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Los días calientes de 2001

Por Santiago Baraldi.- Miguel Zamarini era el secretario de Promoción Social municipal hace diez años. En esta entrevista recuerda cómo fue la difícil tarea de salir a la calle para dar soluciones en momentos de alta tensión.

Miguel Zamarini fue secretario de Promoción Social dela Municipalidadentre el 3 de abril de 2000 y el 10 de diciembre de 2003. Durante el diciembre trágico de 2001 tuvo un rol fundamental para contener a las organizaciones sociales de base que en la calle reclamaba asistencia. “Si no hubiera sido por los centros Crecer y de Salud, que actuaron como una red de contención, la crisis se llevaba puesta ala Municipalidad”, recordó el actual presidente del Concejo Municipal. Sobre el saldo de muertos que dejaron los días 19 y 20 en Rosario, Zamarini explicó: “No fue por miedo a las balas que la gente cambió de actitud, los mismos vecinos intentaban organizarse, estar organizados era la premisa. Algunos intentaron romper con eso yla Policíaactuó cruelmente. Sin dudas hubo responsables políticos que dieron las órdenes y cometieron errores graves”. El funcionario destacó además que para apaciguar los ánimos de aquellos días debían estar “preparados para la peor situación” e involucrarse personalmente, para “dar la cara y buscar el diálogo”.

—¿Cómo recuerda aquellos días de diciembre de 2001?

—Diciembre de 2001 fue el agotamiento de un modelo que comenzó el 24 de marzo de 1976. Después de la década menemista, el Estado pierde protagonismo, abandona su rol solidario frente a la sociedad y sobre todo a aquellos a los que menos tienen. Dela Rúalo profundiza con Cavallo. Estamos hablando de décadas de profundización de un modelo de exclusión social. Los momentos previos en esos días de diciembre se sentían en la relación con la gente, en lo que se respiraba. Recuerdo que en 2000, cuando era vicepresidente del Concejo, las relaciones no eran buenas con las organizaciones sociales, la gente venía a golpear la puerta del Concejo. Hasta que se cierran las puertas, porque venía una marcha y otra y otra de grupos comunitarios que representaban a comedores barriales, vecinales, pedidos por copa de leche. La gente demandaba asistencia ante el extremo abandono del Estado.

—¿Cuáles fueron los canales de comunicación entre la Municipalidad y la gente para evitar un estallido social?

—El municipio, por suerte, tenía una gran estructura, que eran los centros Crecer, de protección integral para los niños… Eso posibilitó que esos lugares distribuidos estratégicamente en la ciudad, más los centros de Salud de atención primaria dela Municipalidad, fueran articulando una contención. Cuando me hago cargo de Promoción Social, en abril de 2000, pusimos toda esa estructura en función de la realidad, había que profundizar los roles de estos centros Crecer y centros de Salud. Sila Municipalidadno hubiera tenido esa presencia en 2001, la situación se la lleva puesta, porque había un cóctel. Le pasó al ámbito legislativo por estar de espaldas a la gente, le pasó al Concejo en la ciudad y al Congreso enla Nación, que no estuvieron interrelacionados con la sociedad y los tomó con los hechos consumados. Necesitábamos abrir el diálogo, no cerrar puertas. El estallido se da en medio de la debilidad del gobierno nacional, que no hizo una lectura de lo que estaba pasando. Cavallo decreta el corralito y se suma la clase media a la protesta por la inmovilización de los depósitos. La banca internacional se queda con la plata de la gente, más los altos índices de desocupación hicieron que el estallido estuviera a la vuelta de la esquina.

—¿Cuál fue el momento más duro para usted?

—El viernes 14 de diciembre vamos a Empalme Graneros, los vecinos estaban muy enojados. Había primero unas trescientas personas y después se dijo que más de dos mil, el ambiente estaba muy caldeado. Entramos allí conla Secretaríade Promoción Comunitaria de la provincia, que actuó muy bien, con Adriana Cavutto y Daniel Bonis, con los que trabajamos juntos. Te digo sinceramente, el modo de intervención durante el estallido lo pensamos ahí en ese momento, nunca te podés imaginar semejante situación. Uno quería hacer las cosas bien. Llegué solo a calle Juan José Paso, en el corazón de Empalme Graneros, porque había problemas. Bajé del auto frente a la vecinal, estaba en la vereda Lalín Ortolani, el presidente de la vecinal, esperándome y me dice: “está muy difícil, te acompañamos porque está muy difícil”. Me fui metiendo en la escena, la calle cortada,la Policía, mucho calor; iba con la camisa arremangada y el saco colgado del brazo, caminamos unas cuadras por Juan José Paso, me detuve y me rodearon las cámaras, los micrófonos y detrás de los periodistas la gente insultando, gritando. Me quedé quieto, tenía que ensayar una respuesta, “¿qué digo ahora?” Sentí el sudor helado en la espalda, miraba alrededor y no veía uno conocido, me preguntaba “¿quién me ayuda?” Había cuatro o cinco personas que me rodeaban muy enojadas, dirigentes de organizaciones sociales de base, muy enojados. Alcanzo a decirle a uno de ellos, mirándolo a los ojos: “¿por qué no salimos de acá para poder hablar más tranquilos?” Nos fuimos siete u ocho personas hacia el ClubLa Gloriay ahí hablamos más tranquilos. Justo me llama el intendente Hermes Binner, que estaba viajando a Río Ceballos, y me pregunta cómo está la situación; me dijo “mantenete tranquilo y hablá con la provincia”, y se pega la vuelta. Por la noche me llama y me dice que nos encontramos al día siguiente en el local del partido, en San Martín y 9 de julio, y allí estuvimos todos: Binner, Bonfatti, Giustiniani, Zabalza, todos los dirigentes del partido y pensamos cómo intervenir. Nos fuimos al Batallón 121 de Comunicaciones a armar las cajas para distribuir en los barrios…

—En algunos barrios de la ciudad la pobreza sigue siendo extrema…

—Obviamente que no están dadas las condiciones políticas hoy para que suceden los hechos de 2001, pero el grado de extrema pobreza en determinados sectores se ha profundizado. La marginalidad va trayendo problemas nuevos como la droga y el delito. El delito juvenil asociado a la droga que trae la muerte de muchos jóvenes.

