Economía

Radiografía de las vulnerabilidades

Los efectos económicos de la pandemia y los ajustes selectivos intensificaron las desigualdades

El atroz impacto en América Latina quedó en evidencia ante una fuerte reducción de la denominada clase media. Un informe privado expuso los condicionamientos del FMI sobre algunos países, que impidieron expandir el gasto tendiente a proteger a la población


Lejos de concientizar sobre las desigualdades que sufre la economía global, la pandemia de coronavirus que todavía sigue haciendo estragos en la región, expandió la brecha entre los sectores denominados pobres y los ricos. Un estudio reciente indicó que más de 150 millones de personas dejaron de pertenecer a la clase media en todo el mundo, lo que significó la caída más grande en las últimas tres décadas. América latina, junto a países emergentes del sudeste asiático, fueron los que más sufrieron la reducción de sus clases medias.

Ante este panorama, un informe elaborado por el centro de estudios Proyecto Económico que dirige la diputada nacional Fernanda Vallejos y el colectivo Ocipex dirigido por Sofía De Nícolo, expusieron las diferencias entre las recetas adoptadas por las naciones desarrolladas y los países emergentes. Para el primer caso destacaron la expansión del gasto (de hasta el 10% del PBI) y el hecho de “replantearse el modelo económico” ante la crisis global. Mientras que para el segundo caso hicieron hincapié en las medidas “de ajuste fiscal y aumentos en los impuestos regresivos” adoptadas bajo la tutela del Fondo Monetario Internacional.

Este último escenario lo vincularon estrechamente a la situación que atraviesa Argentina ante su negociación con el organismo internacional.  Entre los argumentos para encontrar ese hilo conductor, el informe consideró que “el FMI sigue predicando sistemáticamente el ajuste bajo el eufemismo de la consolidación fiscal de mediano plazo”. En paralelo, recuerdan que sus principales accionistas, miembros del G7, no dudan en expandir el gasto hasta donde sea necesario.

Para exponer la “doble vara” a la hora de establecer recetas ante la crisis, desde Proyecto Económico y Ocipex destacaron que estos países tuvieron en el 2020 un promedio de déficit fiscal primario – es decir, sin contar los servicios de deuda– del 12%, y piensan mantenerlo prácticamente igual para este año. Mientras tanto, los países emergentes tuvieron un déficit del 8% en 2020.

Al poner la lupa sobre el gasto público, también detectaron “las profundas asimetrías” entre países ricos, emergentes y menos desarrollados. Los países desarrollados y del G7 aumentaron casi un 10% la participación del gasto estatal en el total de sus economías. Esto fue impulsado principalmente por los planes de estímulo económico, inversión en salud y políticas sociales, que llegaron a superar el 47% del total del PBI. Mientras tanto, los países en desarrollo aumentaron un escaso 4% su participación, alcanzando un 34% del total.

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Un golpe con distinto impacto

Luego de un año de declarada la pandemia, el panorama económico mundial actual permite deducir que las consecuencias están afectando con mayor intensidad a los países emergentes, particularmente los del sudeste asiático (exceptuando China), América Latina y en especial a los sectores de ingresos medios. Esta característica diferencia a la crisis económica actual de la acontecida en el 2008, donde según el informe de Proyecto Económico y Ocipex, “el impacto fue generalizado, pero las economías emergentes lograron recuperarse más rápidamente”.

El estudio también refiere a datos publicados por el Pew Research Center, donde expusieron que “más de 150 millones de personas dejaron de ser parte de la denominada clase media durante el 2020, lo que significa la caída más grande en las últimas tres décadas”.

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Ante una crisis económica que golpea con mayor intensidad a los emergentes que a los desarrollados, Fernanda Vallejos y Sofía De Nícoli explicaron que el gasto en los países de ingresos medios-bajos estuvo “muy lejos de contener el empleo perdido” pese a que los indicadores dieron cuenta de una disminución del 14 por ciento en las horas de trabajo durante el año pasado.

A partir de ese dato, consideraron que la disminución de las clases medias (que pasaron a engrosar la nueva pobreza) tiene su correlato con el deterioro del empleo. El informe explica, que los países desarrollados, en cambio, adoptaron una política contracíclica y tomaron “medidas para contener el empleo y repatriar inversiones que anteriormente se habían deslocalizado”.

Al respecto, Vallejos y De Nicolí puntualizaron que “necesariamente, esto afecta a las clases medias de los países en desarrollo, como la Argentina, porque, en parte, los trabajos se pierden ya que esas inversiones retornan a los países desarrollados”.

Las recetas del FMI

Como parte de las dificultades para los países como Argentina, el informe subraya el “doble discurso” del Fondo Monetario en la crisis que, por un lado, “admite el rol del sobreendeudamiento como un collar que ahorca las posibilidades de cualquier economía débil para afrontar una crisis como la que vivimos actualmente”, pero al mismo tiempo “sigue predicando sistemáticamente el ajuste bajo el eufemismo de la consolidación fiscal de mediano plazo”.

En paralelo a ese concepto, sus principales accionistas, los países desarrollados del G7, tal como muestran los datos del siguiente gráfico, no dudan en expandir el gasto hasta donde sea necesario. Para Vallejos y De Nícoli esta “doble vara mundial no es nueva”, pero se hace más visible en un contexto “donde la injusticia se acrecienta”.

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Las autoras hacen un paréntesis en este punto y recuerdan que “Argentina se encuentra renegociando con el FMI un préstamo que fue otorgado por razones políticas, con un cronograma de pagos inabordable, donde el Organismo incumplió”. Por otra parte, advierten también que “para este nuevo acuerdo entre Argentina y el Fondo van a ser necesarias condiciones especiales, porque se trata de un préstamo irregular, en un contexto excepcional”.

Los condicionamientos y la ayuda selectiva del FMI

Por último, el informe trae a colación un estudio de Oxfam que evidencia que en 76 de los 91 países a los que el FMI les otorgó créditos durante la pandemia, se propusieron planes de ajuste. Estos incluyen recortes profundos en los sistemas públicos de salud y planes de pensiones, congelamientos y recortes salariales para los trabajadores del sector público (como médicos, enfermeras y profesores) y prestaciones por desempleo, como la paga por enfermedad.

Asimismo, advierten sobre “el sesgo político” que ha tenido el FMI para conceder ayudas económicas durante la crisis pandémica ya que más del 50% del financiamiento total por COVID-19 del FMI se ha comprometido a sólo tres países: Perú, Chile y Colombia. En ese sentido, Vallejos y De Nícoli consideraron: “Pareciera ser que el grueso de los préstamos va a parar a los países más alineados a nivel regional con la potencia del norte”, y rememoraron lo ocurrido con el préstamo por U$S44.500 millones concedido en 2018 al gobierno de Mauricio Macri.

Para finalizar, y en relación a los condicionamientos para con las naciones emergentes, concluyeron que “el aparente lado bueno y comprensivo del FMI surgido durante la pandemia, no primó sobre los conocidos programas de ajustes estructurales que viene aplicando el organismo hace décadas”. Como evidencia de esta posición remitieron al caso de Colombia de Iván Duque, que con la excusa de la progresividad y la necesidad de incrementar la recaudación aumentó las cargas impositivas sobre los sectores medios y bajos, ya fuertemente dañados por los efectos de la pandemia.

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