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Los asombros de la infancia ante un mundo lleno de maravillas

La serie animada “Hilda” propone un encantador viaje a través de una niña que busca conocer al mundo desde la comprensión amorosa de lo diverso. Para ello se aventura a los riesgos más extremos y osados, pero no para vencer, sino para comprender


Será esta la primera vez que en esta sección se aborde una serie infantil de animación, lo cual, claro, en cierto sentido, no deja de hablar de ciertos prejuicios y de ciertas omisiones deliberadas e injustificadas. En algún momento, entonces, había que hacerlo. Y el hecho de que en estos días se haya estrenado en Netflix la temporada final de una pequeña maravilla como Hilda, es motivo suficiente como para comenzar a reparar esta larga omisión. Incluso, también, en una coyuntura como la actual.

Hilda, que consta de tres temporadas y un largometraje, se basa en una serie de novelas gráficas publicadas entre 2010 y 2019, escritas e ilustradas por el británico Luke Pearson. El reciente 7 de diciembre, como se había anunciado, Netflix estrenó la temporada final, compuesta por siete episodios y un especial de cierre más extenso que los capítulos habituales.

¿Qué es lo que hace de Hilda una indudable maravilla? Podría ser, en primera instancia, la lograda sencillez del estilo gráfico, sus trazos simples y sus colores plenos. La llamativa paleta de colores, diferenciada entre tonos diurnos y nocturnos, rojos y ocres para el día y casi de un gris monocromático para las noches. Bellísimo en su rica simpleza. Una sencillez armoniosa, entre el trazo y el color, que dota al conjunto de una calidez inusual, propia de un universo infantil instaurado desde el asombro y la comprensión ante lo extraño y lo maravilloso, y afortunadamente lejano al batiburrillo contemporáneo de canchereadas y estridencias.

En cierto modo, el diseño general ya distingue a Hilda con su extraña y simple ternura, pero lo que la hace realmente grande es el modo en que remonta los asombros de la infancia ante un mundo que aún se presenta lleno de maravillas. Maravillas y extrañezas que, aún bordeando el horror por su radical diferencia, ante los ojos de Hilda, la niña, no son sino la ocasión permanente de conocer y adorar al mundo desde la comprensión amorosa e incondicional de lo diverso. Si Hilda, la niña, se aventura a los riesgos más extremos y osados, no es para vencer, sino para comprender.

Un universo de criaturas mágicas

El mundo de Hilda está poblado de criaturas mágicas, de todo tipo: trolls, elfos, espíritus, hadas, gigantes, extraños animales y un largo etc. Su mundo, el de la infancia, es un mundo aún plenamente encantado, maravillado en su fecunda diversidad, un mundo donde la magia pervive como vestigio de otro tiempo antiguo y no escrito. Incluso de un tiempo en el que las cosas y los seres no estaban diferenciadas en las taxonomías del lenguaje: ¿Un zorro-ciervo? ¿Una araña-rana? Nadie lo sabe. Ni ellxs. Esas criaturas son el vestigio de un tiempo anterior a las clasificaciones cientificistas y a las violencias de la razón.

Lo realmente virtuoso, en esta serie, es la manera en que construye la dinámica de esa perspectiva infantil aventurera desde la ternura y desde la apertura incondicional a todo lo extraño. Hilda se asombra, se maravilla, puede asustarse también, seguro, pero siempre quiere conocer y se aventura contra todo riesgo, porque sabe que toda existencia tiene el mismo valor en mundo mágico y que en algún punto todxs pueden sufrir porque la fragilidad es la norma de igualdad. El peligro, para ella, no es lo extraño o lo desconocido, tomado por tanto como monstruoso o amenazante, sino el cerramiento ante toda existencia precaria y legítima.

La exigencia, para la niña, es conocer hasta aceptar de modo incondicional, hasta amar ese mundo confuso y sensible en toda su maravillosa diversidad. Se trata casi de una poética de la infancia que se plantea como una ética del mundo, propia del mundo y que emana de él, como magia, si es que puede verse y para quien pueda verla. Y Hilda, que la ve y que la vive, es la guía para hacernos remontar esos ríos de la infancia hasta el corazón mismo de lo sagrado, sea esto lo que sea, la naturaleza o la vida. La magia también.

En el comienzo de la historia Hilda vive con su madre en un bosque encantado, pero pronto, por determinadas circunstancias, deberán mudarse a una ciudad, Trolberg, lo cual afecta a la niña por verse obligada a alejarse de ese mundo mágico en el que ha crecido, entre elfos y gigantes. Sin embargo, en la ciudad comprenderá que la magia no se circunscribe sólo al límite del bosque, sino que todo lo habita, y con sus nuevxs amigxs continuará sus aventuras.

Tal puede ser una breve síntesis del argumento, pero es claro que no alcanza para dar cuenta de la enorme dimensión de la serie. La gran virtud está en la complejidad que brota de su aparente simpleza, en la invalorable ternura que emana de cada criatura y de sus vínculos, en la dimensión ética que alcanza esta revalorización amorosa de una relación con el mundo fraguada en el reconocimiento de la legitimidad de toda existencia, siempre e indefectiblemente mágica, por tratarse simple e inexplicablemente de “vida”.

Un relato sobre la magia, lo arcaico, el mundo perdido

Hilda no es exactamente una serie infantil, sino una serie sobre la infancia, la magia, el asombro, lo arcaico, el mundo perdido, el respeto mutuo y el amor por todas las cosas. Algo invalorable de sentir y vivenciar en estos tiempos.

En su mundo, en uno en el que existe la idea de lo sagrado, en el que toda existencia está en términos de igualdad, en el que se sabe de lo frágil como sustento de la diversidad, en el que no hay diferencias jerárquicas entre las cosas (ni mineral, ni vegetal, ni animal: todo vive y es frágil), en ese mundo este desprecio generalizado por la vida que se ha impuesto en este país no podría tener lugar.

Habría que ver el mundo con los ojos de Hilda. Habría que recuperar la conciencia de la fragilidad y de la magia. Habría que empezar de nuevo, desde la infancia.

Hilda, la serie, es un bálsamo en medio de la devastación. Tal vez la nueva ética deba pasar por allí, por los ojos de una niña que aún es capaz de asombrarse amorosamente ante las maravillas del mundo. Sin afán de dominio, sin afán de vencer. Abriéndose incondicionalmente a la llegada de lo otro, sea esto lo que sea.

Hilda / Netflix / Tres temporadas

Creador: Luke Pearson

Voces: Bella Ramsey, Ameerah Falzon-Ojo, Daisy Haggard

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