cortos en lo que quieren reflejar, porque no es sencillo volcar los sentimientos y hasta la más empalagosa de las reflexiones es una nimiedad para contar lo que sintieron, una mezcla de orgullo, de amor, de hermandad, de trabajo realizado y de un tipo de heroísmo deportivo que también puede existir en el ascenso, aunque parezca reservado a las grandes estrellas del deporte.

Al fin y al cabo, en el barrio, con los amigos, esos pibes que dirigía el viejo Pochi fueron héroes por un rato.

Jorge Leone, el constructor

“Ese equipo me motivaba mucho. Eran todos chicos del club, con los que trabajamos mucho desde muy pibes y le dieron muchas alegrías a la institución. A tal punto que el club no pudo mantenerlos, no estuvo a la altura del crecimiento que ellos tuvieron en el básquet”, explica el Pochi, que por aquel entonces repartía sus días con la dirección técnica y el relato radial.

“Era un equipo ideal. Teníamos a un base como Fernando Belluomini que era eléctrico, tipos con buena mano como Pereira o Ferrari, otros pensantes que trabajaban para el equipo como Paciaroni o Riccardi, y el as de espadas era Joaquín Fernández. Fue un jugador excepcional, disfruté poder dirigirlo, estaba en otro nivel y no fue más porque decidió hacer otra cosa de su vida y me alegro por él porque fue exitoso en lo que decidió”, recuerda Leone, quien amplía la definición: “El pase era un arma fundamental para ese equipo, la pelota le llegaba a quien tenía que decidir. Y defensivamente eran unos leones, salvo Seba (risas). Claudio Sánchez era el base suplente y aparecían muchos pibes. Jugaban bien, comprometidos. No había egoísmo”.

“Le ganamos en cuartos de final América 2 a 0 y después a Atlantic 2 a 1 para llegar a una final soñada por los pibes y el barrio, uno de los clásicos más contundentes de los últimos tiempos. Ganamos bien el primer partido en Central, después perdimos pero sin el Foca, que creo que estaba lesionado”, dice Pochi y no recuerda la verdadera ausencia de Ferrari, que será develada (viene spoiler) líneas debajo por uno de sus compañeros.

Leone supo amalgamar a ese grupo, siempre con la quijotesca idea de apostar a lo hecho en casa y mejorarlo, algo muy común en el discurso deportivo pero escaso en los hechos. Al fin y al cabo, él es el más autorizado para hablar: “En ese tercer partido en América nos jugamos a defender a muerte. No fue un gran partido pero ganamos, que es lo más importante. Saladillo era un gran equipo, ya sin Gaby Domínguez, pero con Hugo, con Turi, con Corba y Babaglio. Esa Copa le dio a Tiro prestigio en el básquet, lo metió en consideración de la gente de la ciudad, llegó el ascenso y la permanencia por muchos años en primera, porque cada jugador que se fue tuvo su reemplazo de las inferiores”.

“Fue una semana soñada porque habíamos ganado la final de juveniles contra Banco de Santa Fe en una final tremenda, casi de película. El doble definitorio lo metió un chico (Cristian Spencieri) que tocó esa única pelota en el partido y después no jugó más”, se emociona Leone, de recuerdos intactos o buen archivo para repasar en estos tiempos de quedarse más tiempo en casa.

“Fuimos felices por ese proyecto. Estamos en el camino de volver”, cierra Pochi, quien hace un tiempo retornó a Tiro y que es símbolo del club a pesar de también estar identificado con Caova.

Seba Pereira, dueño de las bombas

“Fue un año terrible. Estuvo picante esa final porque para ellos era una especie de revancha de lo que había sido la semifinal que le ganamos en la B en la que dimos vuelta la serie en Atalaya. Nunca vi un partido con tanta gente en la segunda división de Rosario. Por eso se vivía como un gran clásico”, explica Sebastián Pereira, quien también recuerda el éxito en juveniles de esa semana en cuestión: “Habíamos salidos campeones de juveniles con el Foca Ferrari, Diego Paciaroni, Mariano Pizzo. Ese 2002 me marcó porque también subimos a primera”.

En ese equipo de juveniles ya aparecían apellidos como Boselli, Bonino, Zattín, Talotti y Noguerol, quienes terminaron como hinchas para el duelo determinante de la Copa 150 Aniversario apenas días después.

“Ganamos el primero en cancha de Central, después perdimos el segundo, que el Foca no jugó porque tenía su graduación. El tercero lo ganamos en cancha de América y para mí fue clave un triple con el que Joaquín Fernández cerró el segundo cuarto desde atrás de mitad de cancha. Eso los planchó”, relata Seba, pero resalta algo más: “Éramos un grupo de pibes amigos, mucho más que compañeros”.

Joaquín Fernández, el genio silencioso

Se dio el gusto de jugar en Newell’s en el Torneo Nacional de Ascenso y en Central en la Liga B. Se dio el gusto de ser uno más en una generación exitosa del básquet santafesino que tenía apellidos como Delfino o Boccia por sólo nombrar a dos. Joaquín Fernández fue uno de esos jugadores que no lucían para la mirada del espectador común, pero que cualquier entrenador se desesperaría por tener en su equipo. Y fue el líder de esa generación.

“Fue una alegría enorme ganar ese torneo, con Tiro, con los que son mis hermanos hasta el día de hoy, con Pochi que es casi un segundo padre para nosotros, porque él nos puso a jugar desde chicos. Y encima porque fue ante saladillo, para que sea completo el festejo”, resume Joaquín con claridad de concepto y recuerda un detalle quizás olvidado con el paso del tiempo pero que marca los puntos negros que suele tener el básquet local: “Yo venía de un año sin jugar. Tenía 19 años y era juvenil pero quedé en el medio del lío de Central (ese año todos los jugadores dejaron el club) y cuando quise volver a Tiro me tomaron como jugador de primera y no me dejaron jugar en la B. No había jugado la semifinal ante Saladillo ni la final contra Temperley, las tuve que ver desde afuera. Ahora ya había vuelto a Tiro para quedarme”. Y así fue.

Fernando Belluomini, el vértigo

“Ese título fue un deseo hecho realidad. Me crie en Tiro, ahí pasé niñez y adolescencia, me mandé diez mil cagadas en el club, me formé como persona, mis amigos son de ahí. Cuando sos chico tus sueños son llegar a primera y salir campeón. Si lo hacés encima con tus amigos no podés pedir más. Sí, ganarle la final al rival. Fue increíble. La cancha llena”, cuenta Fer Belluomini y dispara las oraciones con la misma velocidad con la que surcaba las canchas cuando pibe (ahora trata de manejar más los ritmos).

“Cuando ganás y te das un abrazo con un amigo es una sensación especial que no todos pueden contar. Se vio la mano del Pochi, que nos tuvo de pibes con mucha paciencia y nos indicó el camino. Los de Tiro son los tres colores más lindos de todos, vestir esa camiseta es diferente a cualquier otra. Es como dice en las paredes del club, “En la cortada nos viste crecer”, yo soy uno de esos.

Eran pibes, hoy son hombres. Tuvieron y tienen extensas carreras, con éxitos y alegrías. Pero no dudan en elegir esa semana, esos meses, ese 2002 que quedará por siempre en el recuerdo.

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