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Los evidentes mensajes de un paro que no fue

El sonoro golpe sobre la mesa pegado por Hugo Moyano, tuvo como uno de sus destinatarios al nuevo núcleo duro de poder que hoy frecuenta a la presidenta Cristina Kirchner.

Por Daniel Casal (Noticias Argentinas). El sonoro golpe sobre la mesa pegado por Hugo Moyano, con su amenaza no cumplida de parar el país, tuvo como uno de sus destinatarios al nuevo núcleo duro de poder que hoy frecuenta a la presidenta Cristina Kirchner.

Es que ya se empezó a dar una dura pugna por espacios de poder en un eventual tercer gobierno kirchnerista. Demasiado prematura, por cierto.

Sólo las nerviosas negociaciones encaradas por ministros como Julio de Vido y Carlos Tomada pudieron sofocar las llamas de este primer principio de incendio en la principal alianza que hoy existe en la Argentina.

El camionero fue un partícipe imprescindible de los acontecimientos económicos y políticos cuando Néstor Kirchner vivía, pero el escenario de la Casa Rosada cambió en forma drástica con Cristina viuda.

La jefa del Estado conoce bien la conveniencia para sus pretensiones electorales de mantener la cercanía con el grueso del universo gremial, una de las grandes patas del PJ histórico.

Sin embargo, nunca comulgó con las formas y las fuentes de financiamiento del sindicalismo duro, más de una vez bajo el castigo de la sospecha.

Mucho menos, los renovadores, los transversales y los organismos de derechos humanos que rodean a la presidenta y sueñan con un nuevo horizonte político a partir del 10 de diciembre próximo.

El escenario ahora imaginado por éstos no se conjuga con un sindicalismo de dirigentes presos por asesinatos de militantes, como José Pedraza, o por la “mafia de los medicamentos”, como Juan José Zanola, o de matrimonios con el empresariado, como Gerónimo Venegas.

O con supuestas cuentas en Suiza, como las que podrían tener amigos de Moyano, según el confuso exhorto enviado por la Justicia helvética.

Los nuevos estrategas del oficialismo pretenden un cambio del paradigma sindical que puede venir con rítmicas melodías, pero también empedrar el camino de la presidenta hacia la reelección.

La jefa del Estado hubiera sido, sin dudas, la más perjudicada si se hubiese concretado el paro salvaje del lunes, sin que quedara claro contra qué o contra quién.

¿Contra los medios de comunicación que se solazaron con la publicación?, ¿contra los opositores encarnados en Graciela Ocaña, Eduardo Duhalde o Francisco de Narváez?, según lo dicho por el propio Moyano, en la conferencia de prensa que brindó al finalizar el febril viernes.

¿O contra el propio gobierno por haber dejado pasar la información proveniente del país de Europa del centro en el marco de las nuevas luchas intestinas en lo más alto del poder?

De hecho, varios voceros de la CGT apuntaron sus cañones contra la Cancillería por no haberle anticipado la noticia a los dirigentes para tomar los recaudos necesarios.

“Cancillería debería haber pedido mayores precisiones”, planteó Daniel Llermanos, el abogado del jefe cegetista.

La lectura que se hizo en la central obrera fue que este dejar pasar obedeció al objetivo de desgastar al propio Moyano, y a partir de ese momento partió la brutal ofensiva. Y para anticiparse a este anuncio del juez Norberto Oyarbide doblaron la apuesta con la idea de colocar como candidato a vicepresidente de la Nación al abogado laboralista y diputado Héctor Recalde.

Una paradoja trae aparejado el apellido Recalde, ya que el legislador con pretensiones de vice puso en Aerolíneas Argentinas a su hijo, Mariano, quien es uno de los referentes de la juvenil La Cámpora, la agrupación que aboga por una renovación de la estructuras del poder en la Argentina.

Ya antes, los gremialistas le habían pedido a Daniel Scioli la candidatura a la vicegobernación bonaerense, dos lugares en la lista de senadores y quince en la de diputados.

En todo este alambicado marco político empezaron los disparos con munición gruesa cruzada entre la CGT y el oficialismo, algo que no se daba desde hace años.

Las luces de alarma se encendieron en la Casa de Gobierno cuando vieron que Moyano intentaba una acercamiento “tibio” con algunos gremios denominados “gordos”, tras la sonada detención de Venegas en la causa por los medicamentos truchos en las obras sociales, ante el temor de que “vengan por todos”.

También cuando no movilizó al acto a favor de la reelección de Cristina que la nueva militancia y las organizaciones sociales realizaron en el estadio de Huracán.

El camionero piensa que, en realidad, el poder político pretende modificar el diagrama sindical que rige en el país desde hace 60 años.

En casi toda la geografía peronista en la provincia ya se habían expresado resquemores similares y no son pocos los jefes comunales bonaerenses que temen que pasados los comicios, los “cristinistas”, como se lo llama ahora, ataquen contra todo aquello que huela a peronismo viejo en post de una renovación política.

De hecho, los intendentes tratan de aceptar, con digestión lenta, la propuesta de las colectoras que les pueden quitar peso territorial a más de uno.

En algún momento, varios se entusiasmaron con la posibilidad de que Scioli se animara pegar el salto hacia la presidencial, pero el mandatario bonaerense se aferró a su estrategia de fidelidad que tantos resultados le ha dado siempre.

En este marco, Sergio Massa y otros jefes comunales analizan, aunque con gran precaución, pelearle la gobernación a Scioli, apoyados en la buena imagen del intendente de Tigre.

Aunque saben que dependen de una caída fuerte en la intención de voto de Scioli y éste ató su suerte al destino de la presidenta, quien sigue a pie firme en las encuestas, para sorpresa de propios y extraños.

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