Edición Impresa

Sociedad

Los docentes navegan entre la vocación y la profesionalización

Considerada la escuela como segundo hogar, se los considera extensión de los padres. Pero su función consiste en enseñar.


Esta semana los docentes iniciaron una nueva jornada de paros que continuará la semana que viene. Los reclamos están relacionados principalmente con actualización salarial, una nueva ley de Financiamiento Educativo que eleve el presupuesto del 6 al 10 por ciento del PBI y la eliminación del Impuesto a las Ganancias en el salario de los trabajadores.

En Santa Fe se suma el reclamo para que el gobierno provincial no firme la armonización de la Caja de Jubilaciones, la defensa de los programas educativos nacionales y una crítica al operativo Evaluar 2016.

Los reclamos están íntimamente vinculados con las condiciones laborales que tienen los docentes. Sin embargo, algunos sectores de la comunidad han reaccionado fuertemente frente a esta decisión, por entender que los alumnos pierden días de clase. De esta manera, se reabre una discusión, siempre difícil de resolver, sobre las características del trabajo del docente.

A través de la historia el hombre ha intentado poner en palabras el concepto de trabajo. Los debates han adquirido un amplio campo, que van desde considerarlo como una acción puramente instrumental que no da lugar a ningún tipo de realización personal y que únicamente supone una coerción a la libertad y a la autonomía, hasta los que consideran que el trabajo es al mismo tiempo un medio de solidaridad social, responsabilidad frente a la comunidad y desarrollo personal.

Las corrientes sociocríticas hablan del trabajo como “Un proceso del que participan el hombre y la naturaleza; en el que el ser humano impulsa, regula y controla su intercambio material con la naturaleza, como una de sus fuerzas”. El profesor George Thompson dirá que el hombre se hizo humano cuando la relación con la naturaleza dejó de ser natural y devino social. El psiquiatra Enrique Pichon Riviere hablará de un hombre en condiciones concretas de existencia que se modifica en su relación con el medio.

La profesora Stella Maldonado sostenía: “Hay que pensar el trabajo docente desde una concepción antropológica como la actividad humana que transforma la materia, las ideas y las relaciones y no sólo desde la categoría de trabajo asalariado. En este sentido, trabajo no es lo que se tiene o no se tiene, sino lo que se hace”.

A partir de este concepto el trabajo docente entra en toda su complejidad, toda vez que su perspectiva no es productivista, sino transformadora, en este caso, de ideas y relaciones. La historia de la educación ha puesto al docente en un doble estándar: por un lado una especie de predicador sin renuncios que “al dar el saber le da el alma”, en una relación de sacrificio, vocación y abnegación que niega el status de un trabajador, con toda la connotación social que ello implica. Y, por otro lado, el tiempo los terminó definiendo como trabajadores de la educación que sufren y disfruta de las vicisitudes de cualquier trabajador argentino.

Sin embargo, esta dicotomía aún no fue saldada y muchos sectores todavía reclaman que la maestra siga siendo la segunda madre y la escuela el segundo hogar. Incluso algunas de esas demandas todavía provienen de las propias filas, que sostienen que ejercer la docencia supone un deseo previo en el docente que se traduce en la necesidad de causar el deseo de aprender en los niños. La historia puso al docente en ese lugar: Domingo Faustino Sarmiento no sólo fue el “padre del aula”, sino que además fue “inmortal”.

El psicólogo Jorge Apel y la cientista de la educación Aurora Kochi sostienen que en el medio escolar “los maestros son los destinatarios de la transferencia de amor, búsqueda de protección y autoridad de la que están investidos los padres en el medio familiar”.

“En toda relación humana se da un desplazamiento del modelo de relación que se estableció primeramente con las figuras significativas”, explican. Y dicen además, que el docente puede sentir que ocupa un lugar de carencias familiares o sociales. Si así fuera respondería por el lado del amor, sin embargo, en el ámbito escolar la relación es con condiciones, porque no se trata de amor sino de aprecio, respeto y valoración hacia el otro.

Algunos señalan que la docencia es “vocación”. La palabra tiene su origen en la religión y proviene del latín “vocare” que significa “llamado”, y en su vinculación con lo religioso sería el “llamado de Dios”. En su uso común, la expresión significa entrega y abnegación en la realización de un trabajo. Sin embargo muchas profesiones se cumplen con vocación, y no por ello deja de ser un trabajo. Por lo tanto, la vocación no se contradice con el carácter de trabajador.

El sociólogo Emilio Tenti Fanfani sostiene: “La docencia debería convertirse hacia una actividad profesional altamente calificada y al mismo tiempo vocacional”.

El trabajo con niños le confiere a la docencia un carácter “sagrado” que no tiene ninguna otra profesión. Incluso las que también se ocupan de los chicos, como la pediatría. La tarea doméstica, que socialmente le fue conferida a las mujeres, las puso mayoritariamente al frente de las aulas, sumado a que históricamente se pensó que era lo más adecuado debido a que ellas “crian a los hijos”. Esta concepción retrasó mucho la toma de conciencia del carácter profesional de la docencia.

Algunos especialistas sostienen que la Marcha Blanca fue un punto de inflexión en el reconocimiento del docente como profesional. “Es el punto más alto en la construcción de la identidad de los docentes como trabajadores de la educación”, señala Maldonado.

La complejidad en la concepción de la tarea docente está definida por el reconocimiento del producto del trabajo. La producción de ideas, aunque en ocasiones se realice imitando los modelos de manufactura clásica, implica una condición diferente para el que lo realiza. Por otra parte, el trabajo intelectual suele aparecer desmembrado del manual y en ocasiones, se plantea como una contradicción que no puede asociar la teoría con la práctica en una praxis transformadora. Si bien la tarea docente es una profesión, no es una más porque trabaja con personas cuyo producto es el conocimiento.

Algunos autores plantean cambiar el concepto de “vocación” por el de entusiasmo, confianza, servicio, reto; características que podría tener cualquier trabajo que se realice con responsabilidad, compromiso y respeto por el otro. La tarea del educador tiene sus particularidades y quienes la realizan se preparan para ello, pero también tiene límites. El maestro cumple una función privilegiada que demanda protección, cuidado y afectos, pero además, autoridad, responsabilidad y compromiso.

El horizonte de la profesionalización es una concepción que el docente hizo propia, la idealización de la educación como apostolado, entrega desinteresada y altruista puso al maestro en un lugar de crianza que no le corresponde, porque la escuela, si bien la mayoría de las veces lo hace con amor, trasmite conocimientos y saberes científicos. Madre hay una sola, invocaba el tango escrito por José de la Vega, que no hablaba de la maestra.

Comentarios