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Los cinco discos de rock de los 70 que conmovieron al mundo

La que sigue intenta ser una lista de discos magníficos dentro de la vasta producción de la época, puesto que la década del 70 fue realmente prodigiosa en materia musical, particularmente en el rock, y dio a conocer algunos de los artistas y obras más influyentes para todo lo que vino después  


Las listas selectivas suelen ser problemáticas y puede juzgárselas según el objetivo que persigan. Están las que son muy arbitrarias y se basan en inamovibles preferencias individuales; las que buscan agradar e incluyen, no lo que no debieran, sino aquello de lo que no se está muy convencido, y finalmente las armadas con algo de tiranía pero surgidas de elecciones algo más masivas, fundamentadas en escuchas atentas y un atendible buen gusto. La que sigue intenta ser una de estas últimas, conformada con dificultad, puesto que la década del 70 fue realmente prodigiosa en materia musical y dio a conocer algunos de los artistas y obras más señeros e influyentes para todo lo que vino después.

En 1970  apareció Let It Be, de The Beatles, realmente el último gesto genial de los cuatro fantásticos, al punto de cortar un crecimiento musical que luego lamentaría todo el mundo por la disolución inmediata de la banda luego de la partida de Paul Mc Cartney. La fusión entre encantadoras baladas y rock intenso y elaborado permitió calibrar la madurez compositiva de Lennon-McCartney sobre todo, casi sin límites, y el perfecto sonido logrado en la ejecución de las canciones. Let It Be fue decididamente un legado de The Beatles pero también un fulgurante registro cuya estela atraviesa el tiempo con magníficas piezas como “I’ve Got a Feeling” o la joya todo terreno de “Across the Universe”. Grabado cuando las relaciones estaban ya completamente podridas en el seno del grupo, esto parece haber sido dejado de lado para conseguir un disco atrapante que atestigua el carácter genial de la dupla compositiva, pero también la magnitud atmosférica alcanzada por la banda en su duodécimo disco.

1971 fue el año de aparición de Led Zeppelin IV, el impresionante cuarto disco de la banda más importante del hard-rock mundial, de la que todavía hoy no existen comparaciones detectables. Se trata de un registro a puro rock con destellos de sutileza compositiva y una armonía puesta en juego en la destreza interpretativa de todos y cada uno. Plant, Jones, Page y Bonham lucen como una máquina imparable para generar una experiencia sonora maximalista de alto rango, hallable solo en algunos pasajes de sus discos posteriores, incluido el también determinante Physical Graffiti (1975). El disco contiene dos de los más grandes éxitos de la banda “Escalera al cielo” y “Perro negro”, mencionados entre los temas más escuchados en la historia del rock.

Originalmente, el disco no tuvo un título y en la portada tampoco aparece el nombre del grupo –el origen de la fotografía de un hombre cargando unos leños fue descubierto hacer un par de años atrás, era la de un campesino nacido en 1823 en una toma hecha por el fotógrafo Howard Farmer, conocido por sus retratos de trabajadores ingleses–, pero puede decirse que en este disco la combinación entre la fuerza blusera y la épica rockera consigue un ritmo luminoso que queda repiqueteando por mucho tiempo en los oídos. El talento, perfecta ejecución y el exquisito gusto de Zepp sitúan a este disco como una piedra angular del rock.

De 1972 es The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars, de David Bowie, un verdadero viaje donde el camaleónico artista desarrolla una de sus tantas identidades musicales y lo hace con un sonido cautivante que conduce por variadas sendas de  la mano de sus evolutivas e impredecibles formas. Embarcado en una narrativa sci-fi este disco reúne exquisitos momentos de rock refinado desplegado con elegancia suficiente para entender que Bowie era un innovador por excelencia y que su intención era sacudir y conmover en partes iguales, como ocurre con la preciosa y efectiva “Starman” y el fraseo melancólico de “Rock ‘n’ Roll Suicide”.

Bowie apostaba por redoblar en este disco con las expectativas generadas en sus cuatro discos anteriores en la definición de una propuesta con canciones etéreas, paisajísticas y sofisticadas, desarrolladas en un clima rockero dilatado y ascendente. De The Rise and Fall of Ziggy Stardust… puede decirse que es un registro seminal en la carrera de un músico de una creatividad impresionante capaz de generar melodías cristalinas –incluso con guitarras endiabladas– que evocan tanto la nostalgia como la expectativa de un universo más amable. Si no, basta escuchar “Soul Love”, “Moonage Daydream”, o las elocuentes “It Ain’t Easy”, “Ziggy Stardust” y “Suffragette City”.

 

 

El suceso de The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd, editado en 1973, fue mundial. La banda británica ya venía siendo muy considerada, pero este disco, el octavo, era un nuevo capítulo en su historia; ya se trate de su excelsa producción como de su excitante sonido; de sus letras recostadas sobre temas universales como el tiempo, la alienación y la muerte como de su nivel de experimentación sonora, este era el álbum que capultaría la carrera de los londinenses hasta límites impensados.

The Dark Side… atrapa con pasmosa facilidad bajo un halo que estremece desde su misma primera escucha en ese viaje de rock progresivo, aires de jazz y música electrónica que incluían una factura de grabaciones multipistas y loops en una determinación abrasiva para que cada tema resulte superlativo.

El cóctel es un surtido de canciones memorables que tiene en “Time”, en “Money”, en “On the Run”, en “The Great Git in the Sky” picos magistrales. De la grabación participó  el productor y músico Alan Parsons, responsable de algunos de los aspectos sónicos más innovadores del disco en el que el principal letrista fue Roger Waters, pero David Gilmour, Nick Mason y Richard Wright también fueron parte del armado de los temas y de su producción en estudio. The Dark Side… fue aclamado de forma unánime por la crítica y es considerado un hito en la historia del rock y toda la música popular moderna. Permaneció 19 años seguidos en los rankings más prestigiosos de discos de rock.

London Calling, de The Clash fue editado en 1979 y representa un punto culminante de la escena punk británica con su mezcla de irreverencia y energía cruda que caracterizan su sonido y sus letras. Se trata del disco que mejor plasma la actitud desafiante de la música punk, tal vez solo igualada por Never Mind the Bollocks, Here’s the Sex Pistols (1977), pero London Calling ofrece postura artística y una vehemencia rítmica que empuña las guitarras como armas de guerra contra todo lo establecido por el capitalismo de la época, ya con sus siniestros tintes neoliberales. Sus letras son perfectas descripciones de la agitación que alineaba a los jóvenes de la época denunciando la máquina insensible de las políticas que solo generaban miseria y destrucción.

El líder y cantante Joe Strummer, con su voz siempre al borde de quebrarse, y el bajo de Paul Simonon le dan contextura y color humano indispensable para la trama de sonidos punk-rock de impecable factura. London Calling fue un disco visceral y uno de los más influyentes de todos los tiempos, capaz de hacer sonar guitarras machacantes junto a un rockabilly- blues, a una canción deudora del bebop; a la gracia de un acordeón o a una encendida rítmica jamaiquina. Himnos como “Spanish Bombs” es un homenaje a las milicias republicanas de la guerra civil española, y a Federico García Lorca, y un ejemplo de la fiereza e iracundia que rezumaba todo el registro, al igual que “The Guns of Brixton”, donde Simonon canta “Cuando pateen a tu puerta, cómo vas a salir?, con las manos en la cabeza o con el dedo en el gatillo…”

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