El Hincha

Rosarina

Los pibes del básquet muestran el camino

Los clásicos de inferiores se pudieron jugar con público de Central y Newell's, aunque en este caso en cancha de Sportivo Federal


Juntos para la foto y para poder jugar en paz (fotos de Rodrigo Rincón).

Cuando Cristian se calzó las inmensas zapatillas, sintió algo especial. No era un partido más el que iba a jugar. La musculosa con los colores que ama ya la tenía puesta desde la noche anterior y el entusiasmo le impidió dormir con tranquilidad. Ellos iban a abrir la jornada y había que salir temprano porque el partido sería lejos, en Sportivo Federal le había dicho su papá.

Era especial el sábado. Porque había clásico, pero también porque su viejo iba a poder entrar al estadio a verlo jugar. Eso sí, con la promesa del respeto, de no gritar. Al fin y al cabo el humor de la ciudad se había definido el jueves por unos meses. Ahora se trataba de otra cosa y de otro deporte.

Las idas y vueltas de la previa del partido entre Newell’s y Central por la Copa Argentina fueron la demostración cabal de lo incómodo que le resulta a la dirigencia (a cualquiera y de todo ámbito) este enfrentamiento y que el habitual discurso de garantizar una fiesta o espectáculo para la ciudad se desvanece apenas se terminan de proferir esas palabras. Para muchos, quizás la mayoría de los directivos, el clásico es un dolor de cabeza, una molestia, algo que quisieran evitar o borrar del calendario, ya que se arriesga mucho más de lo que se gana.

Los efectos colaterales del fútbol generaron un daño también en los otros deportes de la ciudad, en la mayoría de los casos sin antecedentes de incidentes ni problemas serios. En algunas situaciones, sin absolutamente ningún caso de violencia.

Pero claro, la escasez  de recursos, la imposibilidad de extender un control ante algún caso extremo, desembocó en que la prevención se transforme en impedimento. Central y Newell’s no pueden jugar en sus canchas antes el clásico rival, tampoco pueden jugar con público. En definitiva, casi que no pueden jugar.

En el básquet, el trabajo mancomunado de los clubes y la aceptación de la Rosarina permitió dar un paso importante hacia la normalización de una locura. Es que la tira de inferiores se disputó con hinchas de ambos clubes, 25 por lado, padres todos, para poder acompañar a los chicos y no tan chicos. Todavía no pueden volver al Parque, ni al Cruce, pero lo buscarán en breve para que los violentos comprendan que ese no es su lugar, que con los chicos no se jode.

Hubo color, no el ideal, pero hubo. Existieron gritos, imposible evitarlos, pero sin ofensas. Hubo nervios, cargadas y desahogos, pero dentro de la lógica y el folclore del deporte. Si hasta los espectadores estuvieron en la misma tribuna, dejando en claro que dramatizar el clásico es una cuestión ajena.

En Sub 13 ganó la Lepra, que también festejó en Sub 15, pero ya en Sub 17 y Sub 19 llegaron las revanchas canallas. Ganaron los dos, ganaron todos. Y la semana que viene, por el destino que propone el calendario local, se jugarán las revanchas. Ya es tiempo de dejar de perder.

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