—Son los jóvenes, hijos de 2001, los que hoy mueren en enfrentamientos entre bandas o muertos por la Policía…

—Hay que abrir más centros Crecer y centros de Salud porque es una inversión y no un gasto. Es una inversión social, es la utilización de los recursos en lo social, son instrumentos de prevención, porque evitamos que los chicos queden en la calle sin nada que hacer, captados por la droga y el delito. Tenemos que ver por qué dejan la escuela secundaria, ver la capacitación laboral… El Estado debe estar en todo ese recorrido. Nos falta eso. Creo que no hay un compromiso del gobierno nacional en el tema, si bien tiene muchos logros que los reconozco, pero en la cuestión social no alcanza con distribuir planes o repartir una tarjeta para transparentar, que está bien, pero eso es una herramienta. Lo que necesitamos es que la gente esté incluida en la sociedad a través de programas, de políticas. A la gente de los barrios se la reconoció, se le dio una identidad, se abrió el diálogo y así se determinaron acciones. Implementamos los planes organizadamente, hacíamos asambleas orgánicas en el Pasaje Juramento. La gente irrumpía en las instalaciones de Promoción Social y afrontábamos la situación y decíamos “nos tenemos que entender porque si destruimos todo esto no vamos a ningún lado”. La gente entendía, escuchaba; el Concejo comenzó a acompañar.

—¿Qué rol tuvo la creación del Presupuesto Participativo?

—Fundamental. Hermes Binner lo anuncia junto a los vecinos en Villa Hortensia. Recuerdo que hacíamos reuniones donde participaban 60 dirigentes de distintos sectores. Primero fueron enLa Rural, luego en el club Provincial, reuniones horizontales, mucho pluralismo de ideas, era más complejo tomar una decisión, pero estaban todos los actores presentes y salimos adelante. Los supermercados nos daban la mercadería, lo poníamos en caja, los mismos involucrados venían a armarlas, se cargaban en los camiones y se distribuían en los barrios. A Rosario llegaron 64 mil planes Jefes y Jefas, y había que capacitar a la gente para que diera alguna contraprestación o al Estado a las mismas organizaciones, así llegamos hasta las elecciones de 2003 que se desarrollaron en un ámbito de normalidad absoluta. Fue elegido Miguel Lifchitz y Binner, el más votado en la provincia, pero perdió por la ley de Lemas; yo pasé al Concejo y comenzó una instancia de reparación de su relaciones traumática con la ciudadanía. Agustín Rossi era el presidente y yo era presidente del bloque socialista. Hicimos un trabajo conjunto y el Concejo cambió mucho, por suerte.

—El peor saldo fueron las muertes… 

—Las muertes se podrían haber evitado. En todos los casos que conocemos el descontrol se podía resolver con otro modo de intervención, para eso el Estado cuenta con los equipos de profesionales de operadores comunitarios que saben actuar en ese momento. Fue así que se encausó todo después, no fue por miedo a las balas que la gente cambió de actitud, los mismos vecinos intentaban organizarse, estar organizados era la premisa, nos va a ir mejor. Algunos intentaron romper eso yla Policíaactuó cruelmente. Pero ahí hubo responsables políticos que dieron las órdenes y cometieron errores graves. Lo de Pocho Lepratti fue una perversidad porque fue premeditado. Nunca se pudo comprobar que ninguno de los muertos en Rosario siquiera llevara un arma; se intentó decir que alguno de los jóvenes tenía antecedentes penales y nunca se pudo demostrar. A Graciela Acosta, en Villa Gobernador Gálvez, la mataron a una distancia de200 metros–lo sé bien porque en esa cuadra viven mis padres–, a la altura de la calle Yapeyú. Ella iba corriendo en dirección a donde hoy está la fábrica de helados Panda y le tiran desde el súperLa Gallega, al que lo estaban custodiando; la mataron por la espalda. Era una mujer comprometida con lo social, con las demandas de la gente, una mujer sola con muchos hijos.

—En lo personal, ¿qué saldo le dejó su paso por Promoción Social?

—Hice lo que pude, hoy uno lo ve, diez años después y dice: “porqué no habré hecho tal cosa, cómo no me di cuenta…”. Ahora uno tiene diez años más, se ve distinto, pero fue de un aprendizaje extraordinario. Me enseñó que los funcionarios deben estar preparados para la peor situación e involucrarse personalmente, no estoy de acuerdo que hay que mandar a otro. Hay que dar la cara y buscar el diálogo. Yo me reunía con los coordinadores de los seis distritos, que hicieron un trabajo heroico, cada uno recorriendo lugar por lugar; después nos reuníamos para ir a tal lugar e iba con ellos. Venían a los barrios todos, el personal de los centros Crecer, las maestras jardineras, la gente no miraba la escena, se comprometía.

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